El trabajo en el hogar de los aprendices no es fácil. Debemos intentar que con la venta de los animales de la granja el hogar sea sostenible para no depender de ayudas externas. Siempre les digo la misma frase. Escuchad. Tenéis que aprender rápido. Tenemos que conseguir que esto marche. Yo me iré un día y no quiero que el hogar se tenga que cerrar.
Hasta que Pascal, uno de los jóvenes del hogar me dice: ¿Por qué siempre nos dices que un día te irás? Os lo digo porque no quiero que dependáis de mí. Sería mi mayor fracaso.
Me mira y me dice: Bien. Tal vez es verdad que un día te irás, pero nosotros nunca te olvidaremos. Siempre estarás en nuestra memoria mientras vivamos. Gracias, Pascal.
Cuántas veces esta palabra gratuita nos ha dado fuerzas para seguir adelante. Cuántas veces lo habríamos mandado todo a paseo, pero el sentimiento de que Jesús está con nosotros nos lleva a sacar fuerzas de donde sólo hay cansancio.
Llevas razón, Pascal, yo no me iré porque vosotros tampoco os vais a ir de mi corazón. Éste es el gran don que nos hizo Jesús, abrirnos el corazón para poder ir a vivir con él. Yo estaré siempre con vosotros, porque aquel que ama nunca desaparecerá. Y vosotros me habéis amado.
Ahora subsisten la fe, la esperanza y el amor. La fe y la esperanza desaparecerán, pero el amor… el amor nunca desaparecerá.