Un modo de embalsamar que representa una afrenta a nuestra dignidad
El embeleco del "muerto parao" representa un ridículo y una afrenta a Puerto Rico y a todo puertorriqueño. Es algo que nos hace el hazmerreir del planeta.
Déjenme explicarles que es eso del "muerto parao" ("parao" es "de pie"). Pues resulta que en mi Puerto Rico existe una moda mórbida que consiste en embalsamar, vestir, y posar a un cadáver para hacerlo lucir como si aun viviera. Se le posa en un diorama o maqueta consonante con su pasatiempo, oficio u profesión y se le desplega de este modo a quien venga a pagarle su último adiós.
El boxeador en esta foto se llama Christopher Rivera (QEPD), embalsamado y posado como una estatua de cera de forma de que parece estar listo para la contienda. Pero de verdad está muerto. Bastaría un soplido para darle un nócaut y no se levantaría por cuenta propia, jamás.
Este modo de embalsamar representa una afrenta a nuestra dignidad cristiana. Para nosotros, el cuerpo es templo del Espíritu Santo, algo para ser tratado con dignidad y respeto, no un muñeco para ser mostrado a la gente como si fuese un mono de circo.
La culpa de esto no la tiene el muerto, la tiene su familia. Vemos aquí una familia que carece de esperanza cristiana alguna, una familia que teme a la muerte y debido a ese miedo le montan esta burla a la muerte, como para demostrar que esta no tiene poder alguno para deformar a un cadáver.
Nuestra esperanza se basa en la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. El sufrimiento, llevado con devoción cristiana, se une al de Cristo y nos hace corredentores con Él; la muerte es un enemigo derrotado por Cristo en su resurrección.
Por lo tanto, la muerte cristiana no es motivo de espectáculo bochornoso como es esto del "muerto parao." Antes bien, la muerte de un cristiano es motivo de un júbilo sobrio ante el misterio de la vida y la muerte y la resurrección futura, y por gozo porque la persona que despedimos se encuentra en la presencia de Dios en anticipo a la resurrección final.
Hagámosle claro a nuestros herederos que cuando Dios nos llame a su presencia que ni nos velen ni nos entierren como paganos y faraones. Que traten nuestro cuerpo con la reverancia que un templo merece ya que el cuerpo nuevo que recibiremos será uno transformado, pero en perfecta identidad al que se llora y despide.