Observando a nuestro Papa vimos que debíamos estar en la calle, comenzar desde las periferias e incluir a toda la sociedadEl “efecto Francisco” puede ser un mero maquillaje que presenta lindo a un rostro feo o avejentado. O, por el contrario, es el ansia de renovar un rostro que porque es viejo es bello (tiene 2000 años). Y es esto lo que en verdad nos propone el Papa argentino: sin maquillajes “mundanos” volver a la esencia de nuestra fe en Cristo Resucitado, de la mano de la Iglesia siempre joven (no por su edad sino por la fuerza del Espíritu que la anima).
Pablo Cassano me hizo llegar el texto que reproduzco completo a continuación. Está firmado por “generación Francisco”. De mi parte me permití ponerle subtítulos que no tenía el original para hacer más fácil su lectura vía web, algún texto en negrillas en algunas frases a modo de comentario personal y likns a algunos artículos de este blog.
Generación Francisco
La elección de Jorge Bergoglio como Pontífice de la Iglesia Católica ha producido un benéfico impacto en la misma y también en la sociedad mundial. Fue el acontecimiento del año 2013 y sin duda ha de ser recordado como el comienzo del siglo XXI.
Antes de su elección, la Iglesia atravesaba por una situación crítica. Habían estallado contradicciones internas y su relación con el mundo era cada vez más lejana. Abroquelada en una actitud cada vez más defensiva, la que era alentada desde algunos sectores internos que enarbolaban la doctrina del “pocos, pero buenos”.
El acontecimiento de la elección de Francisco, sus primeros gestos y palabras, nos advirtieron que nos encontrábamos ante un cambio que la Providencia nos proponía y que coincidía con nuestra vocación.
Por el camino del Concilio Vaticano II
Desde el punto de vista intraeclesial volvía con toda su fuerza y esplendor el Concilio Vaticano II, del que algunos querían renegar. Desde la perspectiva histórico-social recuperaba su lugar protagónico el pueblo como sujeto activo del cambio.
Nuevamente el pueblo en su concepto histórico mítico y en sus dos dimensiones: como Pueblo de Dios en marcha, figura de la Iglesia adoptada por el Concilio y el Pueblo, como sujeto histórico político superador de las categorías de clase, multitud, gente, colectivo de individuos, etc.
Esas señales nos hicieron interpretar que se daban las condiciones para un proceso de movilización mundial, el que obviamente incidiría en nuestra patria y nuestro continente en forma privilegiada.
Francisco convocaba a una movilización que iba acompañada de una propuesta de unidad. La que ya ha obtenido resultados sorprendentes e inmediatos.
La velocidad y firmeza con que avanza la unidad con la Iglesia Ortodoxa y las otras iglesias cristianas, el diálogo interreligioso con judíos y musulmanes y el cambio de actitud respecto de la relación con los no creyentes, posibilitó –entre otras cosas- la monumental convocatoria del Papa, que se materializó en la jornada de oración para pedir por la paz ante la inminente guerra en Medio Oriente, con su resultado que paralizó el ataque estadounidense a Siria.
La movilización de los jóvenes en Rio de Janeiro, superando en número todo lo conocido, donde incluso asistieron jóvenes cristianos no católicos, hecho impensable unos meses antes, muestra una situación que se repite en la Peregrinación de los Jóvenes a Lujan, Itatí y otros santuarios marianos en nuestro país.
Las audiencias públicas en Roma, a las que han asistido millones de personas muestran al pastor y su pueblo. El pueblo y su pastor reunidos en la plaza.
Un pueblo movilizado desde el corazón
Advertimos entonces, que el estado de movilización está presente y es genuino porque ha comenzado por el corazón de los movilizados. Eso es lo que ha tocado Francisco con su simpleza y profundidad para plantear las cuestiones de la fe, con su austeridad que demuele los iconos del poder del dinero, con su cercanía a las personas, que desafía el poder mediático, el que más allá de sus intenciones no puede sustraerse a la magia de sus gestos.
Hace unos meses, presentimos que ese estado de movilización era un hecho y no circunstancial, por lo que pensamos que era necesario y propio de nuestra vocación, acompañar ese fenómeno, promoviéndolo para que se ampliara y no dependiera sólo de Francisco, al tiempo que creímos necesario protegerlo de las desviaciones ideológicas que los enemigos de este proceso comenzaban a intentar a derecha e izquierda, para desviar o atenuar los efectos del fenómeno que no podían contener.
Nos propusimos contactar y convocar a todos aquellos grupos y personas que tuvieran una apreciación semejante de la situación y que quisieran aprovechar esta oportunidad que Dios nos estaba regalando.
