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“Quien vote a Hitler tendrá que justificarlo el día del Juicio final. ¡No hay peor pecado que votarle!”, declaró en una ocasión el cura de Waldsee, en Renania. Entre 1928 y 1933, año del nombramiento de Hitler a la cancillería, el NSDAP pasó del 2,6% al 43,9% de los votos en las elecciones legislativas alemanas. Pero permaneció comparativamente más débil en las regiones de mayoría católica. Esa es la conclusión del amplio estudio publicado el pasado mes de febrero por dos investigadores de economía política, Jörg L. Spenkuch (Northwestern University) y Philipp Tillmann (Universidad de Chicago).
Los dos investigadores han querido verificar si este rechazo se debió al catolicismo en sí o al hecho de que los católicos alemanes tenía un perfil económico y geográfico diferente al de otras confesiones: había más agricultores y estaban más presentes en el sur y lejos de las grandes ciudades.
Según su estudio, titulado Religión, economía y ascenso del nazismo, “la religión es el factor de predicción más importante del voto nazi. Más concretamente, la composición religiosa de las circunscripciones explica la variación de un poco más del 40% del resultado del NSDAP en el ámbito de un condado”.
En igualdad de condiciones, otras confesiones estaban entonces al menos dos veces y media más inclinados a votar por los nazis que los católicos.
Los investigadores se han concentrado, entre otras cosas, en la actitud de la jerarquía católica, entonces muy vinculada al Zentrum, el partido de centro-derecha católico.
Este partido tomó entonces posturas claramente hostiles a los nazis, prohibiendo incluso a sus miembros y fieles adherirse al partido.
En cambio, Jörg L. Spenkuch y Philipp Tillmann han observado un índice de votos para los nazis significativamente superior en los pueblos cuyos párrosos mostraban su “simpatía” por el partido hitleriano.