Adéntrate con esta cantata barroca en el dolor de María por la muerte de JesúsEn esta Semana Santa, me atrevo a proponerte una experiencia. Deseo acompañarte a través del recorrido musical de una joya del barroco cuya profundidad es realmente conmovedora.
Se trata de la obra Membra Jesu Nostri (BuxWV 75) del músico danés Dietrich Buxtehude (1637-1707) que compuso en 1680 con los textos del siglo XIII de la Oratio Rythmica de Arnulfus Lovaniensis, poemas de Bernardo de Claraval y Joseph von Steinfeld y citas bíblicas con intensas referencias al Crucificado.
Membra Jesu Nostri se compone de siete cantatas referidas a cada una de las partes del cuerpo crucificado de Jesús comenzando por los pies, en un movimiento ascendente, recorre rodillas, las manos, el costado, el pecho, el corazón y, finalmente, el rostro.
Cada cantata tiene una estructura similar. Se inicia con una sonata que presenta la estructura del tema musical principal. Le sigue un concerto en el que suelen tomar parte todas las voces. Después se desarrolla un cuerpo de tres arias, con textos reflexivos sobre la escena, para finalizar con la repetición del concerto.
No pretendo un análisis contextual histórico ni un análisis musical de la obra para el que no estoy capacitado. Sólo pretendo, si me lo permites, acompañarte en el recorrido de esta bella obra y sugerirte algunas claves para que se adentre en la belleza que alberga.
Si el bello himno de Inocencio III y del franciscano Jacopone da Todi, Stabat Mater (S.XIII), describe, desde el punto de vista de un espectador, la escena del dolor de María a los pies de la cruz, te propongo que consideres la obra que aquí te presento desde la óptica propia de María en plena contemplación del cuerpo de su hijo crucificado.
María había recibido el anuncio del ángel ( Lc 1,28-36). “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.
Treinta y tres años más tarde, María, que como judía ansiaba la venida del Mesías, no sólo vive el desconcierto de la esperanza rota y el desvanecimiento de la promesa de Dios.
Ve a su querido hijo muerto, alzado en una máquina de tortura, en una Cruz comprendiendo así aquello la profecía de Simeón cuando presentó a su bebé en el templo “¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!” (Lc 2, 34-35).
Para ello te recomiendo que te relajes y te dispongas a disfrutar durante una hora de esta bella obra. Me atreveré a acompañarte en este trayecto si lees los textos a la par que escuchas las cantatas. Comencemos…
Cantata I. Ad pedes. A los pies.
Sonata
María levanta la vista del suelo y ve los pies atravesados de su hijo. ¡Cuántas veces había escuchado en el templo aquellas palabras de alegría y esperanza para su pueblo del profeta Nahúm (Nah 2:1) o las de Isaías (Is 52,7) sobre los pies del mensajero de paz! María desea evocar las palabras que tanta esperanza la dieron antaño pero la visión de esos pies de su pequeño le apaga todo atisbo de luz. No se lo acaba de creer. Necesita negar esa visión.
Concerto
Ecce super montes
pedes evangelizantis
et annunciantis pacem
He aquí, sobre las montañas,
los pies de aquel que trae la buena nueva
y anuncia la paz
Las voces irrumpen con un
ECCE en do menor alejado de toda esperanza y alegría que se le supone al texto. Las voces se persiguen en fraseos ascendentes evocando los montes pero precipitan su caída al llegar a los pies,
PEDES, volviendo al acorde de do menor inicial
EVANGELIZANTIS. Se repite
ECCE pero con una alteración en el tono, pasa a do mayor. ¿Algo de esperanza, de luz o la necesidad de negar la horrible escena? Todo desemboca los fraseos en un sol menor en
PACEM. Es el contraste entre la luz del texto y la oscuridad de la crucifixión.
Aria
salve Jesu care!Cruci tuae me aptare, vellem vere,
tu scis quare,
da mihi tui copia.
¡te saludo, protector del mundo, te saludo, querido Jesús!
Atarme a tu cruz querría en verdad, tú sabes por qué.
Otórgame tu entereza.
Irrumpe el tenor con un fraseo propio del gregoriano. El tono cambia para desembocar en el acorde de do mayor ante la petición de fuerza y entereza, DA MIHI TUI COPIA. Es un suspiro en medio del llanto para tomar fuerzas.
Dos Arias
Concerto: Ecce super montes.
Vuelve a sonar el concerto con la misma dinámica, salvo que los dos últimos compases transforman PACEM del tono menor a mayor. ¿Todavía es posible que exista esperanza y que lo que está pasando no sea cierto?
Cantata II. Ad genua. A las rodillas.
