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¿Cómo hacer más eficaz la catequesis?

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Juan Karita/AP Photo

Samuel Gutiérrez - publicado el 05/05/14

Entrevista al obispo auxiliar de Barcelona, monseñor Sebastià Taltavull

Al obispo Sebastià Taltavull le cuesta decir que no. Su agenda es una de las más apretadas del arzobispado de Barcelona, y a pesar de ello, cuando se encuentra con alguna persona parece que se detiene el tiempo. Su carácter cercano y conciliador no pasa desapercibido. Antes, incluso, de la llegada del papa Francisco, él ya era un pastor con olor a oveja.

Vivimos un momento especial de Iglesia, en el que el acento se está poniendo sobre todo en la dimensión pastoral. Como presidente recientemente elegido de la Comisión de Pastoral de la Conferencia Episcopal Española y presidente también del SIC, ¿se encuentra especialmente a gusto?

Ciertamente que vivimos un momento especial por muchos motivos y da gusto poder vivirlo. La imagen de la Iglesia como hospital de campaña —tan original del Papa Francisco— refleja muy bien cómo es este momento.

Sobre todo porque nos anima a esforzarnos en ir a lo esencial del Evangelio: el encuentro personal con Jesús y la atención preferente a los más pobres. Responder a esto es el objetivo de la pastoral de la Iglesia.

Y ya sabemos cómo tiene que ser esta pastoral: una pastoral en clave de misión, que, como dice el Papa Francisco, pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del «siempre se ha hecho así».

Nos invita a ser audaces y creativos a la hora de repensar objetivos, estructuras, estilos y métodos evangelizadores. Es necesario concentrar el anuncio de Jesús y del Evangelio en lo que es esencial, más atractivo y al mismo tiempo más necesario.

Trabajar así es fascinante y motivador. Y nos aleja de quedarnos en lo secundario y superficial, que es lo que más problemas crea.

Una pastoral así no quiere un cristianismo mediocre, sino auténtico, porque intenta hacer realidad el estilo del buen pastor que va delante, está en medio y detrás del rebaño. Si los pastores olemos a oveja, ayudaremos al rebaño a oler a Cristo.

La transmisión de la fe, sobre todo a los niños, es uno de los desafíos más importantes de la Iglesia. ¿En qué sentido tiene que cuestionarnos esta fuerte insistencia del Santo Padre?

Todo es hoy un desafío. Se nos piden respuestas valientes, atrevidas y, en ciertos momentos, nos sentimos muy pobres. Lo más necesario es que los adultos vivamos una fe coherente y comprometida.

Tenemos que ser muy conscientes de que es Dios quien da el don de la fe y que nosotros somos un instrumento en sus manos para transmitirla.

Esto pide vivir la vocación cristiana con todas sus exigencias y hacer que el seguimiento de Jesús comprenda todas las dimensiones de nuestra vida, nos dé una fuerte unidad interior y capacidad de contagiar a los demás lo que somos, creemos y vivimos.

Es urgente hoy crear clima cristiano, cultura vocacional, para impregnar el ambiente de los valores del Evangelio y el entusiasmo por Jesús.

¿Hemos hecho, necesariamente, algo mal o no hay que pensar en esto y centrarnos mejor en afrontar la crisis como oportunidad?

No vale la pena perder el tiempo culpabilizándonos. Catequistas y muchas familias se han entregado en cuerpo y alma en la educación de la fe, pero a menudo topan con un ambiente global de indiferencia y, por eso, hoy no lo tienen fácil y viven con la impresión de ir contra corriente. Otros han eludido la responsabilidad. Toda crisis, ciertamente, es una oportunidad para repensar muchas cosas y renovarse.

Decía Benedicto XVI que no se empieza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con una Persona: Jesucristo. ¿Cómo tendría que ser una catequesis —de niños o adultos— orientada hacia el primer anuncio y hacia la experiencia de fe?


Estamos insistiendo mucho en la necesidad de este encuentro con Jesús. El Papa Francisco dice que «la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús».

Nos dirá también que «en la catequesis tiene un rol fundamental el primer anuncio o kerygma, que tiene que ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial».

Por eso la catequesis es sobre todo una experiencia de fe y eso sólo es posible si ha habido un encuentro con Jesús.

¿Cómo se traslada esta experiencia a la catequesis?

Con el testimonio directo de los educadores, padres y catequistas, fruto de una experiencia habitual de encuentro con Jesús en la oración y en la relación con los demás, en la eucaristía y los demás sacramentos, y en el compromiso social.

Para mí fue decisivo que a los seis años mi padre me dijese en el día de mi primera comunión, después de comulgar: «Ahora habla con Jesús, que con él se puede hablar.» Después me preguntaba: «¿Qué le has dicho?… Y él, ¿qué te ha dicho a ti?»