Advertimos también lo difícil que habría de resultar a nuestra Iglesia institucional y a los grandes movimientos apostólicos (y otras organizaciones de la Iglesia), producir en el corto plazo los cambios internos necesarios para adecuarse a esta nueva situación. Y lo hemos comprobado.
Por eso, sentimos que nuestra vocación laical y nuestra responsabilidad bautismal, estaba pronta para asumir el desafío y nos pusimos en camino, denominando a este intento “Generación Francisco”. No para crear una nueva institución, sino para indicar una referencia, una señal de identidad, que pudiera ser asumida por cualquiera que estuviera dispuesto a encarar la misión.
Acciones concretas inspiradas en el Papa
Decidimos comenzar la tarea y juntarnos, como primer hito de ese proceso, en el primer aniversario del pontificado de Francisco (15/03/2014).
En el camino, y observando atentamente las acciones de nuestro Papa, fuimos incorporando otros elementos: debíamos estar en la calle. Por eso comenzamos a pensar en una campaña de propaganda que hiciera posible que la palabra de Francisco pueda ser vista y conocida por cualquiera y también repetida por quien lo desee y de esta forma se apropie del espacio público.
Tenemos que comenzar desde las periferias, como él lo explica. Es desde allí donde mejor se aprecia la realidad, donde mejor se la comprende.
Tenemos que incluir a toda la sociedad. No sólo porque el mensaje evangélico y el de Francisco es para todos, sino además, porque observamos que la sociedad en su conjunto parece haber encontrado un liderazgo que añoraba. Un conductor que es coherente, que hace lo que dice, que prueba con su vida que lo que propone es posible, que la autoridad es servicio.
Esa añoranza que tiene todo que ver con la búsqueda de Jesús aunque el que busca lo ignore, ha posibilitado que Francisco, que comienza su papado anonadándose y asumiendo como Obispo de Roma y se inclina ante el pueblo para recibir su bendición antes de bendecirlos como pastor, sea considerado hoy por los poderosos del universo como uno de los poquísimos dirigentes que cuentan con mayor peso moral y de influencia en el orden mundial.
Esta situación la habíamos previsto cuando afirmábamos que por primera vez un latinoamericano iba a integrar la “mesa chica” de la discusión planetaria.
Recuperar la iniciativa eclesial
La Iglesia que -como decíamos al principio- se encontraba en una crisis profunda, ha recuperado la iniciativa, no sólo hacia adentro de sí misma, sino en las relaciones internacionales y Francisco lleva la agenda diariamente de esa iniciativa, planteando a la humanidad y a sus dirigentes, los temas de conflicto que impiden que se materialice la dignidad del hombre y de los pueblos.
Lampedusa y su defensa de los migrantes, Cerdeña y la denuncia del escándalo del desempleo, especialmente en los jóvenes, “La alegría del Evangelio” y su crítica al sistema económico, por poner sólo algunos ejemplos, son testimonio vivo de haber salido de la actitud de abroquelamiento y de habernos situado en la misión profética, propositiva y esperanzadora.
La opción por los pobres asume una dimensión real que va más allá de toda especulación ideológica. Francisco conoce a los pobres y demuestra sin artificios quienes son los pobres, ahuyentando especiosas especulaciones que durante mucho tiempo intentaron disimular el mensaje de uno de los signos mesiánicos, aquel de que la Buena Noticia era anunciada a los pobres.
Francisco propone un anuncio evangélico “sin glosa”, es decir sin interpretaciones, porque los gestos y las palabras de Jesús son demasiado elocuentes.
Nosotros, con la ayuda de Dios, pretendemos hacer en nosotros mismos el tránsito hacia esa simpleza. Comenzamos a reflexionar acerca de que no hay misión ni vocación que pueda prescindir de un contacto directo con los humildes, con los últimos, con los “descartables” como los llamó Aparecida.
Los orígenes de un nombre
Nuestro nombre -“Generación Francisco”- tiene toda la provisoriedad que caracteriza el camino, la marcha, la peregrinación junto al pueblo peregrino.
Tuvo su origen en la reflexión de los más viejos que veían en Francisco el mejor exponente de nuestra generación, en los jóvenes que percibían que su generación iba a estar signada por la acción de Francisco como comienzo de nueva etapa histórica. En todos, porque las palabras y las acciones de Francisco están generando algo nuevo.
Nuestro empeño se ha de centrar en encontrar los puntos de contacto que impulsen el diálogo de grupos y personas que quieran ayudar a generar una verdadera cultura del encuentro, que estén dispuestos a salir de sí mismos para llegar a las periferias existenciales, que estén convencidos que se puede recrear la política, la economía y las relaciones de la comunidad, en torno al dialogo, a la aceptación del otro, a la construcción compartida, con un pueblo que es garantía de la unidad en la diversidad, porque creemos que el Reino de Dios ya está verdaderamente entre nosotros.