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Entregar al niño que aborté a Cristo ha sido lo más grande

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Alfa y Omega - publicado el 04/04/14
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Carta de agradecimiento al Proyecto Raquel de una mujer que abortó

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“No me podía imaginar que por un dolor se pudiera dar gracias a Dios y celebrar la Eucaristía. Poder entregar mi niño a Jesucristo es lo más grande que me ha pasado”.

La carta de agradecimiento que reproducimos en esta página muestra a la perfección lo que significa Proyecto Raquel para las personas que sufren tras un aborto.

No se trata sólo de la necesaria sanación psicológica, sino de un proceso integral de reconciliación con Dios, con el hijo perdido y con todas las personas implicadas en el aborto. 

Queridísima: Quiero empezar dando muchísimas gracias a Dios por habernos puesto en el camino, por haberte conocido y encontrado. Y por haber puesto en mi vida el Proyecto Raquel, que tanto bien me ha hecho al liberarme del dolor y el sufrimiento tan grandes que tenía, y que me hacían incapaz de caminar.

Han pasado ya unos meses desde que, por la gracia de Dios, llegamos al Centro de Orientación Familiar (COF) de Valladolid, enviados por la parroquia, para aprender los métodos naturales [de reconocimiento de la fertilidad].

Fue en el COF donde saliste a nuestro encuentro. En una de las sesiones, al expresar también dificultades en la relación sexual, me preguntaste si había tenido algún otro embarazo.

Te conté que, en 2007, tuve un aborto voluntario. Entonces me hablaste de Proyecto Raquel, de su significado y su fin. Me invitaste a hacerlo. Yo confié en ti, me puse en tus manos, y empezamos, sesión a sesión.

La primera sesión me resultó muy dura, porque hacía años que no hablaba del aborto. Lo tenía oculto, escondido. Pensé que, con los años, todo se pasaría.

El hablar de ello me dolía, y me resultó muy duro volver a recodar todo lo sucedido. Cuando acabó la sesión, salí asustada y con ganas de no volver.

Pero me acuerdo de que, antes de empezar, me habías ofrecido rezar una oración conjunta. Y, al finalizar, rezamos el Ángelus con dos compañeras tuyas.

La oración me dio una fuerza muy grande, la estuve repitiendo día tras día, para poder volver a la siguiente sesión. Gracias a Dios, pude.

Me dolía, pero me liberaba

Las siguientes sesiones también fueron muy duras, porque estaba recordando todo mi pasado, y había muchas cosas de él que no me gustaban.

Me dolía mucho hablar de todo ello. Pero, a la vez, me hacía sentir muy bien. Me parecía que me estaba liberando de una carga muy grande, que he llevado dentro de mí durante muchos años.

Hubo una sesión que me marcó muchísimo: la sexta, cuando estuve leyendo ante el Santísimo unas cartas a todas aquellas personas que formaron parte de la decisión de no seguir adelante con el embarazo.

Me acuerdo de que, a la vez que las leía, rezábamos juntas por todas esas personas al Santísimo, que teníamos expuesto ante nosotras.

Era algo increíble lo que estaba viviendo. Y tú estabas a mi lado. Quiero darte las gracias, porque en todo momento me has acompañado y me has arropado. Gracias, porque has sido como una madre para mí.
 
Cuando salí del santuario de la Gran Promesa después de esta sesión, me parecía que estaba flotando porque, a pesar del dolor que sentía, el Señor Jesús en su infinita misericordia me había dado la gracia de sacar todo lo que había dentro de mí: resentimiento, rencor, ira…, que había ido guardando tantos años; y me había concedido el don de perdonar a todas esas personas y ofrecérselo todo al Santísimo.

Me sentí libre, como si me hubiese quitado una mochila que pesaba muchísimo y que me había hecho mucho daño durante años.

La misma alegría que con mi hija

Las siguientes sesiones fueron más suaves, hasta que llegamos a la de la celebración de la Eucaristía en acción de gracias por mi hijo, y a la preparación de la canastilla.

Fue algo precioso. No me podía imaginar todo esto, que por un dolor se pudiera dar gracias a Dios y celebrar la Eucaristía.

Fue una Misa preciosa, de las más bonitas que he vivido en mi vida. Poder entregar mi niño a Jesucristo es lo más grande que me ha pasado, y sentí una liberación grandísima.

La preparación de la canastilla [que permite tener un recuerdo del hijo, para superar el duelo y demostrar que es querido] fue algo hermoso.

Al principio, no lo entendía, porque mi hijo ya no estaba físicamente. Me puse a rezar, y en la oración me encontré con Cristo, que me dio la fuerza, la ilusión y el entusiasmo que necesitaba para preparar la canastilla con la misma alegría que cuando tuve a nuestra hija. Mi esposo me acompañó.

Quiero darte mil gracias; agradecerte tu entrega gratuita y la de todos tus compañeros, por todo el tiempo que me has dado y que dedicáis para que este Proyecto salga adelante.

Gracias porque me has acompañado y me has arropado todo este tiempo. Gracias por tus oraciones, gracias por tu dulzura, gracias por todo el amor y cariño que nos has dado a mi hija, a mi esposo y a mí.

Gracias también por tu comprensión, por tu apoyo y por llorar conmigo cuando lo necesitaba; por tus oraciones, por tus abrazos, por tus ánimos en los momentos de decaimiento.

Gracias por haberme hecho comprender que ahora, en el presente, soy esposa y madre, y por haberme ayudado a dar un nuevo sentido a mi vida. ¡He recuperado una alegría de vivir que no tenía!

Le doy muchas gracias a Dios por habernos cruzado en el camino y por toda esta historia de sanación y salvación que está haciendo conmigo.

Rezo a Dios para que Proyecto Raquel llegue a muchas mujeres, como ha llegado a mí, y para que puedan ser sanadas como yo. Gracias a todos los colaboradores del Proyecto, por vuestra entrega y dedicación. Que Dios os bendiga.

Una madre

Artículo publicado originalmente por Alfa y Omega 

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