Las mediaciones internacionales según el Compendio Social de la Iglesia
Lo ocurrido la pasada semana con los supuestos mediadores internacionales en el País Vasco ha sido, como es bien sabido, una pantomima. El montaje de los llamados “verificadores” es un engaño por varias razones:
Primero: Porque el concepto de mediación internacional se da entre países en guerra o en peligro de iniciarla, o entre facciones militares o paramilitares enfrentadas, o apunto de enfrentarse en una guerra civil, y sólo con grupos terroristas si la mediación está al servicio no de una negociación política sometida a la presión del terror, si al servicio de un diálogo para la desintegración de la banda criminal y la entrega de las armas.
Segundo: Porque en las verdaderas mediaciones el mediador se caracteriza por dos condiciones elementales: el desinterés y la discreción. Cuando el supuesto mediador gana setecientos euros -bastaría para ello aunque ganase sólo siete- ya no podemos hablar de verdadero desinterés. Y cuando el supuesto mediador se presenta ante la opinión pública ya ha dejado de serlo. Los verdaderos mediadores, aún cuando sirvan para algo, se mantienen en lo que son, y son las partes intermediadas las únicas protagonistas de éxito o del fracaso del diálogo o de la negociación.
Esta lamentable pantomima que hemos conocido, una burda maniobra propagandista internacional de la banda terrorista, no sólo tiene como consecuencia una ofensa a la dignidad de todos los vascos y de todos los españoles, especialmente las víctimas, sino que también sirve para dañar la importantísima labor de los verdaderos mediadores internacionales.
Las verdaderas mediaciones, como enseña el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, y como la diplomacia vaticana y las organizaciones especializadas como la Comunidad de San Egidio realizan continuamente, se definen como “un servicio desinteresado a la Comunidad Internacional, ya que no busca beneficios de parte, sino el bien común de toda la familia humana”, de tal suerte que “así como dentro de cada Estado el sistema de la venganza privada y de la represalia ha sido sustituido por el imperio de la ley, así también es urgente ahora que semejante progreso tenga lugar en la Comunidad internacional. En definitiva, el derecho internacional debe evitar que prevalezca la ley del más fuerte”. Para eso sirve el derecho internacional, y para eso sirve la mediación, todo lo contrario que para ponerse del lado de la fuerza del terror.