En el centro de la reflexión del Papa estaría la cuestión de los niños que crecen con parejas homosexuales y cómo transmitirles la fe de modo eficaz
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Como buen jesuita, el papa Bergoglio procede según la praxis ignaciana que es la de recoger pareceres e informaciones. Uno de los argumentos sobre los que se está informando es el de las uniones homosexuales. “Naturalmente no hay ninguna bendición en el horizonte, ni tampoco una apertura doctrinal”, pero sobre la mesa, “entre los muchos informes a la vista, está también el de las uniones gay” (Il Messaggero, 10 marzo).
En particular, su interés se concentra en la pastoral que realizar con los niños que crecen con parejas homosexuales. “Pequeños que tienen derecho a un bautismo, a tener un itinerario de fe exactamente como todos los demás, ni más ni menos”.
Francisco ya afrontó la cuestión hablando a los superiores generales a finales de noviembre, observando que “a nivel educativo, las uniones gay plantean retos nuevos que para nosotros a veces son difíciles de comprender”.
Precisamente para comprender los contextos en los que se forman nuevos núcleos matrimoniales, envió a todas las conferencias episcopales un cuestionario de 38 preguntas sobre parejas gay, aborto, divorcio, relaciones prematrimoniales, eutanasia, para obtener una fotografía de cómo está evolucionando la sociedad. El sínodo sobre la Familia, convocado para el próximo otoño, trabajará en esta dirección.
El cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York (Estados Unidos), afirmó en una entrevista a la red NBC que el papa Francisco “quiere estudiar las uniones gay y las civiles, para comprender las razones que han empujado a algunos Estados a legalizar las uniones civiles de las parejas homosexuales” (l'Unità, 10 marzo).
El pontífice, añadió, “no ha dicho que esté a favor de las uniones gay”, sino que los líderes eclesiales deben “observar estas uniones y ver las razones que las han hecho volverse realidad, antes de condenarlas rápidamente. Intentemos sencillamente preguntarnos por qué algunas personas recurren” a esta institución.
El cardenal por tanto reafirmó la centralidad del matrimonio entre un hombre y una mujer para la sociedad y no sólo como “hecho de interés sagrado y religioso”. “Si disolvemos de alguna forma el sentido sagrado del matrimonio”, comentó, “mi preocupación es que quien lo sufrirá no será sólo la Iglesia, sino también nuestra sociedad y nuestra cultura”. Pero intentar comprender las razones de quienes apoyan otras vías, sin embargo, “es un discurso muy distintos, y encontraría en el Papa su primer apoyo”.
El papa, añadió Dolan, quiere prestar atención a las diversas situaciones, evitando esas “casuísticas” que simplifican y corren el riesgo de mortificar la humanidad de la persona y la atención que le es debida, en ese recorrido de misericordia y de acogida hacia el hombre contemporáneo al que Bergoglio llama a la Chiesa.
En EE.UU., las intervenciones del papa Francisco sobre las uniones homosexuales son seguidas con particular interés desde cuando, el pasado julio, declaró: “Si alguno es gay y busca a Dios de buena fe, ¿quién soy yo para juzgar?”. En septiembre, la histórica revista de la comunidad gay “The Advocate” incluso le dedicó la portada al pontífice (La Stampa, 10 marzo).
E pontificado del papa Bergoglio se demuestra por tanto cada vez más valiente y abierto. En la Iglesia de Francisco, como indicó el cardenal italiano Francesco Coccopalmerio, presidente del dicasterio de los Textos legislativos, “se puede decir lo que se piensa” y se discute “teniendo clara la doctrina”, pero “sin fingir que los problemas no existen, como en el caso de los divorciados vueltos a casar” (La Repubblica, 10 marzo).
El papa, comenta monseñor Domenico Mogavero, obispo de Mazara del Vallo y miembro de la comisión de los obispos italianos para las migraciones, “está trazando nuevas vías de misericordia y no de condena hacia todos. No cambiará la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio entre hombre y mujer, pero estudiará nuevas soluciones pastorales para las nuevas realidades, como las uniones que nacen fuera del matrimonio. Esta perspectiva de abrazo y no de cerrazón por desgracia encuentra resistencias dentro de la Iglesia, pero encuentra también muchos obispos y laicos dispuestos a correr el riesgo de seguirlo”.
Lo que el papa pide más hoy a la Iglesia, declaró monseñor Mogavero, es “misericordia, amor y no condenas. Ninguna cruzada. Ya el papa Juan XXIII pidió condenar el error pero nunca al que yerra. Fue criticado dentro de la Iglesia, como en parte le sucede hoy a Francisco. Pero hay que seguir sin miedo. Hay una humanidad herida que pide ayuda y consideración. Las parejas de hecho, las parejas homosexuales, son una realidad. La Iglesia no debe huir detrás de las murallas, sino que, huyendo tanto del extremismo de quien quiere aperturas incondicionales, como del extremismo de quien quiere solo cerrarse, debe buscar nuevas vías para llevar a todos el mensaje de Jesús”.