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La Argentina recuerda al Padre Mugica

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Esteban Pittaro - publicado el 11/05/14
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Homenajes de la Iglesia y del Gobierno a un sacerdote comprometido con los más pobres, asesinado hace 40 años.
De todos los reconocimientos que se le realizan al padre Carlos Mugica a 40 años de su asesinato, el de los pobres, convocados por los herederos del cura en la pastoral de los más necesitados en la parroquia que él fundara en la Villa 31, es quizá el más emotivo, pero no el único.

“La figura y la vida de hombres como Carlos Mujica, no se homenajean, se celebran y se celebran con alegría por todo el amor que supo dar, amor por el cual ofreció su vida”, dijo sobre él la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, al descubrir una imagen en su honor en la avenida 9 de Julio, a mitad de camino entre su Recoleta natal, y la Villa 31. La mandataria tuvo múltiples elogios para el sacerdote, a quien dijo admirar en su juventud. La acompañaron decenas de militantes juveniles y una representación de la Iglesia. Por las referencias de la mandataria a la violencia de los 70, muchos medios de comunicación interpretaron que aprovechó el acto para responder a la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) por su reciente comunicado que habla de una Argentina “enferma de violencia”.

El documento, del que ya dio cuenta Aleteia, posee numerosas reflexiones y preocupaciones sobre las múltiples formas de violencia ya presentes en las enseñanzas de Mugica. “Felices los que trabajan por la paz” se dio a conocer en el marco de la 107 Asamblea Plenaria del episcopado argentino. A su inicio el Arzobispo de Santa Fe y presidente de la CEA, José María Arancedo, recordó la efeméride del asesinato de Mugica  y  lo describió como “un sacerdote que vivió su fe y ministerio en comunión con la Iglesia y al servicio de los más necesitados, que aún lo recuerdan con gratitud, cariño y dolor”.

Tomando como lema palabras del propio Mugica: “Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia luchando junto a los pobres por su liberación”, el Equipo de Sacerdote para las Villas de Buenos Aires le organizó una semana de oración, memoria y acción de gracias en la parroquia Cristo Obrero de la villa 31, en el barrio que hoy lleva como nombre Padre Mugica. “Allí el sacerdote no solo cumplió con su apostolado desvelándose por los pobres, sino que además desarrolló su mayor actividad en defensa de los derechos de los más excluidos: sus hermanos villeros”, explican los organizadores.

La ceremonia conmemorativa incluía la visita del Cardenal Mario Poli y un festival con la presencia del reconocido folclorista “Chaqueño” Palavecino. Al inicio, se bendijeron placas de la Vicaría Episcopal para la Pastoral en Villas, de la Cámara de Diputados de la Nación, de la Comisión Directiva de Racing, club de fútbol del que era hincha Mugica, y del Ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad de Buenos Aires.

Durante su emocionante mensaje, el cardenal Poli recordó que Mugica visitaba el seminario para jugar al fútbol; “el jugaba tan bien”, dijo el el cardenal Poli. Él, en cambio, “era un pata dura”. “El Padre Carlos tuvo gran fe en Dios. Amar a Dios por sobre todas las cosas y amar a su pueblo.

Y yo les decía: el fruto de su martirio es el Seminario San Juan Bosco. Es un semillero de curas.

¿Quién era el padre Mugica?

Carlos Mugica nació en 1930, y por familia podría haber optado por otro camino más “acomodado”. Pero eligió el sacerdocio, y en sus primeros años como presbítero de la arquidiócesis de Buenos Aires se dedicó a los jóvenes y a los pobres y excluidos. Le tocó vivir los tiempos de una Argentina convulsionada socialmente y el inicio de una resistencia juvenil que reclamaba el regreso de Juan Domingo Perón, exiliado desde 1975. Mujica creía que con el movimiento peronista “la clase trabajadora empezó a sentirse gente, empezó a sentirse protagonista”, según dice en Peronismo y Cristianismo. Esta obra, que debe ser leída en su contexto, presenta gran parte de su pensamiento con citas al magisterio social, tanto a nivel pontificio, como del episcopado y de los teólogos argentinos del momento. Pero más allá de su activismo, su entrega a los más necesitados era completa. En una ocasión dijo: “Señor, sueño con morir por ellos: ayúdame a vivir para ellos. Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz.

Mugica, que alertaba que “ningún sistema humano jamás realizará todos los valores evangélicos”, formó parte del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), aunque discutía en su seno algunas posturas como las que rechazaban el celibato y la justificación de la violencia. Es sobre este último punto que algunos que lo seguían y fueron nutriendo guerrillas en el país fueron distanciándose de sus enseñanzas.

El padre Mugica, indiscutible referente social por entonces, fue asesinado por el grupo paramilitar AAA (Alianza Anticomunista Argentina)la noche del 11 de mayo de 1974, tras celebrar Misa en la iglesia de San Francisco Solano. La disputa hacia adentro del Peronismo en la década del 70 lo contó entre sus víctimas más queridas y distintas hipótesis sobre la responsabilidad de su asesinato se mantienen hasta el día de hoy. Ninguna opaca su figura, al contrario, la engrandece. Decía sobre el tema el cardenal Poli: “Estos días vi un libro por ahí echando la culpa a alguien por ahí de su homicidio, vaya a saber… En algún momento se hará justicia. Pero, supongamos que el Padre Carlos reciba a alguno de sus homicidas en el cielo. ¿Qué le va a decir? ¡Él es cura! Le daría la mano”.

Recordaba el Cardenal Poli: “El homicidio del Padre Mugica fue un verdadero martirio. Mártir de veras por la causa de los pobres. Así lo revelan los cuadritos que cuando entramos en las casas, en las villas, en los altarcitos, al lado de la Virgen de Luján, de San José, de San Expedito, siempre hay un cuadrito del Padre Mugica. Creo que es el mejor recuerdo, el recuerdo doméstico, los familiares, los que tienen en las casas. Ahí sí que se le reza, se lo quiere, se lo recuerda con cariño”.

Sus restos fueron velados en la parroquia ante el peregrinar de miles. Tras estar años sepultado en el Cementerio de la Recoleta, sus restos fueron finalmente depositados en la parroquia Cristo Obrero, en la Villa 31, en 1999, gracias a, como recuerdan los sacerdotes de la Villa hoy, una gestión del obispo Jorge Mario Bergoglio. El Arzobispo celebró entonces la Santa Misa, en una ocasión inolvidable para los vecinos. Según los sacerdotes que hoy heredan su misión, Mugica “amó y sigue amando desde el cielo con locura a sus vecinos de la villa, desde que le dieron el privilegio de poder ejercer su sacerdocio junto a ellos”.
 
 

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