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Los escritores del Papa Francisco

Jorge Luis Borges

Public Domain

Enrique Chuvieco - publicado el 14/03/14

A Borges y Dostoievsky se unen otros desconocidos como Marechal, Hopkins y Malègue

Las lecturas de cualquier persona dicen mucho de qué invade su interior. En el caso de Francisco, ese mundo literario está cruzado por la mirada sobre la vida de Jorge Luis Borges, Fiodor Dostoievsky, Leopoldo Marechal, Gerard Manley Hopkins y Joseph Malègue, entre otros. Los dos primeros son sobradamente conocidos, mientras que a la terna final hemos empezado a saber de ellos al hilo de las preferencias del obispo argentino de Roma.

Leopoldo Marechal (Argentina, 1900-1970)

Vinculado inicialmente al vanguardismo, este narrador, poeta y dramaturgo argentino se fue decantando por las filosofías neoplatónicas y la política nacionalista (ocupó cargos con Perón). Su novela más rotunda fue Adán Buenosayres (1948).

A los 18 años, quedó huérfano de padre y, como era el mayor, se afanó por sostener la economía familiar. Trabajó de profesor y bibliotecario, entre otras profesiones. Publicó sus primeras poesías con 20 años y, en su venida a España en 1926, se relacionó con “La Gaceta Literaria” y con la “Revista de Occidente”. Sería en París, años más tarde, donde iniciará su obra Adán Buenosayres.

A su vuelta a Argentina, fundó “El Mundo” y volvió a la Iglesia Católica tras años de ruptura. Muchos de sus poemas, los dedicó a sus mujeres, como Laberinto de amor (1938), El centauro y Sonetos a Sophia (1940), a la primera. Enviudó y volvió a casarse con Elbia Rosbaco, nueva destinataria de sus versos.

Adán Buenosayres es una alegoría cristiana y platónica con una clara referencia a la Divina Comedia y, como ella, tiene tres partes: en la primera, Adán realiza una expedición con un astrólogo y un grupo de "martínfierristas" por las calles y las afueras de Buenos Aires; en la segunda, figura la biografía espiritual de Adán (El cuaderno de tapas azules), y en la tercera cuenta el descenso  a los infiernos en la ciudad de Cacodelphia.

Gerard Manley Hopkins (Inglaterra, 1844-1889)

De padres anglicanos, Hopkins quiso ser pintor durante un tiempo. Ingresó en la Universidad de Oxford y adsorbió las teorías de John Ruskin. En esa época estudiantil, se destapó como un poeta reputado, presentándose a diversos certámenes.

Pasó tiempos duros de lucha continua contra sus impulsos sexuales, que quedan recogidos en su diario. Ese combate lo abordó vigorosamente tras asumir las tesis de algunos representantes del Movimiento de Oxford, del que formaba parte en aquel tiempo John Henry Newman, entre otros. Estas influencias encaminaron sus pasos para entrar en la Iglesia Católica en 1866. Dos años más tarde ingresaría en la Compañía de Jesús y es cuando decide quemar buena parte de su producción literaria. Años más tarde volvería a escribir. De sacerdote, ejerció como tal en diferentes ciudades inglesas como Londres, Chesterfield, Oxford y Liverpool. Sus obras más famosas son Sonetos terribles y El naufragio del Deutschland.

En 1884, marchó a Irlanda cuatro años antes de fallecer, para enseñar latín y griego en la Universidad de Dublín. Allí hizo muchos amigos y visitó en varias ocasiones Monasterevin, una ciudad del Condado de Kildare, al suroeste del Condado de Dublín. Se contagió de las fiebres tifoideas, dolencia que le llevaría a la tumba. Pocos momentos antes de morir, se despedía con las  palabras: “I’m so happy, I’m so happy…” (“Soy tan feliz, soy tan feliz…”). Gerard Manley Hopkins fue enterrado en el Cementerio de Glasnevin, en Dublín.

Con escasa influencia en su tiempo, su poética fue revalorizada en décadas posteriores y una expresión de ese auge lo encontramos en el festival internacional que se realiza en su honor desde hace 26 años en Irlanda.

Joseph Malègue (Francia-1876-1940)

Como los anteriores, desconocido prácticamente en España y del que no se ha publicado ninguna traducción de sus obras hasta que el papa Francisco le mencionara en la revista de los jesuitas. Así, nos hemos enterado que a Malègue le consideran en Francia como uno de los intelectuales más representativos del catolicismo francés, que supo cribar ideas del modernismo para la fe.

Agustíno el Maestro está aquí (1933) es su obra más conocida. En ella, asistimos al recorrido espiritual del protagonismo desde el ateísmo hasta su reconciliación con la Iglesia. La novela de Malègue, escrita en 1933, fue rechazada por los editores y, como en el caso de Un amor de Swan, de Proust, el autor la publicó por su propia cuenta. Otra de sus obras es, Piedras negras, o las clases medias de la santidad, inacabada y publicada en 1958, es la que originó el comentario del Pontífice, sin nombrar a su autor.

Ochenta años después, cierta crítica compara al escritor francés con Thomas Mann, Hermann Broch, Robert Musil, y le consideran el Marcel Proust cristiano fuera de nuestras fronteras.

La Europa de Malègue -Francia en particular- vio un florecer de conversiones al catolicismo, como la de Jacques Maritain (1882-1973), protestante de origen. Otras fueron las de Paul Claudel y Henri Ghéon (ateos) y Max Jacob (judío). Como novelistas, también destacaron François Mauriac y Georges Bernanos.

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