Mientras ucranianos y separatistas pro-rusos se enfrentan en Donesk, Odessa y Solviansk, el Papa Francisco pide al Señor que infunda en los corazones sentimientos de pacificación y de fraternidad
Durante la oración del Regina coeli, el Papa se refirió al destino de Ucrania, un tema de creciente preocupación que amenaza la unidad de los cristianos.
Por su parte, en una entrevista al Financial Times, el primer ministro ucraniano, Arseni Yatseniouk, calificó el periodo actual como “los diez días más peligrosos desde la independencia de 1991”.
La tradicional conmemoración de la victoria sobre los nazis, el 9 de mayo, corre el riesgo de conducir a nueva violencia. Otra fecha que favorece la tensión es el 11 de mayo, cuando un referéndum deberá decidir la creación o no de una “república popular de Donetsk”, deseada por los pro-rusos.
Finalmente, el 25 de mayo, las elecciones presidenciales dirigidas a garantizar la legitimidad del poder de Kiev podrían inflamar todas las tensiones.
Esta serie de crisis está agravada por las sospechas de intervenciones exteriores. El poder ucraniano afirma que Moscú intenta desestabilizar el país activando el separatismo al Este del país.
Por el contrario, unas revelaciones del diario alemán Le Bild apuntan a la presencia de agentes de la CIA y del FBI asesorando al gobierno con sede en Kiev, lo cual mantiene los temores de injerencias estadounidenses en el conflicto.
En esta situación, las distintas comunidades ortodoxas y católicas tienen claramente una función de apaciguamiento que desempeñar.
Por una coincidencia de calendario, el 25 de mayo, fecha de las elecciones presidenciales, marcará también el encuentro entre el Papa Francisco y el patriarca de Constantinopla Bartolomé I, que tiene una “primacía de honor” entre los patriarcas ortodoxos.
Sin embargo existe un gran riesgo de ver la religión instrumentalizada para dividir a los ucranianos.
El patriarca de Moscú y de todas las Rusias, Cirilo I, ha mostrado su preocupación por ello afirmando que su Iglesia debe “salvaguardar su capacidad de llevar a la paz y no sucumbir a ninguna tentación política ni servir a ninguna posición política”.
Los greco-católicos ucranianos y los ortodoxos de la Iglesia autocéfala de Kiev son acusados por los separatistas pro-rusos de “pertenecer al Oeste”.
Y al contrario, los ortodoxos mayoritarios son acusados por los ucranianos de estar a las órdenes de Moscú.
En este marco en el que la religión corre el riesgo de ser utilizada con fines políticos, los líderes de las Iglesias tienen una gran responsabilidad.
“Estamos convencidos de que los líderes de las Iglesias deben dar pasos decisivos para reconciliar a la cristiandad dividida y responder a las necesidades urgentes de nuestro tiempo”, declaró el patriarca Bartolomé I el mes pasado en una entrevista publicada por el Servicio de Información Religiosa (SIR) de la conferencia episcopal italiana.
Tras los trágicos acontecimientos de Odessa, que provocaron el pasado 2 de mayo la muerte de unas cuarenta personas, el metropolitano de Odessa y de Izmaïlsk Agathange recordó en un mensaje que el enemigo a combatir está en cada uno de nosotros.
“Hoy, mirando cómo se ha producido una terrible tragedia en la ciudad santa de Odessa, similar al primer antiguo asesinato [la muerte de Caín, n.d.t.], miremos atentamente en lo profundo de nuestros corazones –exhortó-: ¿no está destruida la imagen de Dios en nosotros?”.