En tiempos tormentosos como éstos, ¿cómo hacer brillar la justicia y, al mismo tiempo, perdonar?
Las realidades que hoy vivimos en nuestra Patria venezolana limitan mucho, el alcance de la respuesta que, en verdad, podemos dar hoy en día a esa pregunta: vivimos tiempos tormentosos; tiempos de mentiras que se oponen a verdades; tiempos de angustias y de desesperación; tiempos de generosidades y de odios.
Tiempos que nos hacen retroceder, en la memoria, a las trágicas situaciones que nuestros antepasados vivieron a lo largo del siglo XIX y en parte inicial del siglo XX. Para quienes seguimos la Fe de Jesucristo, sin embargo, no es posible odiar, sino tenemos que continuar en el amor. Claro: a veces, no es nada fácil hacerlo pero es así. Como lo expresara en su homilía del pasado domingo Mons. Ramón Castro, Obispo de Cuernavaca (México): El Señor no nos pide que dejemos impunes los delitos, ni mucho menos que convirtamos la ley en mera protección de los asesinos, como ya está ocurriendo. “Lo que nos pide (El Señor) es que no añadamos leña al fuego, echando al odio nuevo odio hasta que la hoguera nos consuma a todos.”
Ello, por supuesto, no impide luchar defendiendo la vida, los derechos humanos, la verdad y la honestidad y demás valores fundamentales que la tiranía ha pisoteado. La defensa de tales valores no sólo es necesaria sino que se impone, de por sí, sobre las conciencias de quienes luchamos por la libertad, por la paz y por la reconquista de la en mala hora perdida democracia, pero no aticemos el fuego ni el odio y tengamos fe en nosotros mismos y poniendo nuestras súplicas y destino en manos del Todopoderoso y de su Santísima Madre, que es nuestra.
Por Pedro Paúl Bello. Artículo publicado originalmente por Reporte Católico Laico