15 millones de personas viven y trabajan en el mundo recogiendo y reciclando residuos
Unos 15 millones de personas viven y trabajan en el mundo recogiendo y reciclando residuos. Entre estos, los más vulnerables son las mujeres y los niños.
Sin embargo, esta actividad comienza a ser vista como una contribución positiva, ya que trae un ahorro de costes para los municipios y contribuye a la limpieza de las ciudades en las que no hay presupuesto para esta actividad. Por otra parte, las personas involucradas empiezan a organizarse y estar convencidas de que su trabajo en la basura es un trabajo digno como cualquier otro, que les permite ganarse la vida. Recogen la basura, la separan y la reciclan.
Para hacer frente a este fenómeno en Cobán (Guatemala), Phnom Penh (Camboya) y Akouedo (Costa de Marfil), la ONG católica española Manos Unidas está llevando a cabo proyectos de lucha contra la pobreza, la desigualdad y la injusticia.
En Cobán, donde existe la mayor incidencia de pobreza en toda Guatemala y donde los niños y jóvenes son candidatos privilegiados para el crimen organizado, para entrar en las bandas armadas o en la delincuencia, la ONG española está trabajando con la Asociación Comunidad Esperanza para ampliar el Centro de formación Integral Ciudad de la Esperanza, que ofrece a los niños y jóvenes, en su mayoría indígenas, la posibilidad de acceder a la educación infantil, primaria, secundaria e universitaria, así como a talleres de formación profesional y técnica.
En Akouedo, un suburbio periférico de Abiyán, se encuentra el principal centro de recogida de residuos al oeste de África. En este inhóspito lugar trabajan miles de niños de entre 5 y 15 años, expuestos a la pobreza, al SIDA, a los abusos y la prostitución. Los miembros de la comunidad de la zona han obtenido un terreno y construido un centro en el que 89 niños son atendidos.
El vertiginoso crecimiento económico que está experimentando Phnom Penh, capital de Camboya, está ampliando la brecha entre ricos y pobres, y miles de familias han sido desalojadas y expulsadas hacia las áreas de la periferia por la fuerza, obligando a acampar en los barrios pobres, sin electricidad ni agua potable, haciéndoles recorrer a pie 10 kilómetros al día para trabajar 12 horas y ganar un dólar.