Encuentro en Roma con cerca de 300.000 escolares italianos
¡Queridos amigos, buenas tardes!
¡Ante todo os doy las gracias, porque habéis realizado una cosa muy bella! Sí, este encuentro es muy bueno: un gran encuentro de la escuela italiana, toda la escuela: pequeños y grandes; maestros, personal no docente, alumnos y padres; estatal y no estatal… Doy las gracias al cardenal Bagnasco, a la Ministra Giannini, a todos cuantos han colaborado; y estos testimonios, verdaderamente hermosos, importantes. He escuchado muchas cosas buenas, que me han hecho bien a mi. ¡Se ve que esta manifestación no es "en contra", es "por"! ¡No es un lamento, es una fiesta! Una fiesta de la escuela. Sabemos bien que hay problemas y cosas que no van bien, lo sabemos. Pero vosotros estáis aquí, nosotros estamos aquí porque amamos la escuela. Y digo “nosotros” porque yo amo la escuela, la amé de alumno, de estudiante y de profesor. Y después de obispo. En la diócesis de Buenos Aires me encontraba a menudo con el mundo de la escuela, y hoy os doy las gracias, y hoy os doy las gracias por haber preparado este encuentro, pero que no es de Roma sino de toda Italia. Por esto os doy muchas gracias. Gracias.
¿Por qué amo la escuela? Intentaré decíroslo. Tengo una imagen: he oído aquí que no crecemos solos, que siempre hay una mirada que te ayuda a crecer. Yo tengo la imagen de mi primera maestra. Una mujer, mi maestra, que me cogió a los seis años, en el primer nivel de la escuela. Nunca he podido olvidarla. Ella me hizo amar la escuela. Y después yo iba a visitarla durante toda la vida, hasta el momento en que faltó, a los 98 años. Y esta imagen me hace bien. Amo la escuela porque esa mujer me enseñó a amarla. Este es el primer motivo por el que yo amo la escuela.
Amo la escuela porque es sinónimo de apertura a la realidad. ¡Al menos así debería ser! No siempre consigue serlo, y entonces quiere decir que es necesario cambiar un poco el punto de vista. Ir a la escuela significa abrir la mente y el corazón a la realidad, a la riqueza de sus aspectos, de sus dimensiones. Y nosotros no tenemos el derecho a tener miedo a la realidad. La escuela nos enseña a comprender la realidad. ¡Esto es bellísimo! En los primeros años se aprende a 360 grados, después poco a poco se profundiza en una dirección y finalmente está la especialización. Pero si uno ha aprendido a aprender, este es el secreto, aprender a aprender, esto le queda para siempre, ¡queda una persona abierta a la realidad! Esto lo enseñaba también un gran educador italiano, que era un sacerdote: Don Lorenzo Milani.
¿Y sabéis qué os digo? ¡Que los maestros son los primeros que deben permanecer abiertos a la realidad, he escuchado los testimonios de vuestros profesores, me ha gustado mucho verlos abiertos a la realidad, con la mente siempre abierta a aprender! Porque si un maestro no está abierto a aprender, no es un buen maestro, ni es tampoco interesante; los chicos lo entienden, tienen “olfato", y se ven atraídos por los profesores que tienen un pensamiento abierto, "incompleto", que buscan “algo más", y así contagian esta actitud a los estudiantes. Este es uno de los motivos por el que amo la escuela.
Otro motivo es que la escuela es un lugar de encuentro. Porque todos nosotros estamos en camino, siguiendo un proceso, siguiendo un camino. He escuchado, lo hemos escuchado todos hoy, la escuela no es un parking, es un lugar de encuentro en el camino. Un lugar de encuentro. Se encuentran los compañeros; se encuentran los profesores, se encuentra el personal asistente. Los padres encuentran a los profesores; el director encuentra a las familias, etcétera. Es un lugar de encuentro. Y nosotros necesitamos esta cultura del encuentro, para encontrarnos, para conocernos, para amarnos, para caminar juntos. Y esto es fundamental en la edad del crecimiento, como complemento a la familia. La familia es el primer núcleo de relaciones: la relación con el padre y la madre y los hermanos es la base, y nos acompaña siempre en la vida. Pero en la escuela nosotros "socializamos": encontramos personas diversas de nosotros, diversas por edad, por cultura, por origen, por capacidades diferentes… La escuela es la primera sociedad que integra la familia. ¡La familia y la escuela no deben contraponerse nunca! Son complementarias, y por tanto es importante que colaboren en el respeto mutuo. Y las familias de los chicos de una clase pueden hacer mucho juntas entre sí y con los maestros. Esto hace pensar en un proverbio africano muy bello: "Para educar un hijo hace falta una aldea". Para educar a un chico hace falta mucha gente, familia, escuela, profesores, todos, personal asistente, profesores, todos. ¿Os gusta este proverbio africano? ¿Os gusta? Repitámoslo juntos…
Y después, amo la escuela porque nos educa a lo que es verdadero, bueno y bello. Van juntos los tres, ¿eh? La educación no puede ser neutra. O es positiva o es negativa; o enriquece o empobrece; o hace crecer a la persona o la deprime, incluso puede corromperla. En la educación es muy importante lo que hemos escuchado aquí hoy: es siempre más bella una derrota limpia que una victoria sucia. Recordadlo. Esto nos hará bien para la vida. Digámosla juntos: es siempre más bella una derrota limpia que una victoria sucia. La misión de la escuela es la de desarrollar el sentido de lo verdadero, el sentido de lo bueno y el sentido de lo bello. Y esto tiene lugar a través de un camino rico, hecho de muchos "ingredientes". ¡Por eso hay tantas disciplinas! Porque el desarrollo es fruto de diversos elementos que actúan juntos y estimulan la inteligencia, la conciencia, la afectividad, el cuerpo, etc. Por ejemplo, si estudio esta Plaza, Plaza de San Pedro, aprendo cosas de arquitectura, de historia, de religión, también de astronomía – el obelisco recuerda el sol, pero pocos saben que esta plaza es un gran meridiano.
De este modo cultivamos en nosotros lo verdadero, lo bueno y lo bello; y aprendemos que estas tres dimensiones nunca están separadas, sino siempre entrelazadas. Si una cosa es verdadera, es buena y es bella; si es bella, es buena y es verdadera; y si es buena, es verdadera y es bella. Y juntos estos elementos nos hacen crecer y nos ayudan a amar la vida, también cuando estamos mal, también en medio de los problemas. ¡La verdadera educación nos hace amar la vida y nos abre a la plenitud de la vida!
Y finalmente quisiera decir que en la escuela no sólo aprendemos conocimientos, contenidos, sino que también aprendemos costumbres, y también valores. Las tres juntas. Se educa para conocer las cosas, es decir, tantos contenidos importantes, para tener ciertas costumbres, y también para asumir valores. Y esto es muy importante. Os deseo a todos vosotros, padres, profesores, personas que trabajais en la escuela, estudiantes, os deseo un buen camino juntos, un camino que haga crecer, que haga crecer los tres idiomas que una persona madura debe saber hablar: la lengua de la mente, la lengua del corazón y la lengua de las manos, pero armoniosamente, es decir, pensar bien lo que sientes y lo que haces, sentir bien lo que piensas y lo que haces, y hacer bien lo que piensas y lo que sientes. Las tres lenguas, armoniosamente. Gracias de nuevo a los organizadores de esta jornada y a todos vosotros que habéis venidos. ¡Y por favor, por favor, no nos dejemos robar el amor por la escuela!
¡Ante todo os doy las gracias, porque habéis realizado una cosa muy bella! Sí, este encuentro es muy bueno: un gran encuentro de la escuela italiana, toda la escuela: pequeños y grandes; maestros, personal no docente, alumnos y padres; estatal y no estatal… Doy las gracias al cardenal Bagnasco, a la Ministra Giannini, a todos cuantos han colaborado; y estos testimonios, verdaderamente hermosos, importantes. He escuchado muchas cosas buenas, que me han hecho bien a mi. ¡Se ve que esta manifestación no es "en contra", es "por"! ¡No es un lamento, es una fiesta! Una fiesta de la escuela. Sabemos bien que hay problemas y cosas que no van bien, lo sabemos. Pero vosotros estáis aquí, nosotros estamos aquí porque amamos la escuela. Y digo “nosotros” porque yo amo la escuela, la amé de alumno, de estudiante y de profesor. Y después de obispo. En la diócesis de Buenos Aires me encontraba a menudo con el mundo de la escuela, y hoy os doy las gracias, y hoy os doy las gracias por haber preparado este encuentro, pero que no es de Roma sino de toda Italia. Por esto os doy muchas gracias. Gracias.
¿Por qué amo la escuela? Intentaré decíroslo. Tengo una imagen: he oído aquí que no crecemos solos, que siempre hay una mirada que te ayuda a crecer. Yo tengo la imagen de mi primera maestra. Una mujer, mi maestra, que me cogió a los seis años, en el primer nivel de la escuela. Nunca he podido olvidarla. Ella me hizo amar la escuela. Y después yo iba a visitarla durante toda la vida, hasta el momento en que faltó, a los 98 años. Y esta imagen me hace bien. Amo la escuela porque esa mujer me enseñó a amarla. Este es el primer motivo por el que yo amo la escuela.
Amo la escuela porque es sinónimo de apertura a la realidad. ¡Al menos así debería ser! No siempre consigue serlo, y entonces quiere decir que es necesario cambiar un poco el punto de vista. Ir a la escuela significa abrir la mente y el corazón a la realidad, a la riqueza de sus aspectos, de sus dimensiones. Y nosotros no tenemos el derecho a tener miedo a la realidad. La escuela nos enseña a comprender la realidad. ¡Esto es bellísimo! En los primeros años se aprende a 360 grados, después poco a poco se profundiza en una dirección y finalmente está la especialización. Pero si uno ha aprendido a aprender, este es el secreto, aprender a aprender, esto le queda para siempre, ¡queda una persona abierta a la realidad! Esto lo enseñaba también un gran educador italiano, que era un sacerdote: Don Lorenzo Milani.