Sonata
María alza su vista y recuerda en las rodillas de su hijo, los momentos en los que lo mecía de pequeño sobre las suyas propias. Cómo lo balanceaba sobre su regazo hasta que quedaba dormido cuando era un bebé. Recuerda las palabras de Isaías (Is 66:12) sobre los cuidados de su tierno Dios para con sus hijos y evoca todos los momentos tiernos y aquellas caricias a su hijo.
Concerto
Ad ubera portabimini
et super genua blandientur vobis.
(como niños) A sus pechos seréis llevados
y seréis mimados sobre sus rodillas.
Una voz de alto inicia una cadencia en un ritmo ternario de suave balanceo. Las voces van entrando de forma tierna para conformar esa canción de cuna que María recuerda le cantaba a su hijo para que durmiera en su regazo. Finalmente, los seis últimos compases cambian a ritmo de 4 por 4 para acabar con un suspiro tremolo de la soprano ante el bebé dormido.
Tres Arias
Concerto: Ad ubera portabimini.
Cantata III. Ad manus. A las manos.
Sonata
María llora sin consuelo a los pies de la cruz. Está conmocionada por lo que ven sus ojos y sus dolorosos recuerdos, por todo lo que le es arrebatado. No se atreve a levantar más la mirada. José de Arimatea, aparece con unos ayudantes para descolgar el cuerpo de Jesús. Poco a poco lo bajan y lo depositan a los pies de su madre. María lo toma y repara en sus manos. Esas manos que tanto había besado, que había tomado para pasearlo, que le habían acariciado el pelo, la cara. Y viendo esas preciosas manos de su pequeño, descubre las llagas que le han dejado los fríos y crueles clavos…y rompe a llorar. Recuerda al profeta Zacarías (Zac 13:6) “Y le preguntarán: ¿Qué heridas son estas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos.”
Concerto
Quid sunt plagae istae
in medium manuum tuarum?
¿Qué heridas son estas,
en medio de tus manos?
Sobre un acorde en sol menor arpegiado, la soprano primera entra con una voz estremecedora preguntándose con estupor, casi con ira, qué son esas llagas QUID SUNT PLAGAE ISTAE. La pregunta va acompañada por disonancias que evocan la punción dolorosa de los clavos atravesando las manos. El coro entra constatando con rabia y dolor, más como queja que como pregunta, qué son esas llagas que están en medio de las manos IN MEDIO MANU TUARUM. El estupor inicial se convierte en dolor hondo, el tenor y el bajo replican con idéntica disonancia lo que al principio cantaron sopranos y altos. QUID SUNT PLAGAE ISTAE? Por tercera vez se inicia la pregunta pero con la voz de alto, esta vez desde un sentimiento de derrota. María no exige cuentas, el dolor es tan profundo que ya da igual la respuesta. Ya solo desea tener esas manos entre la suyas y llorarlas. Que al menos las lágrimas limpien esas horribles heridas.
Tres Arias
Concerto: Quid sunt plagae istae.
Cantata IV. Ad latus. Al costado.
Sonata
María sostiene a su hijo en brazos y descubre en el costado la herida que le ha abierto la lanzada. No es una herida cualquiera, es una grieta por la que todavía mana sangre y agua. El cuerpo frío de su hijo contrasta con el calor que emana por su herida, recuerdo de la vitalidad de su pequeño. María recuerda el primer poema del Cantar de los Cantares (Cant 2:13,14). La poca vida de su hijo se ha escapado por esa herida, brota y asciende hacia su Padre que lo llama para sí, que llama a su hijo amado a su lado. María comienza a entender que su hijo ha partido hacia el Padre pero todavía necesita retenerlo de alguna manera, aunque sea tapando esa herida, esa grieta.Concerto
Surge, amica mea,
speciosa mea, et veni,
columba mea inforaminibus petrae,
in caverna maceriae
Levántate, amada mía,
hermosa mía, y ven,
paloma mía, que anidas
en los huecos de la piedra
en las grietas de las rocas.
Una voz de alto inicia una dulce invitación a la amada para que se alce. Una melodía suave se desarrolla fluyendo en un compás tres por dos. A pesar de la dulzura de la melodía y del texto del Cantar de los Cantares, la amargura se hace presente con la insistencia con la palabra CAVERNA. Las voces parecen arrebatarse esa grieta que María reconoce en la herida del costado de su hijo.
Tres Arias
Concerto: Surge amica mea
Cantata V. Ad pectus. Al pecho
Sonata
María abraza fuertemente a su hijo contra su pecho y hunde su mirada en sus recuerdos. En medio de toda esa tragedia y de tanto dolor, ante la falta de esperanza y el absoluto sinsentido, necesita evocar aquellos momentos en los que Dios se ha mostrado bueno y generoso con ella. Necesita volver a ser una niña, nacer de nuevo, para volver esperarlo todo de su Padre sin tener expectativas de nada. (1 Pedro, 2:2-3)
Concerto a 3 voci
Sicut modo geniti infantes rationabiles,
et sine dolo concupiscite,
ut in eo crescatis in salutem.
