30 años en prisión, 25 en el corredor de la muerte, y era inocente
La puesta en libertad de Glenn Ford, absuelto esta semana por un tribunal de Luisiana en Estados Unidos, tras pasar 30 años en prisión –25 de ellos en el “corredor de la muerte”—pone, de nueva cuenta, en entredicho la ejecución de la pena capital.
La Iglesia católica ha movilizado, por todos los medios, la imposibilidad de matar una persona para “hacer justicia”. Curiosamente, como Glenn Ford, en Estados Unidos, buena parte de los condenados a muerte son afroamericanos o hispanos. En 1984, el jurado que vio el caso de Ford estuvo integrado completamente por blancos y lo encontró culpable de asesinar al joyero Isadore Rozeman, de 56 años, para quien había realizado ocasionales trabajos de jardinería y al que siempre negó haber matado.
Hoy sabemos que era verdad, que Ford no cometió el crimen que le echaban encima y por el que estuvo al borde de ser ejecutado en muchas ocasiones. Rozeman, de 56 años, fue encontrado muerto a tiros detrás de un mostrador en su tienda, el 5 de noviembre de 1983. Según los informes, no se halló el arma homicida y no hubo testigos del crimen.
"Estamos muy complacidos de ver a Glenn Ford finalmente exonerado y estamos particularmente agradecidos de que la fiscalía y el tribunal actuaron tan decisivamente para liberar al señor Ford", dijo el comunicado de los abogados emitido el día de ayer en Luisiana.
Tres mil dólares por año
Los defensores del hombre afroamericano, actualmente con 30 años perdidos de su vida en la cárcel, afirmaron que el juicio había estado "comprometido por abogados inexpertos y por la supresión inconstitucional de evidencia, incluyendo información recibida de un informante".
También llamaron la atención sobre lo que dicen fue un informe de la policía suprimido, que se refería al momento del crimen y a la evidencia en torno del arma homicida.
Tan había sido manipulado el juicio de Glenn Ford, que la familia de la víctima del asesinato — Isadore Rozeman– también recibió con beneplácito la liberación de Ford, según informaron los medios de comunicación locales, que han convertido la liberación de Ford en un espectáculo en lugar de buscar la abolición de la pena capital.
A la salida ayer martes de la prisión, Ford reconoció tener cierto «resentimiento» por haber pasado buena parte de su vida encerrado en la cárcel por un delito que, como ahora ha resultado probado, no cometió.
En Luisiana hay 83 hombres y mujeres esperando el cumplimiento de su condena a muerte. La ley del Estado sureño de los Estados Unidos, autoriza a aquellos que cumplieron una sentencia y luego fueron exonerados a recibir una compensación.
Estipula pagos de 25 mil dólares por cada año de cárcel injusta hasta un máximo de 250 mil dólares (un máximo de 10 años), más un bono de hasta 80 mil dólares por la pérdida de "oportunidades de vida". Ford, entonces, recibirá una “compensación de 330 mil dólares, en el mejor de los casos: 3 mil 100 dólares por cada año que pasó en prisión injustamente.
Las informaciones que han cambiado el curso de la historia de Ford relatan que el afroamericano no estuvo presente en el momento de la muerte del joyero ni involucrado en su asesinato.
Este caso ha dado argumentos a los que se oponen a la pena de muerte en Estados Unidos y la ONG Amnistía Internacional ha subrayado además una posible discriminación por el hecho de que Ford sea afroamericano.