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Pocas cosas buenas tiene una crisis como la que estamos viviendo. La experiencia nos demuestra, sin embargo, que incluso del mal puede sacarse bien. ¿Cómo se entiende, si no, que en estos tiempos de recortes y estrechez haya aumentado la solidaridad?
Es curioso, pero cuando menos tenemos es cuando más solidarios somos. Parece como si la prueba, la dificultad, el obstáculo, sacara lo mejor de nosotros mismos. Como si el ser humano fuera bello y bueno por naturaleza, pero necesitara de un empujoncito para que esta bondad y esa belleza salga a relucir.
En las antípodas de esta concepción del hombre, hay quien cree que sus actos de bondad son más bien una excepción en medio de un paisaje árido y poco halagüeño. «El hombre es un lobo para el hombre», que decía el filósofo.
Personalmente, me resisto a creer algo así. Es verdad que este mundo dista mucho de ser el mejor mundo posible. Que hay conflictos, sufrimiento, dolor y muerte en gran parte provocado por el propio hombre.
Pero si aguzamos la mirada, si abrimos el corazón, siempre podremos atisbar brotes de esperanza. No se trata simplemente de ver el vaso medio lleno o medio vacío —esto es pura psicología— sino de descubrir en el ser humano —empezando por nosotros mismos— un germen de bondad, belleza y bien que lo eleva por encima de todas las criaturas.
A menudo esa luz es pequeña y apenas se percibe en medio de la oscuridad, pero está ahí y quiere crecer. Lo sabemos, la luz llama a la luz. La bondad se contagia y la belleza florece de rostro en rostro. Es como una cadena bien ensamblada. Ponerla en marcha significa estar dispuesto a salir de uno mismo y emprender la revolución del amor.
Frente a una fuerza que nos invita a la comodidad y al bienestar personal, a la seguridad y a la posesión, hay otra más sutil, pero igualmente atractiva, que nos empuja a la entrega y al servicio, al riesgo y a la gratuidad.
No siempre será fácil tomar una decisión. Las tentaciones suelen ser grandes, pero no por ello insalvables. Sólo hace falta mirar al final del camino. ¿Qué es lo que más nos llena? ¿Qué es lo que nos hace más felices? Los que lo han experimentado, y son muchos, lo tienen claro: «Da más alegría el dar que el recibir». ¿Lo probamos hoy?