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“La falta de vínculos, origen de todas las crisis actuales”

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© Gunnar Assmy/SHUTTERSTOCK

Patricia Navas - publicado el 11/03/14

Entrevista al presidente de E-Cristians, Josep Miró i Ardèvol

¿Qué tienen en común el elevado número de rupturas matrimoniales, la actividad económica desligada de cualquier sentido humano, el aborto, la enorme deuda pública y el destrozo medioambiental? Todos tienen el mismo origen: considerar que la realización personal consiste en satisfacer únicamente las pulsiones de los propios deseos de la forma más inmediata posible. Lo afirma en la siguiente entrevista a Aleteia el presidente de e-Cristians, Josep Miró i Ardèvol, y lo desarrolla en su nuevo libro, La sociedad desvinculada, que se presenta este martes en Barcelona (España).

Según Miró, miembro del Consejo Pontificio para los Laicos, la subjetividad se ha elevado al máximo exponente y ha surgido el hiperindividualismo: “Cuál es el bien de algo? Lo que yo prefiero: esto no tiene nada que ver con el bien y por eso es tan difícil encontrar soluciones, porque la mayor parte de las energías se gastan en encontrar un tipo de cemento que una esta tendencia a la superindividualización”.


¿Cuáles son las causas del invierno demográfico?

Con carácter concreto, en la forma de pensar de la razón instrumental, que es la única hegemónica ahora -y que consiste en clasificar cosas, no en buscar el sentido global del conjunto- podríamos enumerar varias: desde el retraso de la edad en que la mujer tiene el primer hijo hasta el paro o la dificultad de emanciparse.

Pero cada una de ellas no aporta una respuesta suficiente. En el trasfondo de todo, lo que hay es una incapacidad profunda de ser solidario con el futuro; es decir, la crisis de natalidad forma parte de la misma naturaleza de cosas que el enorme endeudamiento, que es una losa para las generaciones jóvenes y no tan jóvenes, o que la crisis ambiental: es la incapacidad de sacrificar un poco de nuestro presente en beneficio de un futuro, y ese es el factor explicativo.

Si no conseguimos cambiar esto, sucede lo que estamos viendo: que cada vez más la maternidad es percibida como un problema, y en algunos casos escuchando determinados discursos públicos prácticamente como una enfermedad de transmisión sexual, porque es abordada de la misma manera como se abordaría una dificultad de este tipo.

Esto es un problema muy profundo, se han invertido los términos: en lugar de constituir una gratificación, es una carga. Y esto hasta que la madurez te permite experimentar que te falta algo, y a veces es muy tarde.

La sociedad desvinculada está plagada de contradicciones. Por un lado, aborto; por otro, extraordinario esfuerzo de madres tardías para conseguir tener un hijo a base de la inseminación artificial.


La sociedad desvinculada, precisamente el título de su último libro, ¿a qué razones responde?

Tiene dos razones. Una es muy personal: hace tiempo que reflexiono, a través da la experiencia con mis hijos y con mi mujer, de la importancia de esto que podríamos llamar el vínculo entre nosotros, que no tiene una traducción en la sociedad en que vivimos. No hay nada que se parezca a ello más allá de las puertas de la familia. En este sentido podríamos decir que nuestra sociedad, que tiene como núcleo estructurador la familia, es un medio que se rige por normas diferentes a la de la  familia, el vínculo, que se traduce en un compromiso fuerte que significa el amor y el deber. La sociedad se mueve a través del mercado y el contrato y una cosa no tiene nada que ver con la otra.

La otra reflexión es de carácter mucho más técnico. Hace años que trabajo en estudios de capital social y de capital humano y cada vez me doy más cuenta de la fuerte articulación que existe entre estos factores esenciales para el crecimiento económico a largo plazo y el buen funcionamiento de la sociedad y los intangibles morales, el sistema de valores, el sistema de virtudes, que en términos más estrictos formarían parte de lo que se conoce como capital social cognitivo, el

capital moral.

De esta doble reflexión y análisis de la realidad a través de los estudios, he intentado elaborar un modelo interpretativo de las crisis que sufrimos, porque el libro parte de un principio, que me parece que es evidente: nuestra época se caracteriza por una sucesión de crisis que no se resuelven sino que se acumulan y lo único que sucede es que la última, la económica y la política, desplazan la atención de las anteriores, pero sigue la crisis ambiental, vivimos una crisis demográfica intensa, de solidaridad entre generaciones brutal, tenemos una fuerte crisis educativa,… todas están ahí, siguen funcionando. Ahora nos centramos en la preocupación de la última

¿Y por que nuestra época acumula y carece de capacidad de resolución de tantas crisis?

