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La crisis de Ucrania y sus implicaciones políticas y religiosas

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SERGEI SUPINSKY / AFP

Mark Gordon - publicado el 20/02/14

Una tendencia hacia Europa y otra hacia Rusia dividen a la población, también a las Iglesias cristianas

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Ucrania, una nación estratégicamente localizada de 45 millones de personas, parece estar rompiéndose en pedazos. Su amplia parte occidental de habla ucraniana quiere estrechar lazos con la Europa occidental, incluyendo la integración económica y política en la Unión Europea. La mayoría de habla rusa de la mitad oriental de Ucrania quiere preservar los lazos económicos y políticos históricos que la unen a la Federación Rusa, guiada por Vladimir Putin. Pero la división va más allá de los meros desacuerdos con el alineamiento político, los sistemas económicos o incluso los acuerdos sobre seguridad. Lo que está pasando hoy en Ucrania es fundamentalmente una crisis de identidad, que tiene el potencial de convertirse en la chispa de un conflicto entre Occidente y una Rusia resurgida, y que podría también tener significativas consecuencias para la causa de la reconciliación católico-ortodoxa.

Nada de esto es nuevo para Ucrania, que se extiende por la gran costa norte del mar Negro. Durante milenios, este territorio ha actuado como una especie de bisagra que conectada el oeste y el este de la masa continental euroasiática. Como Polonia a su oeste y Bielorusia a su norte, Ucrania ha sido invadida, ocupada, rodeada y reconstruida varias veces desde la fundación del Rus de Kiev en el año 882. La antigua república Soviética es un mosaico demográfico: dos lenguas eslavas distintas, un gran porcentaje de rusos étnicos, y tres grupos religiosos que compiten, incluidas dos Iglesias ortodoxas ucranianas–el patriarcado de Kiev (UOC/KP), que no es reconocido por las demás Iglesias ortodoxas del mundo, y el patriarcado de Moscú (UOC/MP)-, y la pequeña pero influyente Iglesia ucraniana greco-católica, un cuerpo “unido” en comunión con Roma.

Desde la caída de la Unión Soviética en 1991, y especialmente desde la “revolución naranja” de 2004, la Unión Europea ha estado cortejando a Ucrania sin descanso. Esta diplomática danza de apareamiento dio un giro importante en 2010 cuando Viktor Yanukovych, que había dimitido como primer ministro durante la “revolución naranja”, fue elegido presidente. Durante un tiempo, parecía que Yanukovych favorecía la integración con la Unión Europea, a pesar de que su electorado de base estaba en el oriente eurohostil. En 2012, Ucrania firmó un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea (AA) y un pacto de libre comercio, destinado a llevar a la nación por el camino hacia la plena integración económica y política en la Unión Europea. Pero los países miembros de la Unión Europea no ratificaron ninguna medida debido a las preocupaciones sobre el respeto a los derechos humanos en Ucrania y en particular el trato del Gobierno a la ex primera ministra Yulia Tymoshenko.

Rusia ha sido un actor central en la relación entre Ucrania y la Unión Europea desde la desaparición de la Unión Soviética. El gobierno ruso considera la expansión de la Unión Europea en el este como una violación de su esfera tradicional de influencia y una amenaza potencial a la seguridad futura y a la economía. Putin ha expresado a menudo su deseo de unir las antiguas repúblicas de la Unión Soviética en una unión política y económica voluntaria que pudiera actuar como contrapeso a la Unión Europea en la Europa del Este. Desde el principio de las conversaciones directas sobre el AA y el tratado de libre comercio, la Federación Rusa ha ejercido presión sobre ambas partes para ralentizar o incluso detener el proceso de integración de Ucrania en la Unión Europea. Ese esfuerzo dio un nuevo giro en noviembre de 2013 cuando el presidente Yanukovych suspendió los preparativos de Ucrania para la ratificación del AA. Un mes después, Rusia acordó proporcionar liquidez a Ucrania, con 15 millones de dólares en ayuda financiera y ofreció al país un descuento del 33% en el gas natural ruso.


