“No existe un cristianismo sin Cruz”, dijo el Papa en la Misa del 8 de abril de 2014 en la Casa Santa Marta del Vaticano. Francisco afirmó que “no hay posibilidad de salir de nuestros pecados por nosotros mismos” y añadió que la Cruz no es un adorno que se pone en el altar, sino el misterio del amor de Dios.
En camino en el desierto, el pueblo murmuraba contra Dios y contra Moisés. Pero cuando el Señor mandó las serpientes, el pueblo admitió su pecado y pidió un signo de salvación.
Francisco comenzó por una lectura del Libro de los Números para reflexionar sobre la muerte en el pecado. Y destacó que Jesús advierte a los fariseos diciéndoles: “Moriréis en vuestro pecado”.
No podemos salvarnos solos
“No hay posibilidad de salir de nuestro pecado por nosotros mismos. No hay posibilidad.
Estos doctores de la ley, estas personas que enseñaban la ley, no tenían una idea clara sobre esto.
Creían, sí, en el perdón de Dios, pero se sentían fuertes, suficientes, sabían todo. Y al final hicieron de la religión, de la adoración a Dios, una cultura con valores, las reflexiones, ciertos mandamientos de conducta para ser educados y pensaban que sí, que el Señor puede perdonar, lo sabían, pero (estaba) demasiado lejos todo esto”.
El chocante símbolo de la salvación
El Señor en el desierto, destacó, manda a Moisés que haga una serpiente y la ponga en un mástil. Quien fuera mordido por las serpientes y la mirase conservaría la vida.
Pero ¿qué es esta serpiente?, se preguntó el Papa. “La serpiente es símbolo del pecado“, como vemos en el Libro del Génesis, cuando “fue la serpiente la que sedujo a Eva proponiéndole el pecado”.
Y Dios, prosiguió, manda alzar el “pecado como bandera de victoria“.
Jesucristo, el verdadero salvador
Esto, destacó Francisco, “no se entiende bien si no entendemos lo que Jesús nos dice en el Evangelio”.
Jesús dice a los judíos: “Cuando veáis levantado al Hijo del hombre, entonces conoceréis quién soy yo“.
En el desierto, dijo, se alzó el pecado “pero es un pecado que busca la salvación, porque cura allí”. Es alzado, destacó, el Hijo del hombre, el verdadero Salvador, Jesucristo:
“El cristianismo no es una doctrina filosófica, no es un programa de vida para sobrevivir, para ser educados, para hacer la paz. Estas son consecuencias.
El cristianismo es una persona, una persona alzada sobre la Cruz, una persona que se anuló a sí misma para salvarnos; se hizo pecado.
Y así como en el desierto se alzó el pecado, aquí se alzó a Dios, hecho hombre y hecho pecado por nosotros. Y todos nuestros pecados estaban allí.
No se entiende el cristianismo sin entender esta humillación profunda del Hijo de Dios, que se humilló a sí mismo haciéndose siervo hasta la muerte y muerte de Cruz, para servir”.
Bendito pecado
Y por esto, el apóstol Pablo, prosiguió, “cuando habla de en qué se gloría él (también lo podemos decir nosotros) dice: “de nuestros pecados”.
Nosotros, observó el Papa, “no tenemos más cosas de las que gloriarnos, esta es nuestra miseria”.
Pero, añadió, “por parte de la misericordia de Dios, nosotros nos gloriamos en Cristo crucificado“.
Y por esto, destacó, “no existe un cristianismo sin Cruz y no existe una Cruz sin Jesucristo”.
El corazón de la salvación de Dios, dijo de nuevo, “es su Hijo, que tomó sobre Él todos nuestros pecados, nuestras soberbias, nuestras seguridades, nuestras vanidades, nuestros deseos de volvernos como Dios”.
La única cura: el misterio de la cruz
Por esto, advirtió, “un cristiano que no sabe gloriarse en Cristo crucificado no ha entendido lo que es ser cristiano”.
Nuestras plagas, añadió, “las que deja el pecado en nosotros, solo se curan con las llagas del Señor, con las llagas de Dios hecho hombre, humillado, anulado”. “Esto, afirmó Francisco, es el misterio de la Cruz”.
“No es un adorno que nosotros debemos tener siempre en las iglesias, sobre el altar, allí. No es un símbolo que nos distingue de otros.
La Cruz es el misterio, el misterio del amor de Dios, que se humilla a sí mismo, se hace ‘nada’, se hace pecado.
¿Dónde está tu pecado? ‘No sé, tengo tantos..’. No, tu pecado está allí, en la Cruz. Ve a buscarlo allí, en las llagas del Señor y tu pecado será curado, tus llagas serán curadas, tu pecado será perdonado.
El perdón que nos da Dios no es eliminar una cuenta pendiente que tenemos con Él: el perdón que nos da Dios son las llagas de su Hijo sobre la Cruz, alzado sobre la Cruz. Que Él nos atraiga hacia sí y que nosotros nos dejemos curar”.
Escucha más sobre el misterio de la cruz en el siguiente vídeo: