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“Frente a la virulencia de los nuevos ídolos no hay remedios fáciles”

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Jaime Septién - publicado el 03/04/14
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Reflexiones sobre Sexualidad, bioética y moral socialEl padre Umberto Mauro Marsich, xaveriano, de nacimiento esloveno, de nacionalidad italiana y de corazón mexicano, como él mismo se define, tiene más 35 años viviendo en México. Sus primero tiempos los pasó en  comunidades indígenas de la huasteca hidalguense y veracruzana; aprendiendo el náhuatl, y los años posteriores se trasladó a San Juan del Río, Querétaro.

En este lugar, el padre Marsich se encargó de la dirección general del  Colegio Centro Unión. Ha sido asesor de encuentros conyugales, maestro de teología moral, maestro de la Universidad Pontificia de México, del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana y de deontología política  en la Universidad Autónoma de Querétaro.

Su vida está saturada de compromisos: viajes, conferencias, cursos, ministerio, retiros y cursos…Autor de una veintena de libros, es una de las autoridades máximas en México y en América Latina sobre temas relacionados con bioética y sexualidad.

Justamente, la publicación de su manual de ética cristiana (editado por San Pablo), Sexualidad, bioética y moral social, es el pretexto para sostener con el misionero xaveriano Umberto Mauro Marsich esta extensa plática que compartimos con los lectores de Aleteia.

¿Qué vacío viene a llenar este manual de sexualidad…? ¿Está la sociedad post moderna para este lenguaje?

No creo que el Manual pueda llenar el vacío moral de la sociedad contemporánea. En efecto, lo he escrito para los laicos, pastoralmente comprometidos, y para toda esa cantidad de pueblo de Dios que, hoy en día, se sienten desconcertados por la enorme confusión mental y desorden moral que está caracterizando la sociedad en general.

Por esta razón quise poner, al alcance de todos y con un lenguaje no académico, este pequeño “manual de ética cristiana”. Mi objetivo es aportar claridad, desde la perspectiva cristiana, sobre los desafíos éticos, de naturaleza sexual, bioética y social, más estrujantes del momento.

Me preguntas si la sociedad postmoderna entiende mi lenguaje moral. Desde luego que no. Tristemente,  el secularismo, entendido como pensamiento reacio a la presencia de Dios y a las realidades trascendentes; la tiranía del relativismo ético; la cultura líquida dominante, que es aquella que deja todo tipo de solidez a la deriva en nombre de un concepto irreal y falso de libertad, no crean ya condiciones propicias para dilatar el pensamiento y abrir el corazón a los grandes valores morales de siempre. Son pocos, por cierto, los que logran pensar con autonomía y con la riqueza axiológica que les ofrece la experiencia religiosa cristiana. Por tanto, será siempre más restringido el grupo social que conserve sensibilidad para este lenguaje moral.

Verdad, salvación, milagros, esperanza…cuando todo parece reducirse al culto del dios-ciencia, del dios-cuerpo ¿No suena ya pasado y superado?

La fuerza destructora de las ideologías de la “sospecha” (Freud, Marcuse, Marx, Reich, etcétera) ha logrado, indudablemente, afectar los valores tradicionales, poniendo sobre el altar de la modernidad otras realidades: los avances tecnológicos, la idolatría del cuerpo y de las gratificaciones inmediatas, que de él se pueden sacar, y el fetichismo del dinero, conseguido sin escrúpulos.

Frente a la virulencia de los nuevos ídolos no hay remedios fáciles. Además, son encantadores y, por eso, arrastran multitudes, incluyendo a muchos de los creyentes. Es este espejismo que, sin lugar a duda, desprestigia todo lo que sabe a verdad, salvación, milagros y esperanza, sin embargo, de ninguna manera sofocará totalmente esa sed interior de trascendencia que se encuentra en el corazón de todo ser humano. Tarde o temprano volverá a brotar nuevamente y a dar frutos buenos.

Usted ha trabajado mucho con los jóvenes, ¿han cambiado sus posturas sobre temas morales como nos dicen los medios de comunicación?

