El escritor colombiano Gabriel García Márquez fallecido el 17 de abril de 2014 en México, tenía, y lo declaraba abiertamente, una “gran estima y profunda admiración” por el Papa Juan Pablo II con quien, entre otras cosas, se encontró dos veces.
La primera fue en 1979 en el Vaticano. García Márquez fue una de las primeras personalidades latinoamericanas recibidas en audiencia por el papa Wojtyla después de su elección.
El escritor Premio Nobel recuerda haber pedido hablar con el neo pontífice para solicitar su ayuda para un programa a favor de los desaparecidos argentinos; un país que entonces hacía dos años se encontraba bajo una férrea dictadura.
Al narrar el encuentro, García Márquez dijo haber encontrado a un papa un “poco desorientado e incómodo tras un escritorio”, muy ocupado “con un trabajo extraordinario que debía aprender”.
El papa Wojtyla se mostró preocupado por las noticias sobre la situación humanitaria, dijo García Márquez, pero desgraciadamente el programa no se realizó nunca.
Algunas crónicas de la época narran también un pequeño incidente: el papa y su ilustre invitado permanecieron algunos minutos “encerrados” en la Biblioteca porque se atascó la llave.
El segundo encuentro, el 25 de enero de 1998, fue breve pero cordial y afectuoso. Gabriel García Márquez estaba presente en la Plaza de la Revolución junto al entonces presidente cubano Fidel Castro, el día de la misa de clausura de Juan Pablo II con ocasión de su visita histórica a Cuba (21-26 de enero de 1998).
Al finalizar la Santa Misa, el papa Wojtyla se acercó al escenario de las autoridades para saludar al presidente Castro y también a Gabriel García Márquez, que estaba a la izquierda del líder cubano.
El Papa Francisco, el 13 de mayo de 2013, recibió como valioso regalo del presidente de Colombia, Manuel Santos, una copia encuadernada de su romance Cien años de soledad y según el gobernante, la reacción del Papa Bergoglio fue inmediata: “Es un libro que he disfrutado mucho…” y luego agregó: “Soy un atento lector de sus libros”.
Por Luis Badilla. Tomado del blog Terre D’America, traducción de Aleteia