Como dice el Papa Francisco, los niños y los ancianos, primero. Bien puede ser el Papa argentino pero ni los niños ni los ancianos están primero aquíEn la Argentina, cuenta la autora de esta columna, la escuela es muchas veces un depósito de niños o un lugar donde hacen su única comida al día. Hace más de diez días que por una huelga docente no hay clases en colegios públicos de varios distritos. Gobierno y gremios docentes, enfrentados.
Cada año, a pocos días del comienzo del ciclo escolar, los docentes argentinos de escuelas públicas (las privadas tienen clase normalmente) no inician las clases, porque las autoridades de turno pese a la inflación no les han aumentado sus sueldos en un año.
El único momento en que tienen los gremios docentes para presionar y sacar a los funcionarios el dinero que necesitan para vivir es, lamentablemente, el regreso de las vacaciones de verano.
Los docentes cobran poco en la Argentina. En los últimos años, se ha mejorado un poco sus ingresos pero siguen siendo escuetos. Y así se produce un tira y afloja entre las injusticias de un salario que es cobrado en parte en “negro” o sin los aportes necesarios, o en cuotas que se desvalorizan con la constante inflación.
Este año, con la crisis económica actual, la situación se agravó y en la provincia de Buenos Aires, donde vive casi el 40% de los argentinos, hace doce días que los chicos de escuelas públicas no empezaron las clases.
El gobierno de Cristina Kirchner optó por culpar a los docentes, aprovechando el desasosiego de los padres que trabajan y no tienen dónde dejar a sus hijos, si no es en la escuela. Porque en la Argentina, la escuela es muchas veces un depósito de niños o un lugar donde los niños hacen su única comida al día.
A la discriminación educativa, instalada desde la realidad de que las escuelas privadas sí tienen clases (no necesariamente porque algunas pagan un poco más a sus docentes, si no porque allí no se hacen reclamos salariales, probablemente por temor al despido), se suma la urgente necesidad de mejor educación que requieren los niños argentinos.
Como dice el Papa Francisco, los niños y los ancianos, primero. Bien puede ser el Papa argentino pero ni los niños ni los ancianos están primero aquí. Los funcionarios se autoincrementan sus sueldos siderales mientras que los docentes deben luchar para sostener sus propias familias y, ahora, con las críticas presidenciales, evitar que los estigmaticen como insensibles que abandonan a sus alumnos.
Sin buena voluntad, sin honestidad, sin verdadero respeto por la dignidad del prójimo, no habrá salida para nuestra querida patria. Los niños aprenden de los adultos. No los escandalicemos más. Sabemos, por el Evangelio, qué decía Jesús, del que dañaba a un niño.
La Dra. Patricia Nigro es Profesora de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral, Argentina
Licenciada en Organización y Gestión Educativa y Doctora en Comunicación Social