Porque hemos roto con el fundamento de lo que nos hacía fuertes. Por un lado era vivir en el marco de una razón objetiva. Toda civilización tiene una razón objetiva que la envuelve, que da sentido a cada persona más allá de su propia persona.

En nuestro caso esta razón objetiva era el gran edificio construido por el cristianismo con una arquitectura que articulaba el gran relato bíblico con la filosofía griega y el derecho romano.

Esto ha desaparecido y la desaparición de esto ha comportado que la subjetividad del individuo, que en sí miso es buena, se haya liberado de todo límite y que hoy la realización personal pase por una idea que es que necesita llevarse a término sin atender a ningún tipo de compromiso, a ningún tipo de vínculo, sea personal, legal, con una tradición o una confesión religiosa.

Lo que llamamos secularización en la Iglesia, por ejemplo, no es nada más que el proceso de desvinculación de carácter general que viven la sociedad europea y norteamericana en el plano religioso.

Pero se manifiesta en otros aspectos: la facilidad con que se rompen los matrimonios, el hecho de que la actividad económica se haya desligado de cualquier sentido humano y sea estrictamente financiera, el aborto (es una desvinculación radical de lo que era históricamente la esencia del amor), la enorme deuda pública y la incapacidad para responder al destrozo ambiental que hemos venido causando y que es una manifestación de la ruptura del vínculo con las generaciones futuras, con nuestros hijos, con nuestros nietos.

Este es el origen de los males: la cultura de la desvinculación, la pretensión que la realización personal consiste en satisfacer como única cuestión las pulsiones de los propios deseos de la forma más inmediata posible.


¿Desvinculación equivale a individualismo?

Sí, equivale a hiperindividualismo. El cristianismo revela la importancia de la subjetividad. San pablo, san Agustín, Las confesiones son el monumento a la subjetividad. Toda la cultura occidental depende de este descubrimiento, que la ilustración y la modernidad eleva a la máxima expresión. Pero con un problema: la subjetividad cristiana tenía un límite, determinado por la relación con Dios.

Una parte de la ilustración y de la modernidad, la que acaba mandando, se deshace de Dios, y por tanto, del límite. La subjetividad se eleva al máximo exponente y surge el hiperindividualismo.

Y llegamos a la sociedad presente, en la que esto se manifiesta a base de que el bien se confunde con mi preferencia personal. ¿Cuál es el bien de algo? Lo que yo prefiero; y lo malo, lo que yo rechazo.

Esto no tiene nada que ver con el bien y por eso es tan difícil encontrar soluciones. Porque es una sociedad atomizada en que la mayor parte de las energías se gastan en encontrar un tipo de cemento que une esta tendencia a la superindiviualización.



¿Es posible superar el individualismo?

El libro es básicamente un paso hacia la presentación de un modelo interpretativo. Es sobre todo un diagnóstico y por tanto no hay espacio para entrar en el terreno de las soluciones. Hay una, que es la conclusión del libro, muy decisiva: esto no sirve, hemos de cambiarlo , de una forma sustancial. Pero es una conclusión muy general.

Evidentemente, las soluciones se pueden deducir de los planteamientos, y  dan espacio para otro libro.

Partimos de dos fundamentos: hay que reconstruir un marco de razón objetiva que no puede ser otro que la recuperación de nuestra tradición cultural que pasa necesariamente por el cristianismo y la reconciliación con la modernidad que a su vez ha sido destruida por la cultura desvinculada.

Hoy los ideales de la ilustración y la modernidad han quedado fuera de lugar. El cristianismo debe configurar un nuevo marco objetivo: una razón que nos permita vivir conjuntamente porque aporte sentido a nuestras vidas personales más allá de nosotros mismos. Y esto es una tarea fundamentalmente cultural.

La otra es la reconstrucción de los vínculos, y esto pasa necesariamente por el reforzamiento de las comunidades que existen y la construcción de nuevas comunidades.

Todo lo que sea actuar en este sentido de construir vínculos fuertes, bien equilibrados en relación a los fines que persiguen, (el que une a una madre y un hijo no es el mismo ni en intensidad ni en duración que el que debe regir entre un alumno y su escuela, por ejemplo), en este equilibrio que nace de la comunidad, sirve para forjar un nuevo comienzo.

Pero esto es un apunte, no está en la lógica del libro entrar en el terreno de las respuestas. Para aportar buenas respuestas antes era necesario presentar y debatir un diagnóstico que fuera integral, que contemplara todos los elementos porque sin él no puede haber buenas respuestas.

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