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Ya lo dijo Bergoglio: Los mafiosos, si no se convierten, irán al infierno

Mafia – es

© Gualberto Becerra/SHUTTERSTOCK

Padre Fabián - publicado el 12/05/14

No viene mal recordar sus palabras cuando era arzobispo de Buenos Aires

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Claritas las palabras del Papa Francisco. Fue en un encuentro de “más de 700 familiares de las víctimas de las mafias en representación de las 15.000 personas que han perdido a sus allegados a causa de la violencia mafiosa”, como nos informa el VIS. Después de leer las Bienaventuranzas les dirigió unas palabras a las víctimas.

Pero al final de las mismas improvisó el siguiente llamado a los “ausentes”:

“Y siento que no puedo terminar sin decir una palabra a los grandes ausentes, hoy, a los protagonistas ausentes: a los hombres y a las mujeres mafiosos. ¡Por favor, cambien de vida, conviértanse, dejen de hacer el mal! Rezamos por ustedes. Conviértanse: se los pido de rodillas; es por el bien de ustedes. La vida que viven ahora no les dará placer, no les dará alegría, no les dará felicidad. El poder y el dinero que ahora tienen -fruto de tantos negocios sucios, de tantos crímenes mafiosos- es dinero ensangrentado, es poder ensangrentado, y no se lo llevaran a la otra vida. Conviértanse, todavía les queda tiempo para no terminar en el infierno. Es lo que les espera si siguen por este camino. Han tenido un padre y una madre: piensen en ellos. Lloren un poco y conviértanse”.

Las Bienaventuranzas en la Argentina

Esto me trajo a la memoria otro sermón sobre las Bienaventuranzas que el entonces Cardenal Bergoglio hiciera. Fue el 25 de mayo de 2006 en el contexto de un Tedeum con la presencia del entonces presidente de la Argentina Néstor Kirchner. Lo pueden leer completo desde aquí. Pero permítanme que ahora les comparta algunos trozos:

“Por ello, felices, entonces, los que no juegan con el destino de otros, los que se animan a afrontar el desafío de construir sin exigir ser protagonistas de los resultados, porque no le tienen miedo al tiempo. Felices los que no se rinden a la indolencia de vivir el instante sin importar para qué o a costa de quienes, sino que siempre cultivan a largo plazo lo noble, lo excelente, lo sabio, porque creen más allá de lo inmediato que viven y logran.

La “malaventura” es precisamente lo contrario: no aceptar el dolor del tiempo, negarse a la transitoriedad, mostrarse incapaz de aceptarse como uno más del pueblo, uno más de esa larga cadena de esfuerzos continuos que implica construir una nación. Tal vez ésta ha sido una causa de tantas frustraciones y fracasos que nos han llevado a vivir en vilo, en permanente sobresalto. En el hábito de polarizar y excluir, en la recurrencia de crisis o emergencias, los derechos pierden terreno, el sistema se debilita y se lo vacía indirectamente de legitimidad. Los mayores precios son pagados entonces por los más pobres, y crecen las posibilidades de oportunistas y ventajeros. (…)

¡Pobre el que burla la ley gracias a la cual subsistimos como sociedad! Ciego y desdichado es, en el fondo de su conciencia, el que lesiona lo que le da dignidad. Aunque parezca vivo y se jacte de gozos efímeros ¡qué carencia!. La anomia es una “malaventuranza”: esa tentación de “dejar hacer”, de “dejar pasar”, ese descuidar la ley, que llega hasta la pérdida de vidas; esa manera de malvivir sin respetar reglas que nos cuidan, donde sólo sobrevive el pícaro y el coimero, y que nos sumerge en un cono de sombra y desconfianza mutua. Qué dicha en cambio siente uno cuando se hace justicia, cuando sentimos que la ley no fue manipulada, que la justicia no fue sólo para los adeptos, para los que negociaron más  o tuvieron peso para exigir, ¡qué dicha cuando podemos sentir que nuestra patria no es para unos pocos! Los pueblos que a menudo admiramos por su cultura, son los que cultivan sus principios y leyes por siglos, aquellos para los cuales su ethos es sagrado, a pesar de tener flexibilidad frente a los tiempos cambiantes o las presiones de otros pueblos y centros de poder. (…)

Desdichados en cambio si no nos quema el corazón ver cómo en las calles, en las mismas puertas de las escuelas de nuestros hijos, se comercian drogas para destruir generaciones, convirtiéndolas en presa fácil del narcotráfico o de los manipuladores de poder. Desdichados porque se paga muy caro el drenaje de la cultura hacia lo superficial y el escándalo marketinero, (expresiones de desprecio de la vivencia espiritual que buscan avivar el vacío); se pagan muy caro la mentiras y la seducción demagógica para transformarnos en simples clientes o consumidores.  Abramos los ojos, no es esclavo el que esta encadenado, sino el que no piensa ni tiene convicciones. No se es ciudadano por el solo hecho de votar, sino por la vocación y el empeño construir una Nación solidaria. (…)”

No voy hacer el comentario que este fue el último Tedeum en la Catedral de Buenos Aires que un Presidente Argentino participó… porque sería de mal gusto. Pero es interesante la denuncia de las “malaventuranzas” que hace. Y, sobre todo, no olvidemos que al comenzar el mismo nos recuerda expresamente que sus palabras están destinadas a todos los argentinos. Después de eso fue ignorado por los medios locales… en fin…

Creo que este día de la “memoria” es una buena oportunidad para recordarlo.

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