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“Cuando deja al padre y a la madre para unirse a una mujer, hacerse una sola carne e ir adelante y este amor falla, y porque muchas veces falla, debemos sentir el dolor del fracaso, acompañar a esas personas que han tenido este fracaso en el amor. ¡No condenar! ¡Caminar con ellos! Y no hacer casuística con su situación”. (Papa Francisco).
La atención pastoral de quienes se encuentran en situaciones matrimoniales difíciles, especialmente los vueltos a casar, no es una preocupación nueva para la Iglesia Católica, al contrario se trata de un problema complejo que siempre ha sido tratado con seriedad, y que en la actualidad se ha vuelto una urgencia debido al incremento de los divorcios y de las parejas que viven en unión libre.
El Directorio Pastoral de la Arquidiócesis de México para el Sacramento del Matrimonio, destaca que las comunidades cristianas tienen el gran desafío de abrirse hacia aquellas parejas que están unidas por el sacramento del matrimonio y hacía quienes recibieron el sacramento, se divorciaron y se volvieron a casar, para mostrarles la vida de fe, esperanza, caridad y unión que les ofrece la Iglesia.
Desde el año 20005, investigaciones de la Facultad de Psicología de la UNAM ya señalaban que el 30 por ciento de las parejas se divorciaban en menos de cinco años, y que el 13 por ciento de ellos se volvía a casar, a lo que se suma un incremento en las uniones libres, que alcanzan el 14.2 por ciento de quienes viven en pareja.
Los últimos Pontífices han mostrado su sensibilidad al dolor de quienes padecen el fracaso del proyecto de su amor conyugal. El Papa Juan Pablo II subrayaba que “Estos hombres y estas mujeres deben saber que la Iglesia los ama, no está alejada de ellos y sufre por su situación. Los divorciados vueltos a casar son y siguen siendo miembros suyos, porque han recibido el bautismo y conservan la fe cristiana”.
El Directorio Pastoral Arquidiocesano también retoma la luz que arrojó el Papa Emérito Benedicto XVI en el encuentro Mundial de las Familias, en Milán, Italia, en el 2012, cuando explicó que “Este problema es uno de los grandes sufrimientos de la Iglesia de hoy. Y no tenemos recetas simples”, destacando la importancia de decir a estas personas que “la Iglesia las ama; deben ver y sentir este amor”.
Este tema tampoco es ajeno al Papa Francisco, quien ha llamado a no a las personas divorciadas, a “caminar con ellos”, a sentir dolor junto con ellos por el “fracaso en su amor”, y ha convocado para el mes de octubre a un Sínodo de obispos sobre el tema «Los desafíos pastorales de familia en el contexto de la evangelización «, que incluye el desafío de la atención pastoral a los “vueltos a casar”.
El Catecismo de la Iglesia Católica indica respeto a los “divorciados vueltos a casar” que conservan su fe y desean educar cristianamente a sus hijos y pide a los sacerdotes y a toda la comunidad acogerlos para que no se consideren separados de la Iglesia.
En su exhortación apostólica “Familiaris Consortio”, el Papa Juan Pablo II señala que La pastoral de los divorciados debe acompañar a este grupo de parejas en la caridad, tomando en cuenta que algunos aspectos como que su situación de indisolubilidad, no les impide ser miembros del pueblo de Dios y de recibir gracias.
Que no pueden recibir la comunión sacramental, ni ejercer ciertas responsabilidades eclesiales: ser padrinos, ejercer ministerios litúrgicos estables o catequistas, pero si pueden participar con la comunión espiritual, oración y obras de caridad.
El Directorio Pastoral Arquidiócesano para el Sacramento del Matrimonio, indica que los agentes que realizan acciones a favor de los divorciados vueltos a casar, deben manifestarles la misericordia de Dios con un mensaje alentador y esperanzador, escuchando para decirles que siguen ocupando un lugar en el seno de la comunidad cristiana.
“La empatía hacia los nuevos matrimonios en situación irregular debe ser en la caridad, quienes viven esta situación se sienten, en muchos casos, apartados, separados, e incluso rechazados por la Iglesia. Evidentemente, no debe ser así. Si la Iglesia es madre, una madre –excepto que sea desnaturalizada- nunca rechaza a sus hijos”, destaca el documento.
En sus ordenamientos pastorales pide una actitud de respeto y apertura a todas las parejas que se encuentran en esa situación y que en las parroquias se organice un servicio personalizado para acoger a todos los matrimonios que necesiten orientación para consolidar su unidad y su fe.
Agrega que las parejas de divorciados vueltos a casar están llamadas a participar en la labor pastoral de la Iglesia y a su vez extender su misión en el ámbito familiar, social y laboral:
Prestar apoyo y favorecer la evangelización de los miembros de sus familias y de las personas que los rodean, amigos, compañeros de trabajo…
Intentar ser siempre un ejemplo de vida cristiana para animar a otras parejas a acercarse a Dios.
Dar a sus hijos una educación cristiana y colaborar en su escuela.
Proporcionar a los novios sugerencias para prepararse de la mejor forma posible, para el matrimonio, advirtiéndoles sobre los errores cometidos por ellos, que finalmente desembocaron en la separación y en el dolor que conlleva romper el Sacramento del matrimonio.
Brindar apoyo a otras instituciones, como: hospitales, fundaciones, hogares para ancianos… de acuerdo con las posibilidades de cada uno.
Artículo publicado originalmente por Desde la fe