Hoy quiero dedicar mis líneas a cada uno de ustedes, los que han sabido encontrar la felicidad fuera de las drogas, el alcohol y el sexo desenfrenado.
Pienso en cada uno de aquellos que desde temprana edad, como los trabajadores de la viña de primera hora, fueron llamados por el Señor para conocerle y amarle. Pienso en cada uno de esos miles y miles que en el mundo entero se han dejado seducir por un hombre indistintamente de su identidad sexual.
Es que no puedo menos que lanzar vítores y elevar mi aplauso a quienes cayeron rendidos ante los pies del que sabe levantar.
Y no es fácil.
No lo es porque en los años de la adolescencia y de la juventud, la mayor de nuestras exigencias es lograr que todo tenga una lógica, que nada quede por fuera de nuestro intelecto, que todo posea la suficiente sindéresis como para no parecer ante el mundo como una masa de enajenados a quienes nos vendieron una fantasía peligrosamente alienante que nos quita la libertad y las ganas de diversión.
No es fácil porque la lucha que se libra en tiempos de juventud es semejante a aquella que mantuvo Jacob con el ángel del Señor y en la que no fácilmente cedemos para darnos por vencidos.
¿Perder? Eso es para fracasados, nos dicen. Los verdaderamente inteligentes se abren paso con su intelecto para conquistar el mundo y ponerlo a sus pies.
Pero este es otro grupo: aquel que no busca un mundo que se rinda ante su juventud, simpatía, belleza y habilidades artísticas o deportivas sino que simplemente fueron seducidos y se rindieron ante un hombre pobre, con ideas revolucionarias y peligrosas.
Un pobre que es dueño de todo pero no tiene siquiera donde reclinar la cabeza, que se llama Rey pero su ejército nadie lo ve, sólo Él porque lo llama “ejército de ángeles”, un hombre cuyo mayor milagro ha sido aceptar sin condición a todo el que se le acerca no para refregar en su rostro los defectos y pecados sino para enjugar las lágrimas de los ojos.
Un hombre cuya omnipotencia es la enorme fuerza de su amor, un amor que lo ha hecho débil y le ha desfigurado.
Un hombre que seduce tanto a hombres como a mujeres, que dio la vida y hace dar la vida, la familia, la honra, el buen nombre, todo, todo, porque todo y más lo vale.
Hoy rindo un homenaje a todos esos chicos y chicas que en el mundo entero descubrieron en Jesús el primer y gran amor de sus vidas; en quien aprendieron lo que significa amar y ser amado en dignidad, sin rastreros sentimientos mendigados a otros sólo para no morir en soledad.
Pienso en aquellos que viven alegres en el colegio y la universidad, que aman a su novio, su novia con la pureza de un afecto aprendido de su Maestro.
Pienso en esos chicos que evangelizan y que no conquistan a las chicas para sí sino para Jesús. Hoy es mi homenaje para ellos.
Son millones, casi la totalidad desconocidos por mí, pero reconocidos perfectamente con nombre propio por el Señor Jesús.
Un aplauso para esos chicos que cuando ven al Papa se emocionan, pero porque han visto en este venerable pastor un enamorado del Maestro.
Esos que saben gritar ¡¡¡Viva Jesús!!! Y para quienes una discoteca es sólo eso y no el refugio para su soledad y la panacea para todos sus vacíos interiores.
Esos que cantan, bailan, ríen, van a cine, alaban, aman, enamoran, lloran de emoción y defienden la vida de los demás como la propia.
Son muchos los movimientos en nuestra Iglesia que incentivan el trabajo con ellos, evito mencionarlos para no cometer la injusticia de omitir muchísimos que desconozco.
Pero me uno a cada uno de ellos en oración y es ahí donde me doy cuenta que la Iglesia, nuestra Iglesia tiene la vitalidad de la juventud que no sólo nos llama padre sino que así nos hace sentir.
Los pastores de hoy les amamos y pedimos perdón por quienes por dificultades afectivas algún día hicieron daño escandalizando a los preferidos del Señor.
Perdón por las veces en que hemos pensado o dicho que andan perdidos; no es cierto, muchos conocen el Camino, porque conocen a Jesús.
Perdón por decir una cosa y hacer otra, por parecer padrastros y no padres, por las veces en que no amonestamos sino que regañamos.
Perdón delante de Dios por los escándalos que les han desviado el corazón de Aquel al que también luchamos por amar. Perdón por los pederastas y los que viven a escondidas su infidelidad a Jesús.
Juntos nos necesitamos; somos sus pastores pero además juntos somos ovejas del supremo Pastor. Oramos por ustedes pero necesitamos de la oración de nuestras ovejas pues cuando el demonio quiere desperdigar el rebaño al primero que ataca es a su sacerdote.
Bienvenidos al mundo de la fe, al mundo del amor en Jesús, el amor verdadero. Me inclino reverente y lleno de admiración ante todos los que aman al gran amor de mi vida. Gracias por permitirme ser padre sin ser su padre.