Si tamen gustatis, quoniam dulcis est Dominus.
Haced como los recién nacidos
y anhelad sin maldad
para que así crezcáis en la salvación.
Pues ya habéis experimentado
cáan dulce es el Señor.
Una fuga a tres que inicia el tenor introduce la necesidad de volver a ser como niños SICUT MODO GENITI y con un tono doloroso las voces declaran la intención profunda, rendida sin cuartel, sin mala intención, para dirigirse a Dios SINE DOLO. Tras un silencio de las voces de cuatro compases y medio, un cambio de tempo de ternario a cuaternario y un cambio de carácter comenzando con un acorde en do mayor, presenta la necesidad de María de rescatar su primer amor con Dios, su dulce experiencia, como si de esa forma pudiera convencer a Dios y retener por algún momento la vida de su hijo. DULCIS EST DOMINUS
3 Arias
Concerto a 3 voci: Sicut modo geniti
Cantata VI. Ad cor. Al corazón.
Sonata
María busca el corazón de su hijo. No logra escuchar su latido. Sólo percibe su propio llanto. Intenta hacer silencio por si pudiera escuchar algún leve sonido. Sólo alcanza a escuchar su propia tristeza que alberga el suyo propio. Se alternan movimientos lentos con movimientos rápidos (allegros y adagios) para finalmente culminar en un acorde que se diluye y nos presenta la tristeza profunda de María en la que recuerda las palabras de amor del Cantar de los Cantares, “has herido mi corazón”. (Cantar de los Cantares, 4:9)
Concerto a 3 voci
Vulnerasti cor meum,
soror mea, sponsa,
vulnerasti cor meum.
Tú has herido mi corazón,
Hermana mía, Esposa mía.
La soprano primera inicia un
VULNERASTI tenso, creciente, como el que siente la herida desde lo más adentro y va a florando. La soprano segunda dobla a la primera mientras el bajo las acompaña destacando el profundo dolor. Se encontrarán las tres voces en el abismo de su tesitura, en la nota mi.
Tres Arias
Concerto a 3 voci
Cantata VII. Ad faciem. Al rostro.Sonata
María ha perdido a su hijo, al que tanto quería. Lo ha perdido todo, no le queda nada. Nada se ha reservado. Siente la pobreza de no poder reservarse ni siquiera a su hijo, ni siquiera la esperanza que se había forjado con la promesa recibida de su Dios en la anunciación.
Recuerda sus palabras al ángel “He aquí la sierva del Señor, hágase en mi según Su palabra”. Pero ahora, desde el abandono, no le nace decir nada; no sabe qué decir.
Sólo se permite mirar el rostro golpeado, sangriento e inerte de su hijo y no descubre en él rastro de odio, de rabia. Sólo paz y sosiego.
“Perdónales porque no saben lo que hacen”, le había acertado a oír en la Cruz entre jadeos para acabar con esa aceptación insondable “En tus manos encomiendo mi espíritu”.
Como en el Salmo 129 “De profundis clamavi ad te, Domine” clama de lo más hondo e implora Misericordia. “He aquí la sierva del Señor, que la paz de tu rostro hijo mío me ilumine hasta el fin de mis días” y recuerda las palabras del Salmo 31. (Salmos 31:16):
Concerto
Illustra faciem tuam super servum tuum,
salvum me fac in misericordia tua
Que tu cara brille sobre tu siervo.
Sálvame en la misericordia.
El tenor se alza implorando de forma urgente y necesaria esa luz entre tanta oscuridad. ILLUSTRA FACIEM TUAM. Entra el resto de voces en esta acompañando la petición. La soprano inicia un fraseo descendente más sereno pero marcado buscando la salvación por la misericordia arropada por la soprano según y el bajo. SALVUM ME FAC IN MISERICORDIA TUAM. La voz de alto vuelve a implorar la iluminación para acabar convergiendo todas las voces en la petición por la Misericordia. El bajo entona la petición como antesala al clamor de todo el coro que acabará con un do mayor signo de esperanza.
Tres Arias
Concerto
Amen – Que así sea
María ha aceptado la muerte de su hijo. Se ha abandonado totalmente y su corazón atravesado por la espada del dolor que le anunció el profeta Simeón ha entrado en una serenidad espiritual. La experiencia de esa aceptación es como un río que arrastra todo dolor que encuentra a su alrededor. Las voces entonan de forma alternada un Amen fluido que brota desde un tono menor para dar luz a la atmósfera, para crear un clima cada vez más brillante para anunciar la luz que nace de lo alto acabando en un luminoso do mayor antesala a la resurrección.
Dedicado a todas las madres, en especial a Pilar Manjón