Es muy importante cómo el sacerdote acoge en confesión a las personas con heridas profundasHoy os traigo una experiencia impactante. Al menos para mí. Un amigo nos trae una perspectiva novedosa en nuestro blog: cómo se vive la esclavitud a la pornografía desde la homosexualidad. La comparto con vosotros porque, además, plantea el enorme sufrimiento que le ha supuesto vivir su fe católica con su tendencia homosexual y su adicción a la pornografía. Sin embargo, ha descubierto a Cristo que le ha sostenido, le ha salvado y le ha amado profunda y gratuitamente. ¡Casi nada!
Ahí va:
Soy homosexual y católico practicante.
Aun dando por hecho la buena voluntad de muchos confesores, creo que no hay buena pastoral y que algunos de ellos no entienden el problema y se llevan las manos a la cabeza en vez de dar esperanza. La mayoría de pecadores vamos al confesionario ya reñidos por nuestra conciencia y es contraproducente que nos hundan más, aumentado el sentido de la culpa. No digo que nos digan que está bien lo que está mal, pero sí que nos animen a luchar, a levantarnos siempre, a no perder la esperanza, a hablarnos de lo que nos quiere Dios a pesar de nuestras caídas, a hablarnos de que las recaídas no nos deben desesperar sino que debemos contar con ellas.
Puede que la pornografía en los homosexuales adquiera alguna diferencia.
Otra cuestión es a dónde nos lleva la pornografía, que incluye otras adicciones, como puede ser la del sexo.
En mi caso el proceso fue así: Una sexualidad privada y oculta por prohibida y mal vista; fotografías. De la imagen fija se quiere más realismo y se pasa al video que incluye sonidos. Del video se quiere pasar a la realidad, que al principio se distancia en el tiempo pero luego se vuelva más frecuente y con actividades más fuertes (es el mismo proceso que la droga). Por lo tanto la pornografía lleva a la práctica sexual que exhibe. Esa práctica sexual conduce a acostumbrar al cuerpo al sexo con otras persona que se utilizan como objetos de placer. Ello dificulta la capacidad de amar y hace que la promiscuidad sexual lleve a la infidelidad y esta a las rupturas de un amor.
Es un auténtico drama del que creo que sólo se puede salir con amor (el de Dios y el de alguna persona que nos ayude) y con ayuda.
La soledad y el no poder hablar de estos temas hace que se encierre más uno en sí mismo y retroalimenta el problema.
En las personas católicas practicantes el sentido de la culpa nos puede hundir todavía más. La confesión frecuente y una dirección espiritual de una persona preparada que nos aliente sin decirnos que está bien lo que está mal, ayuda y da fuerzas y esperanzas.
Personalmente me parecía que abusaba de la confesión, que pecaba pensando que como luego me confesaba no pasaba nada. Me daba igual pecar una que 100 veces, es más, incluso buscaba el desahogarme y tocar fondo para así serme más fácil el levantarme y volver a empezar desde cero pero ya sin ganas de sexo por una temporada. Siendo en parte esto cierto, el tema de cierto “abuso” de la confesión, me hizo cambiar de opinión al explicarme el confesor que Dios hasta en eso era Misericordioso, permitiendo por Su infinito amor ese “abuso”.
Cuando pienso en las penas del purgatorio, veo un gran alivio ya que allí no ofenderé más a Dios con mis problemas de castidad.
Otro tema es el de las malas compañías que salen luego cuando uno ha hecho planes de cambio. Y también los recuerdos y la imaginación.
Sé que somos menos libres y por eso nuestra responsabilidad es menor.
¡Adelante con el blog!
Un abrazo lleno de esperanza, ¡yo también pienso que se puede salir!
Artículo publicado originalmente en el blog Porquesepuede