Mensaje de los obispos de República Dominicana con ocasión del 170 aniversario de la independencia nacional
Con un mensaje de la Conferencia del Episcopado Dominicano (CED) en ocasión de la Fiesta de la Independencia Nacional, que se celebra el 27 de febrero en República Dominicana, los obispos de ese país, encabezados por el presidente de la CED, el arzobispo de Santo Domingo y primado de América, cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, han querido redimensionar la política y orientarla hacia el bien común.
El mensaje de este año, titulado “El Valor de la Vida Política”, coincidiendo con el 170 aniversario de la independencia del país caribeño, ofrece orientaciones y criterios prácticos sobre el valor de la política, entendida como servicio de la verdad, de la caridad y del desarrollo humano integral.
Además, es un llamado a los fieles hacia una mayor participación en la vida política de la República Dominicana a ejemplo del testimonio y los ideales de Juan Pablo Duarte, figura principal de la independencia dominicana, y de quien se acaba de celebrar el bicentenario de su nacimiento.
Construir la paz
“Aprovechamos la oportunidad del momento, que no estamos muy condicionados por la emoción y el apasionamiento que crea el activismo político en tiempo electoral, para reflexionar sobre la importancia y la esencia de la política, como ciencia fundamental para el desarrollo y la construcción de la paz social”, dicen los obispos dominicanos como introducción a un mensaje largo, lleno de contenido y que cita a muchos autores, desde Fernando Savater hasta Jacques Maritain.
Los obispos de la CED hacen un periplo por la esencia de la política; los testimonios de los 33 políticos y dirigentes que están en el santoral de la Iglesia; la Doctrina Social y la política y el valor de la actividad que tendría que tener como fondo la más vasta caridad, pero que se ha enredado en un entorno de suciedad, corrupción y trampas.
Frente a esta confusión, son necesarias una serie de orientaciones prácticas que los obispos de la CED resumen en la reestructuración de la familia y los valores; impulsar la educación como “motor del desarrollo de una nación”; generar el consenso de “todos los partidos políticos y las fuerzas vivas de la Nación, donde se prioricen aquellos elementos que contribuyan mejor al progreso y a la paz social” y tomar conciencia de la necesidad de cumplir y acatar la Constitución; defender la integridad territorial del país; promover el bien común y el interés general por encima del interés particular y “combatir cualquier acto de corrupción, de delincuencia y de inseguridad”.
Un país más humano y solidario
Para los prelados dominicanos, se trata, pues, de “cambiar la cultura permisiva y del espectáculo, por una cultura de vida con sentido ético, donde cada quien se responsabiliza de su vocación o profesión, comenzando con los padres de familia, los maestros y maestras, los funcionarios públicos que, basados en la fraternidad, deben servir al bien común y manejar con ética y pulcritud los bienes públicos en procura del desarrollo y la paz social”.
En su mensaje anual, los obispos de la CED exhortan a los fieles laicos y a los hombres y mujeres de buena voluntad “a formarse y a participar activamente en la vida política, en la vida cívica y comunitaria, de manera honesta y transparente”
“Muy importante –escriben los obispos dominicanos– es la participación o el apoyo de todos los ciudadanos en los movimientos de reivindicaciones sociales, creando corrientes de solidaridad, para exigir a los administradores del Estado, un manejo pulcro en las negociaciones de los bienes del pueblo y en beneficio de la Nación”.
Termina el mensaje pidiendo a la Virgen de la Altagracia –patrona de República Dominicana—“nos proteja para que, guiados por los ideales de nuestros Padres de la Patria e iluminados por el Espíritu del Resucitado, tomemos en serio nuestra vocación política, luchemos por el bien común y construyamos entre todos una República Dominicana más humana y solidaria”.