Católicos y protestantes: Manual para conocernos mejor (9)
Con frecuencia, algunos evangélicos critican a los católicos porque recitamos repetidamente oraciones como el Padrenuestro o el avemaría.
Cuando te hablaba antes del periodista Vitorio Messori, por asociación de ideas, me acordé de su amigo el conocido filósofo francés André Frossard; ambos se convirtieron al catolicismo al final de su época universitaria.
En Bruselas, pude asistir en la Universidad de Lovaina a la presentación que Frossard hacía de uno de sus libros en un aula de conferencias, un gran anfiteatro cerrado, con asistencia de varios centenares de universitarios.
Después de la breve introducción del presentador, Frossard, sentado en la mesa del conferenciante, con los codos apoyados en la mesa, muy concentrado, con la voz grave y pausada que le caracteriza, con una serenidad llamativa comenzó a definirse a si mismo: “Je suis Andrè Frossard, je crois en un seul Dieule Père Tout-Puissant…” y recitó el credo completo.
Se hizo un gran silencio de admiración y respeto en la sala porque no estaba sólo recitando el Credo, sino que estaba efectivamente definiéndose a si mismo, hablando en voz alta de su yo más íntimo. Es una grata impresión escuchar a un filósofo, a un intelectual, hacer semejante acto público de fe; a mi me ha servido, además, para procurar no repetir sin respeto y atención el Credo y cualquier otra oración.
Los cristianos hablamos con Dios en cualquier momento de la vida, de cada día, con la mente, con el corazón, con los labios. De labios de Jesucristo hemos aprendido la oración del “Padre nuestro” y hemos aprendido en la Iglesia otras muchas bellísimas oraciones que son poesía y canción: el Avemaría, el Credo, el Gloria… Algunas de ellas han servido de inspiración a grandes artistas y se han convertido en composiciones de música célebre universal y popular.
Los enamorados repiten y cantan repetidamente la estrofa de alguna canción, mientras piensan en su amor, sin estar muy pendientes de lo que dicen que, solamente les sirve de música de fondo, de acompañamiento. Así también las personas ancianas y jóvenes se acogen a la grata monotonía, a la música y los versos de fondo, de las avemarías y padrenuestros mientras la cabeza y el corazón contemplan a Dios.