Desde la cátedra de su sillita de ruedas, dicta lecciones magistrales de humanidad: Bienaventurados los pobres, los humildes, los que lloran…
María es una pitufa de 4 años que me ha robado el corazón. Una rubia preciosa. Pura alegría. Dispuesta siempre a regalarte una sonrisa. La pequeña María no puede hablar ni moverse por sí sola. Tiene dificultades auditivas y visuales. Tampoco puede tragar y sus papis y hermanos le introducen los alimentos, ya triturados, directamente al estómago.
A María le diagnosticaron varias patologías ya en el vientre materno. Sus padres sabían que sus condiciones físicas y psíquicas no iban a ser las más favorables. Al menos según los parámetros humanos….
Algún médico incluso sugirió que lo mejor era que no naciera. ¡Con horror sus padres se negaron en redondo! Jamás se les hubiera pasado por la cabeza algo así. Si le hubieran hecho caso, hoy no podrían disfrutar del auténtico tesoro de la casa. Ella es el sol que ilumina una galaxia en la que no faltan otras estrellas, en forma de hermanos y hermanas, también muy luminosas.
Carlos, su padre, me cuenta que María es la alegría del hogar. La que con su sonrisa es capaz de aliviar la jornada más agotadora. A los ojos de mundo es una pobre niña discapacitada, alguien por quien se debe sentir lástima, pero a los ojos de los suyos, de los que la conocen de verdad y de los que se acercan a ella sin prejuicios, ella es el auténtico pilar de la familia. Una auténtica bendición.
Para ellos, no hay motivos para la resignación ni la tristeza, sino todo lo contrario: todo son motivos para la acción de gracias. ¡Se sienten tan afortunados con María!
Realmente es un misterio cómo puede suceder algo así. ¡Algo inaudito! Que la fragilidad se revele tan vivificadora, tan fértil. En su debilidad, en su pequeñez, María nos enseña que las cosas, la mayoría de las veces, no son lo que parecen.
Desde la cátedra de su sillita de ruedas, dicta lecciones magistrales de humanidad: «Bienaventurados los pobres, los humildes, los que lloran, los que trabajan por la paz, los misericordiosos…»: una humanidad que no responde a los criterios del mundo y que contradice la lógica contemporánea.
María no lo dice con palabras, que sería muy fácil. Lo dice con una vida y con una sonrisa que te llegan hasta lo más hondo. ¡Gracias, pitufa, eres un auténtico regalo!