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¿Hay libertad religiosa en la España de hoy?

grafitti Iglesia

© Pablo Flores

María Angeles Corpas - publicado el 04/03/14

¿Es acaso la discriminación un fenómeno propio del pasado? ¿Se da únicamente en países de mayoría no cristiana? ¿Ser católico en España es ser ciudadano de segunda?

Recuerden la imagen del Cardenal Rouco agredido recientemente en una protesta pro abortista violenta. Un acto agravado por producirse durante la asistencia al culto. Es sólo una muestra que nos invita a reflexionar sobre la libertad religiosa en la España actual ¿Es acaso la discriminación un fenómeno propio del pasado? ¿Se da únicamente en países de mayoría no cristiana? ¿Ser católico en España es ser ciudadano de segunda?La libertad religiosa no es un aspecto secundario de las libertades fundamentales. Si se nos niega nuestra libertad religiosa se niegan todas nuestras libertades.

  1. ¿Por qué es importante la libertad religiosa?


Esta demanda ha estado presente como un aspecto importante en la búsqueda de la libertad durante los grandes cambios del mundo contemporáneo. Frente a la coacción y la arbitrariedad de modelos totalitarios, un sistema es auténticamente democrático si cumple en un alto grado el derecho de sus ciudadanos en esta materia. Por tanto, la libertad religiosa puede considerarse un test de democracia. Fue una faceta cuidada en la Declaración Universal de Derechos Humanos (ONU, 1948) que recogía las heridas provocadas por las dos guerras mundiales con una sensibilidad especial. Así también, nuestra Constitución recogió la libertad ideológica y religiosa dentro del capítulo de derechos y libertades, inmediatamente detrás de la igualdad ante la ley y el derecho a la vida, por delante incluso de la libertad y seguridad personal.

La ley no contempla otro límite a esta libertad ideológica, religiosa y de culto de las personas y las comunidades que integran que el mantenimiento del orden público. De ahí se derivan dos consecuencias. La primera, el derecho a no declarar sobre las propias creencias y a que se respeten las demás garantías previstas por el ordenamiento. De manera muy especial, la no discriminación y los derechos de reunión, asociación y expresión. La segunda, es una saludable separación entre las confesiones religiosas y el Estado, si bien, la ausencia de confesionalidad estatal no excluye el mantenimiento de relaciones de cooperación.

En consecuencia, la neutralidad de los poderes públicos no debe traducirse en una valoración negativa del hecho religioso. Tampoco debe impedir la colaboración en facetas tan importantes como la educación y los servicios sociales. Que el Estado Español no profese una religión concreta no debe ser excusa para fomentar nuevas formas de discriminación que traten de limitar los derechos de los católicos o relegarlos al ostracismo social. A menudo, esta sutil amenaza proviene de segmentar el derecho de libertad religiosa, que ha sido jurídicamente concebida como un bloque: de respeto a la creencia y a su manifestación externa, ya sea de modo individual o colectivo. Aunque existe una aparente tolerancia hacia los que creen y un respeto elemental a sus manifestaciones externas, cuando se limita de hecho una parte, se vulnera el todo. Es decir, que no es suficiente una simple declaración de tolerancia pasiva hacia los católicos. Las autoridades públicas tienen la obligación de garantizar todos sus derechos de manera efectiva.

Referencias:

Declaración Universal de los Derechos Humanos, ONU, 1948. Arts. 2.1, 16.1, 18, 26, 28 y 30. Selección disponible en: http://www.e-libertadreligiosa.net/

Constitución Española de 1978, Arts. 14, 15, 16 y 17. Texto disponible en: http://www.congreso.es/consti/


2. Creyentes católicos ¿ciudadanos de segunda?

En un lapso histórico muy breve, en España se ha pasado de una Iglesia con gran influencia política y social a una situación en la que es percibida, cuando menos, con desconfianza. Este fenómeno se explica en relación con la historia nacional y con un agudo proceso de secularización, común a todo el mundo occidental. Ante este hecho cabe una doble interpretación. De un lado, pensar que se ha progresado en una deseable separación entre la esfera civil y la religiosa, algo que ha fomentado un espíritu de auténtico compromiso en los católicos y las comunidades eclesiales. De otro, ha crecido de un modo alarmante el desconocimiento de los aspectos elementales de nuestra tradición. Incluso llegando a una

valoración muy negativa del hecho católico en formas variadas de ofensa, persecución y discriminación.

Se esconde sistemáticamente todo el potencial positivo y los frutos de renovación que el Concilio Vaticano II ha dado y sigue dando. Persiste una identificación falsa de la Iglesia con la reacción al conocimiento, a la ciencia y a la modernidad. El Papa Francisco ha subrayado como esto tiene relación con la crisis de las ideologías, pero que más allá entraña un rechazo a la idea misma de verdad. La Iglesia tiene un depósito de fe que contrasta con el relativismo, los fundamentalismos, la espiritualidad sin Dios y la extendida idolatría materialista.

Sorprende cómo enel cristianismo cabe el respeto por la persona sin el egoísmo individualista y la fértil vida comunitaria sin la tiranía del totalitarismo colectivista. Ninguna otra ideología o forma de gobierno han tenido por sí mismas esta capacidad. De ahí que los poderes públicos, apoyados en la secularización y un laicismo agresivo, tiendan a reducir la fe al ámbito de lo íntimo, fomentando una gran desorientación moral y una percepción errónea de la Iglesia como contraria a la libertad y los derechos básicos.

