¿Quién sale ganando al “ceder el paso” a los demás?
En estos días se pasea por la red un vídeo llamado “el bueno, la mala y el feo” que recoge como las acciones serviciales y de cariño de un joven oriental cambian la vida de su entorno en las plantas, los animales y las personas.
Vale la pena verlo.
Recientemente la prensa dominicana se hizo eco de un hecho que produjo admiración: un policía municipal vio como se la caía a un ciudadano un sobre y lo recogió, salió corriendo y se lo entregó. El sobre contenía bastante dinero. El policía dijo que había aprendido eso en su familia cristiana y estaba satisfecho de haber actuado así. A pesar de las alabanzas y admiración que produjo en la opinión pública, todavía pude oír algún comentario diciendo que ese policía es un “pariguayo”, lo equivalente en España a “es un primo”.
Cuando estamos en el carro y en un cruce, o en un paso cebra, cedemos el paso, amablemente y con simpatía, a otro vehículo o a un peatón, haya o no haya cartel de “ceda el paso”, estamos contribuyendo al bien común. No nos hacemos idea del efecto multiplicador que tiene esa pequeñísima acción; a muy pocos no les afecta ese servicio, a la gran mayoría les ayuda a querer ser mejores aunque solo sea durante un rato, mientras mantengan el recuerdo de ese detalle.
Cuando, recién levantados de la cama, casi dormidos, sin haber tomado café todavía, intentamos poner la cara alegre ante los caprichos de la pequeña de la casa que está hiperactiva a esa hora de la mañana, también estamos “cediendo el paso al otro”.
Algo parecido sucede cuando sonreímos amablemente a un compañero que se cree simpático con sus bromas, o al colega inoportuno que hace un comentario desafortunado.
Cuando tenemos que repetir la redacción de un documento porque un empleado se ha equivocado y se lo hacemos ver cordialmente.
Y si llega una factura para el pago de un gasto que esperábamos mucho menor y no gritamos al que está junto a nosotros.
Cuando se “cae” una llamada telefónica que era muy importante y no llenamos de improperios al celular y al que está al lado.
Cuando no “juramos” por dentro contra el jefe que nos acaba de dar un toque de atención por algo mal terminado.
Y si sabemos interrumpir medio minuto el trabajo para llamar a la esposa y decirle hola y preguntarle si necesita algo.
Cuando llegamos a casa, ya cansados y necesitando, aunque sea solamente quince minutos de respiro y los niños, o los menos niños, no nos dejan ni una pista de aterrizaje. Y lo pasamos por alto.
Y si no podemos ver el programa de tv que nos interesaba y “cedemos el paso” a otros.
Y la salud de un pariente que empeora, y las deudas…
Y…y…
Eso es la vida corriente que podemos interpretar como un infierno o convertir en una suma de pequeños actos heroicos que hacen más amable la vida a los demás y, de rebote, a nosotros mismos.
Cuando el Papa Francisco dice que no hay que ser héroes sino hacer actos humildes, seguramente se refiere a eso.
Cede el paso, se altruista, piensa en los demás y serás feliz, no un ingenuo.