¿Y sabéis qué os digo? ¡Que los maestros son los primeros que deben permanecer abiertos a la realidad, he escuchado los testimonios de vuestros profesores, me ha gustado mucho verlos abiertos a la realidad, con la mente siempre abierta a aprender! Porque si un maestro no está abierto a aprender, no es un buen maestro, ni es tampoco interesante; los chicos lo entienden, tienen “olfato", y se ven atraídos por los profesores que tienen un pensamiento abierto, "incompleto", que buscan “algo más", y así contagian esta actitud a los estudiantes. Este es uno de los motivos por el que amo la escuela.
Otro motivo es que la escuela es un lugar de encuentro. Porque todos nosotros estamos en camino, siguiendo un proceso, siguiendo un camino. He escuchado, lo hemos escuchado todos hoy, la escuela no es un parking, es un lugar de encuentro en el camino. Un lugar de encuentro. Se encuentran los compañeros; se encuentran los profesores, se encuentra el personal asistente. Los padres encuentran a los profesores; el director encuentra a las familias, etcétera. Es un lugar de encuentro. Y nosotros necesitamos esta cultura del encuentro, para encontrarnos, para conocernos, para amarnos, para caminar juntos. Y esto es fundamental en la edad del crecimiento, como complemento a la familia. La familia es el primer núcleo de relaciones: la relación con el padre y la madre y los hermanos es la base, y nos acompaña siempre en la vida. Pero en la escuela nosotros "socializamos": encontramos personas diversas de nosotros, diversas por edad, por cultura, por origen, por capacidades diferentes… La escuela es la primera sociedad que integra la familia. ¡La familia y la escuela no deben contraponerse nunca! Son complementarias, y por tanto es importante que colaboren en el respeto mutuo. Y las familias de los chicos de una clase pueden hacer mucho juntas entre sí y con los maestros. Esto hace pensar en un proverbio africano muy bello: "Para educar un hijo hace falta una aldea". Para educar a un chico hace falta mucha gente, familia, escuela, profesores, todos, personal asistente, profesores, todos. ¿Os gusta este proverbio africano? ¿Os gusta? Repitámoslo juntos…
Y después, amo la escuela porque nos educa a lo que es verdadero, bueno y bello. Van juntos los tres, ¿eh? La educación no puede ser neutra. O es positiva o es negativa; o enriquece o empobrece; o hace crecer a la persona o la deprime, incluso puede corromperla. En la educación es muy importante lo que hemos escuchado aquí hoy: es siempre más bella una derrota limpia que una victoria sucia. Recordadlo. Esto nos hará bien para la vida. Digámosla juntos: es siempre más bella una derrota limpia que una victoria sucia. La misión de la escuela es la de desarrollar el sentido de lo verdadero, el sentido de lo bueno y el sentido de lo bello. Y esto tiene lugar a través de un camino rico, hecho de muchos "ingredientes". ¡Por eso hay tantas disciplinas! Porque el desarrollo es fruto de diversos elementos que actúan juntos y estimulan la inteligencia, la conciencia, la afectividad, el cuerpo, etc. Por ejemplo, si estudio esta Plaza, Plaza de San Pedro, aprendo cosas de arquitectura, de historia, de religión, también de astronomía – el obelisco recuerda el sol, pero pocos saben que esta plaza es un gran meridiano.
De este modo cultivamos en nosotros lo verdadero, lo bueno y lo bello; y aprendemos que estas tres dimensiones nunca están separadas, sino siempre entrelazadas. Si una cosa es verdadera, es buena y es bella; si es bella, es buena y es verdadera; y si es buena, es verdadera y es bella. Y juntos estos elementos nos hacen crecer y nos ayudan a amar la vida, también cuando estamos mal, también en medio de los problemas. ¡La verdadera educación nos hace amar la vida y nos abre a la plenitud de la vida!
Y finalmente quisiera decir que en la escuela no sólo aprendemos conocimientos, contenidos, sino que también aprendemos costumbres, y también valores. Las tres juntas. Se educa para conocer las cosas, es decir, tantos contenidos importantes, para tener ciertas costumbres, y también para asumir valores. Y esto es muy importante. Os deseo a todos vosotros, padres, profesores, personas que trabajais en la escuela, estudiantes, os deseo un buen camino juntos, un camino que haga crecer, que haga crecer los tres idiomas que una persona madura debe saber hablar: la lengua de la mente, la lengua del corazón y la lengua de las manos, pero armoniosamente, es decir, pensar bien lo que sientes y lo que haces, sentir bien lo que piensas y lo que haces, y hacer bien lo que piensas y lo que sientes. Las tres lenguas, armoniosamente. Gracias de nuevo a los organizadores de esta jornada y a todos vosotros que habéis venidos. ¡Y por favor, por favor, no nos dejemos robar el amor por la escuela!