Los acontecimientos de noviembre y diciembre han provocado protestas generalizadas –conocidas ahora como euromaidan– en el oeste de Ucrania, llevadas a cabo por los partidarios de estrechar lazos con la Unión Europea. En los últimos días, los manifestantes que habían ocupado varios edificios en el centro de Kiev cedieron a la amenaza de un estado de excepción y de posibles leyes marciales. Varios manifestantes han muerto en enfrentamientos en Kiev. Como respuesta, han estallado contra-protestas en el este de Ucrania, donde personas de habla rusa, algunas también de etnia rusa, y trabajadores de la industria han expresado su preocupación por la erosión de la identidad cultural y religiosa única de ucrania, así como de sus conexiones con la madre patria rusa. Las declaraciones destempladas del senador estadounidense John McCain durante su visita a Kiev el pasado mes de diciembre y las más recientes del presidente americano Barack Obama, han ayudado a inyectar un elemento anti-estadounidense en las protestas en esa parte del país.

Por desgracia, los acontecimientos de Ucrania han tomado también un cariz religioso. El gobierno de Yanukovich ha amenazado a la Iglesia greco-católica de Ucrania con la desregularización si sus sacerdotes no dejan de organizar vigilias de oración con los manifestantes en la capital. La última vez que el catolicismo fue desregularizado en Ucrania fue en 1946, con el dictador soviético José Stalin. Las vigilias han producido dramáticas fotos de escenas que no se presenciaban desde los días del sindicato Solidaridad en Polonia, con los clérigos de pie hombro con hombro con los manifestantes, e incluso a veces interponiéndose entre la multitud y las fuerzas del orden.

Ante eso, destacados católicos como el cardenal Timothy Dolan de Nueva York están apoyando activamente el movimiento Euromaidan e instando a los gobiernos occidentales a hacer lo mismo. El patriarca Filarete, cabeza de la UOC/KP , también partidario del movimiento Euromaidan, instó a las partes a actuar de manera no violenta, pero señaló que el Gobierno había sido el primero en romper la paz. "La gente esperaba que se firmara el acuerdo (con la UE), y no fue así", dijo. "Los estudiantes se resistieron, pero fueron golpeados. La nación está indignada. "

Por otro lado, el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, Kirill I de Moscú, que reclama la jurisdicción eclesiástica sobre todos los ucranianos ortodoxos, incluyendo la UOC/KP, ha llamado a los manifestantes, incluyendo el clero, a retirarse y a unirse a él en la resistencia a la absorción de Ucrania por parte del Occidente laico. "Cuando los clérigos aparecen en las barricadas incitando a la gente, este no es un mensaje de la Iglesia", dijo. Eso provocó una respuesta indignada del patriarca Filarete: " Si tomamos la idea que Kirill defiende – Rusky Mir ( Mundo Ruso ) – eso no es unidad, es la idea del imperio envuelta en un papel bonito. De hecho, se trata de crear un nuevo imperio".

Por su parte, el Papa Francisco simplemente está orando por la paz. Él sabe que si el Romano Pontífice se adentra demasiado profundamente en la refriega, esto sólo puede agravar la situación, y quizás arriesga mayores fracturas con las Iglesias ortodoxas, especialmente con Kirill, que es el menos susceptible a la reconciliación entre los dos "pulmones" de la Iglesia universal. Este miércoles en la audiencia general pidió el cese de la violencia, diciendo: “Con preocupación sigo lo que está sucediendo estos días en Kiev. Aseguro mi cercanía al pueblo ucraniano y rezo por las víctimas de la violencia, por sus familiares y por los heridos. Invito a todas las partes a cesar toda acción violenta y a buscar la concordia y la paz del país".

Francisco también habló de Ucrania el 26 de enero tras rezar el Ángelus: "¡Deseo que se desarrolle un diálogo constructivo entre las instituciones y la sociedad civil y, evitando todo recurso a acciones violentas, prevalezcan en el corazón de cada uno el espíritu de paz y la búsqueda del bien común!”, afirmó. Después de ofrecer su oración por la paz en Ucrania, el Santo Padre y algunos niños dejaron en libertad dos palomas desde las ventanas de los apartamentos papales con vistas a la plaza de San Pedro. En lo que podría ser tomado como un presagio oscuro, una gaviota y un gran cuervo negro inmediatamente atacaron a las palomas.

Al igual que muchas ex repúblicas soviéticas, Ucrania se encuentra todavía en pleno proceso de crisis de identidad, intentando averiguar qué tipo de sociedad se va a construir y qué tipo de cultura animará esa sociedad. Ucrania es como Jano , el dios romano de las puertas y las transiciones, con dos caras mirando en direcciones opuestas. ¿Será una nación occidental, con un pasado del Este, o un país del Este que se resistió a la tentación de Occidente? La respuesta tiene implicaciones importantes para todos nosotros.

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