Imágenes y cultos de origen sevillano fusionados con el fervor local
Una tradición se conserva por siglos en medio de los pueblos, principalmente por la identificación de sus habitantes con esta, y cuando sus valores son coherentes con la vida religiosa autóctona. Esto ha podido comprobarse también este año durante la Semana Santa que terminó en las localidades del Perú, donde las procesiones e imágenes de influencia sevilllana –junto al encuentro y saludo entre las andas–, han sido el centro de la piedad popular.
Son muchas las localidades donde se descubre la huella evangelizadora de los primeros misioneros españoles, quienes a través de signos y esculturas buscaron explicar lo que el cielo contenía, permitiendo así penetrar en su misterio a los nuevos bautizados…
Allí están como testigos las imágenes del Jesús Nazareno, que en algunas localidades de Ayacucho se cree aún que fue esculpido por ángeles. O aquella de la Virgen Dolorosa en mantilla negra y con el corazón atravesado por siete espadas, que en Huaraz sale a llorar con sus hijos.
Canto al Resucitado
Una de las más grandes manifestaciones de la piedad popular en el país es la procesión del Cristo Resucitado de Ayacucho en el Domingo de Pascua.
Para mantener este nivel, el anda se decora en las semanas previas con velas confeccionadas por hábiles artesanos, cuyos motivos representan los productos de la fauna y flora del departamento. De este modo los cirios acomodados por miles, a modo de tenebrario, quedan listos para su encendido el día de Pascua como si fuera un "Cántico de las criaturas" al Salvador.
Al llegar el alba del feliz domingo, otro momento simbólico aparece entre la penumbra y la luz: esta colosal estructura luminosa de doce metros de largo por siete de alto sale de la catedral cargada en hombros por 300 fieles (aquí no hay ruedas debajo).
Ya afuera, las tinieblas se despejan para dar paso a la imagen del Resucitado, que a través de un mecanismo de poleas se eleva hasta el vértice, arrancando aplausos y lágrimas.
"Los españoles eran buenos catequistas porque supieron crear estos mecanismos visuales", nos comentó el arzobispo de Ayacucho, Salvador Piñeiro, quien encabeza siempre la concurrida procesión por la Plaza de Armas.
Tradiciones con fe
Quizás los nombres de Justo, Silverio, Custodio o Mateo no nos dijeron nada durante la Semana Santa. Pero para los pobladores de Huaraz, una provincia de la sierra norte del Perú, son personajes infaltables de la Pasión y de la procesión principal del Viernes Santo.
Los evangelios no los nombran pero sí los describen. Quizás uno fue el que reconoció el mesianismo de Jesús frente a la Cruz; otro no quiso quebrarle los huesos sino lo atravesó y fue el primer testigo no judío de la esencia gloriosa del Crucificado. Es probable que los otros dos lo escupieran y bofetearan mientras le incrustaban la corona de espinas…
¿Ya tiene más pistas sobre ellos…? Exactamente. Se trata de cuatro soldados romanos, cuyas imágenes a tamaño natural son sacadas en hombros (como un símbolo de penitencia y conversión). Ellos forman parte del anda mecánica del Jesús Nazareno de Huaraz, el cual "caerá" tres veces por el peso de la cruz y ante los latigazos de tales verdugos.
"Sin ellos no estaría completa la Pasíón", dice uno de los devotos a las cámaras, recordando que alguna autoridad eclesiástica ha insistido en suprimirlos paulatinamente para evitar que se vuelvan fetiches.
Pero esa procesión del Viernes Santo sí estaría incompleta sin la Madre Dolorosa, quien con lágrimas de vidrio llora sin consuelo por su hijo. Le acompaña el apóstol Juan, que lleva un libro y su pluma, como mudo testigo de lo que le tocará narrar.
Y al final, más atrás pero no menos afectada, les sigue María Magdalena. La misma que con los brazos abiertos del "Santo Entierro" de Caravaggio, pide una explicación al cielo que no le llega…