La Iglesia es un refugio para los mendigos, cojos, chicas de vida fácil, piltrafas, holgazanes que nos aferramos a la túnica de Jesús
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El día de la doble canonización de nuestros santos papas, una gran burguesa, figura del patronato francés, puso este mensaje en Twitter: “Impresionante esta necesidad de irracionalidad ciega llenada por la religión. Roma hoy: la corte de los milagros”.
Me he dicho que este tweet no traduce tanto un desprecio por la religión como un desprecio por la expresión popular de la religión. Pon a esta mujer de mundo en la mesa de un monseñor que refleje su condición o de un “dominico de corazón” en una de esas camarillas romanas y seguramente la gran dama encontrará ahí una religión mundana muy respetable.
Sin embargo, hay que reconocer que nuestra gran burguesa ha podido rendir el homenaje más bello que pueda haber en el acontecimiento de la plaza de San Pedro. La “corte de los milagros”, dice. Qué oportuna expresión: bravo, querida señora, ¡lo habéis comprendido todo!
La corte de los milagros es un refugio; un refugio para mendigos, cojos, lisiados, ciegos, deformes, piltrafas, reclusos, bohemios, hijas de vándalos, chicas de vida fácil y salteadores de caminos. Este es el santo cortejo de los holgazanes que se aferraban a la túnica de Jesús por los caminos de Galilea. ¡Este es el pueblo de Dios, este es el pueblo santo!
Pero “yo no soy un mendigo”, me dirás. ¡Oh, claro que lo eres! Eres un mendigo cada vez que depositas tus sufragios al pie de una estatua para la curación de tu hijo, eres un mendigo cada vez que escondes tus sucias miserias entre rosas de santa Teresita; eres un mendigo cada vez que depositas tu debilidad espiritual a los pies del tabernáculo, cada vez que vuelves maltrecho al confesionario, cada vez que pones tus labios sobre una pequeña cruz de madera o en un rosario cuya historia sagrada sólo conocéis tú, el buen Dios y sus santos.
¿De dónde viene esta “necesidad de irracionalidad ciega” de la que habla nuestra gran burguesa? Viene de la miseria. Viene de la miseria y es la puerta de entrada a la misericordia.
Esta expresión de lo sobrenatural –que algunos llaman lo “maravilloso”- es la teología del pueblo, la religión del pueblo. El domingo 27 de abril, la Iglesia habló el lenguaje del pueblo. El Papa hizo los gestos del pueblo, abrazando los relicarios, poniendo su mano derecha sobre la estatua de la Virgen antes de persignarse.
La Iglesia no ha hablado el lenguaje del mundo ni de las cenas en la ciudad. La Iglesia ha mostrado al mundo las cinco llagas de Cristo, las que Tomás toca para creer, las que el pueblo contempla en todas las cruces del mundo, esas por las que somos curados. Al hablar de sus santos, la Iglesia ha hablado del cielo, de nuestro destino eterno. La Iglesia ha hablado la lengua de la miseria de los hombres y de la misericordia de Dios.
¿Es para nuestros contemporáneos este lenguaje audible, legible, creíble, como se dice? A la manera del mundo, racionalmente, no lo es. ¿Os dais cuenta de que la Iglesia ha ido precisamente a exhumar el féretro de Juan XXIII, a levantar la tapa, para exponer a la veneración de los fieles este cuerpo frío desde hace más de 50 años?
Este lenguaje del pueblo, estos gestos del pueblo, la Iglesia los ha mostrado ante el mundo, naturalmente, como una evidente evidencia, como suspendida en el tiempo, en un lenguaje antiguo que es el único que todavía habla, en su tradición gregoriana.
Cientos de millones de personas lo han visto y oído gracias a la televisión. ¿Cuántos corazones soberbios se han endurecido todavía más? ¿Cuántas almas de mendigos ha tocado Cristo? No lo sé. Pero lo que sí sé es que la Iglesia es un refugio para los mendigos de todos los tiempos, la Iglesia es realmente “la corte de los milagros”.
Crónica difundida por Radio Espérance el 2 de mayo de 2014