La preocupante repetición de agresiones contra la libertad religiosa de los cristianos en la España de hoy desmiente rotundamente el lugar común que identifica Iglesia y privilegio. Al contrario, los católicos hoy son ciudadanos de segunda cuando intentan ejercer libremente sus derechos como tales. De esta manera, podría señalarse la existencia de varios niveles de discriminación. Algunos, particularmente graves, en forma de agresiones y amenazas violentas, que recuerdan a épocas que parecían superadas en un régimen democrático. Podría decirse que aún son casos contados tras los que hay un grupo reducido de extremistas. Eso no resta importancia al riesgo de contagio social y al peligro de construir una sociedad en la que estos hechos sean vistos como reacciones “normales”, propias de la “libertad de expresión”.  Otros problemas surgen de sectores más amplios, afines a partidos políticos y movimientos sociales de izquierda, que conciben a la Iglesia como un agente que trata de imponer una moral particular al conjunto. Es decir, una intromisión en la vida pública y en la escena política de una institución cuya normativa y principios sólo afectan a sus seguidores.

Evidentemente, la responsabilidad del ordenamiento legal corresponde al Estado. Aunque eso no debe privar a los ciudadanos católicos y a las asociaciones que integran a expresar libremente su opinión sobre él. Especialmente si se trata de cuestiones vitales que reflejan la vivencia de su fe: enseñanza religiosa, respeto a la vida, expresión pública de la fe, respeto a sus lugares de culto, etc.  Respecto a esto, hay que aclarar que la Iglesia no pretende legislar en lugar del Estado. Sin embargo, sí tiene derecho, como cualquier otro colectivo, a orientar a sus fieles mostrando una alternativa moral y ética a la establecida por los poderes públicos. Aunque esto entrañe el incómodo papel de cuestionarlos. De mantenerse firme en unos valores y principios de los cuales es depositaria. Especialmente si se trata de la defensa de la vida y la dignidad humana.

Referencias:

FRANCISCO: Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, (24-XI-2013) n. 61 a 65. Texto disponible en http://www.vatican.va/holy_father/francesco/

OBSERVATORIO PARA LA LIBERTAD RELIGIOSA Y DE CONCIENCIA: “Ataques a la libertad religiosa en 2013”, Informe disponible en http://libertadreligiosa.es/


3. Libertad de la Iglesia, libertad de todos

Muchas de las percepciones falsas o manipuladas sobre los católicos en la España actual nacen de tópicos arraigados que califican a la Iglesia como una institución retrógrada e incluso enemiga de un determinado concepto de extensión de las libertades. En parte, esta estrategia ha tenido éxito por el olvido y desconocimiento de la modernización eclesial, derivada del Concilio Vaticano II.

Su defensa inequívoca de la libertad religiosa tuvo un efecto muy beneficioso en la democratización de España durante la Transición. Al contrario de lo que se cree, al final de la dictadura de Franco, los católicos fueron más agentes de reconciliación y constructores de la libertad, que instrumentos para mantener el régimen anterior.

Las relaciones actuales entre la Iglesia y el Estado español se rigen básicamente por unos Acuerdos suscritos en 1979. Su modificación o derogación exige los mismos requisitos que cualquier tratado internacional. En los últimos años, la insistencia en buscar su revisión por parte de algunos dirigentes del PSOE indica el deseo de romper el statu quo y avanzar hacia un modelo laicista, disfrazado de “gran consenso de convivencia”, diferente del recogido por la Constitución de 1978. Es decir, construir una sociedad ajena a cualquier referencia católica en el espacio público, cuyo vacío sea ocupado por otras ideologías o confesiones religiosas. Un relativismo que oculte a las nuevas generaciones las raíces cristianas de España. Esta cuestión está directamente relacionada con la voluntad de la Iglesia de desarrollar una nueva evangelización que impida que este olvido planificado perdure y se extienda.  Ya en sus visitas de 1982 y 1989, Juan Pablo II señalaba algunos de estos riesgos propios de la secularización europea, especialmente acusada en España.

Diversos grupos vienen señalando la necesidad de denunciar las distintas agresiones y el riesgo de deterioro del marco legal vigente. Otras confesiones, como judíos y musulmanes, han creado sus propios observatorios para analizar la evolución del fenómeno y denunciarlo ante las autoridades, el Observatorio de Antisemitismo (FCJE) o el Observatorio Andalusí (UCIDE). En el ámbito cristiano ha surgido el Observatorio para la libertad religiosa y de conciencia, conectado con organizaciones europeas en contra de la discriminación de los cristianos. Sin embargo, es más que significativo queel Observatorio de Pluralismo religioso, dependiente del Ministerio de Justicia, se olvide de los católicos en la organización del congreso internacional sobre la gestión del pluralismo. Ignora con ello a la mayoría de los ciudadanos españoles.  De los riesgos citados, puede deducirse que el grado de cumplimiento real de la libertad religiosa en España no es tan elevado como sería deseable en una democracia que se dice avanzada. Defender nuestra fe, nuestros derechos como ciudadanos y como creyentes es otra cara de la misión a la que estamos emplazados.


Referencias:

MENSAJE DE JUAN PABLO II PARA LA IV JORNADA MUNDIAL DE LA  JUVENTUD, Vaticano, 27-XI-1988, texto disponible en: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/

PSOE: “El PSOE aprobará en la Conferencia política la revisión de los Acuerdos con la Santa Sede para defender la laicidad”, 13-X-2013, disponible en: www.poes.es/rubalcaba/news/704396/page/psoe-aprobara-la-conferencia-politica-revision-los-acuerdos-con-santa-sede-para-defender-laicidad.html

OBSERVATORIO PARA LA LIBERTAD RELIGIOSA Y DE CONCIENCIA: “El Observatorio de Pluralismo religioso, dependiente del Ministerio de Justicia, se olvida de los católicos”, 29-I-2014, en: http://libertadreligiosa.es/2014/01/29/el-observatorio-del-pluralismo-religioso-dependiente-del-ministerio-de-justicia-se-olvida-de-los-catolicos/

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