Hacía tiempo que a él y a mi madre les veía y sentía rezar juntos. ¡Por eso creo que la influencia de la familia para el encuentro con Jesús es decisiva y te sirve para toda la vida!

Es fundamental que el primer anuncio —que es transversal en la catequesis— vaya acompañado siempre de un clima de amor.

Teniendo en cuenta sus apretadas agendas, ¿cuál tiene que ser el papel del ministro ordenado en la pastoral catequética?

Las agendas nos las llenamos nosotros mismos según las prioridades pastorales que nos proponemos. El sacramento del Orden nos sitúa en el servicio a la comunidad cristiana y al estilo del buen pastor, Jesús.

En el ámbito de la educación cristiana, la catequesis es una misión irrenunciable por tratarse del anuncio del Evangelio, como también lo es, formando una sola unidad, la liturgia y la caridad.

El ministro ordenado tiene que dedicar tiempo a la catequesis, tiene que acompañar a las personas en su proceso de crecimiento, tiene que despertar la vocación catequética desde la observación y el trato con las personas, y tiene que asegurar la formación de los catequistas, siendo «catequista de catequistas».

No podemos defraudar a nadie poniendo otras prioridades en nuestras agendas según los propios intereses, cuando lo que la Iglesia nos pide es ser servidores de todos en todo tiempo y a plena dedicación.

El Papa Francisco hace referencia a las actitudes que pueden ayudar a acoger mejor el anuncio: proximidad, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena.

Pensemos que el buen pastor, Jesús, no deja ni un solo instante al rebaño, porque sabe que sería peligroso si lo hiciera. La pastoral implica estar entre el rebaño, estar en él y que nos puedan encontrar en medio de las ovejas.

Desde un punto de vista muy práctico y concreto. Si usted fuese ahora un sencillo párroco, ¿qué tres o cuatro cosas tendría muy claras a la hora de organizar la catequesis?

He sido párroco durante años y de tres parroquias distintas, así como consiliario de un centro catequístico fundado por un laico. Creo que ahora seguiría haciendo lo mismo, eso sí, atendiendo a los signos de los tiempos, pero siempre contando
con los demás sacerdotes y laicos. La Iglesia somos todos y la tenemos que pensar y vivir como verdadero Pueblo de Dios.

El primer objetivo sería construir comunidad yendo a buscar a la gente allí donde se encuentra. Una Iglesia que saliendo, acoja a todo el mundo. Un lugar clave es la familia, que es la que hace posible la comunidad cristiana.

Por tanto, es fundamental el trabajo directo con las familias, acogiéndolas, visitándolas, conociéndolas y acompañándolas. Esto pide tiempo y dedicación exclusiva, que es lo que tenemos que hacer los sacerdotes que servimos a las parroquias y animamos comunidades.


Y junto con todo esto, la llamada, la acogida, el acompañamiento espiritual y formación de catequistas, que tienen que surgir de la comunidad adulta.

Como opción pastoral práctica siempre he defendido y promocionado la catequesis en familia, en la que todos sus miembros se implican. Comporta mucho trabajo y horas de dedicación, pero merece la pena.

Y también los grupos de espiritualidad matrimonial son una fuerza de cohesión, elemento de continuidad y testimonio muy grande en las parroquias.

Muchos catequistas, sobre todo de niños, aseguran que los pequeños son auténticos maestros de fe, que permanecen más abiertos que los adultos al mundo sobrenatural… ¿Cómo se pueden canalizar estas virtudes en favor de toda la comunidad? ¿Hay que dar más la palabra, como insiste en recordar Francisco, a niños y ancianos?

En las catequesis, los niños y los abuelos tienen un gran protagonismo. Es importante aprovecharlo. Los niños nos dan grandes lecciones si los acogemos bien y estamos atentos a ellos. Cuando tienen a quien les ayude y les dedica tiempo, es impresionante ver sus reacciones, su admiración por lo que se les explica, su disponibilidad en todo lo que se organiza.

Tendríamos que acentuar más la parte narrativa y conocer más la Biblia. Lo experimentamos en las catequesis con más o menos intensidad, pero estamos contentos porque lo vemos en cada parroquia en las personas y el interés que ponen en ello.

Me impresionó en mi parroquia que un chico de nueve años nos dijera que estaba enseñando a sus padres a rezar. ¡Tan cierto que los padres, emocionados, me lo confirmaron cuando vinieron a la misa familiar!

Los abuelos hoy tienen también un rol importante, aunque resulta un poco complicado cuando los padres no intervienen para nada. El niño necesita un entorno favorable avalado por todos los frentes que lo rodean.

Fragmento de una entrevista publicada en el semanario Catalunya Cristiana del 27 de abril

Tags:
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