Oyendo los medios de comunicación parece que la juventud, hoy, se ha vuelto totalmente materialista y consumista. Lo cierto es que también los jóvenes son víctimas del tiempo y de la cultura líquida dominante. Una gran mayoría, tristemente, no teniendo, aún, sentido crítico, sí se deja llevar por las frivolidades y vicios del momento. No acaso los jóvenes parecen todos “antro-pólogos”, o sea, frecuentadores impulsivos de “antros”.

Todo aquello que los gratifica inmediatamente, y no mañana, es lo que más los atrae y seduce. Sin embargo, no es justo considerarlos a todos “extraviados”. En efecto, aquellos que han tenido la suerte de crecer en familias sanas y estables; aquellos que, afortunadamente, han podido experimentar lo bello y gratificante del encuentro con Cristo, se han conservado “íntegros”, o sea, moralmente comprometidos.

Les emociona encontrarse con la persona carismática del Papa en las jornadas mundiales; buscan con interés grupos de pertenencia comprometidos con las causas sociales de liberación; reflexionan con inteligencia acerca de las trampas que la cultura dominante les pone; se preparan con responsabilidad para formar su propia familia y miran al futuro con optimismo y esperanza.

No todos son socialmente “arrastrados”; ni todos cristianamente “perdidos”. Tal vez, en sus conductas morales, no son siempre muy exigentes, pero, no dejan de mirar hacia arriba, hacia lo moralmente mejor, por convicción.

La moral cristiana ¿puede triunfar ante los inmensos desafíos éticos que se les presentan hoy?

Yo creo que no debemos preocuparnos de que la moral cristiana triunfe porque no existen competiciones de esta naturaleza. Más bien, debemos preocuparnos que el hombre de hoy no  olvide su identidad moral de sujeto libre y consciente y que no entierre los grandes valores éticos que han sobrevividos a lo largo de la historia humana.

No somos, propiamente, “cristianos morales”, sino, seres humanos llamados a vivir moralmente, o sea, conforme a los dictámenes de la conciencia moral, posiblemente no contaminada. Y, ésta, es la condición para una sana y serena convivencia humana. El drama contemporáneo consiste en haber perdido la conciencia del bien y del mal moral, objetivo y universal.

La cosa es que cada quien quiere imponer a los demás sus principios y sus valores morales, afectando la armonía social y deteriorando el tejido cultural de la sociedad donde se vive. También la Iglesia, con el afán de imponer su ‘visión moral’, ha contribuido a que se le rechace.

Fijémonos, principalmente, en las críticas de la sociedad pluralista y laica a su moral sexual y matrimonial. Es por esta razón que los Papas Benedicto y Francisco han sentido la necesidad de declarar que el Cristianismo no es un “código ético”, sino, la experiencia de la persona de Cristo. Sólo sucesivamente buscaremos la forma de vivir moralmente como Cristo nos ha enseñado.

La clave de lectura de la moral cristiana será, propiamente, el lenguaje de las bienaventuranzas de Jesús. Por este camino, por tanto, la moral cristiana podrá responder adecuadamente a los inmensos desafíos éticos de la cultura de cada tiempo.

¿Tiene sed de absoluto la sociedad moderna, el hombre moderno, o ya se conforma con cualquier sucedáneo del absoluto?

De arranque reconozco que la sociedad moderna ha perdido apetito para las realidades trascendentes y espirituales. Está a la vista la pauperización interior. Por tanto, hoy, el hombre es flaco adentro y gordo afuera. Se trata de una ‘obesidad’ patológica debida a la abundancia de cosas, productos y emociones fuertes y de una “flaqueza” provocada por la ausencia de estímulos interiores. Y, esto, es trágico.

Las guerras, la violencia social, la criminalidad y los conflictos sociales, que abundan en nuestro tiempo, hablan, por sí mismos, de pobreza interior, espiritual y moral. Sin embargo, puesto que la sociedad sigue siendo humana urge de interioridad y de “absoluto”.

Ya que no lo encuentra en algo valioso se rebaja a buscarlo en realidades engañosas y destructoras: eleva altares a la “santa muerte” convirtiendo un fenómeno, tan natural como la muerte, en divinidad; colma el vacío interior con esoterismos, prácticas mágicas, energías solares, consulta de adivinos, amuletos, horóscopos, etcétera.

Definitivamente, se trata de un retorno a los orígenes; de una desconcertante vorágine similar a la de la época de la caverna.

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