El “chivo expiatorio” de un sistema económico corrompido y malsanoJérôme Kerviel se define como “el monstruo creado y vomitado por las finanzas”. De estar entre los jóvenes traders de la década pasada, pasó a provocar un agujero de casi cinco mil millones de euros, una cifra superior al Producto Interior Bruto de países como Zimbabue o Togo.
Cuando se prepara para afrontar su último juicio, que puede llevarle a cinco años de cárcel y a convertirlo en el hombre más endeudado del planeta (¡5 mil millones de euros!), Aleteia.org le ha entrevistado para compartir tres lecciones que el mundo debe comprender con urgencia.
Primera lección: la ética no es sinónimo de ganancias.
Mientras las inversiones de Jérôme Kerviel dejaban ganancias, nadie en el sistema se preguntaba si era ético especular contra empresas (y el empleo de sus trabajadores) o contra monedas (y los habitantes de sus países).
Ahora bien, cuando las inversiones de Kerviel provocaron pérdidas astronómicas, entonces el juicio ético del sistema se convirtió en tan contundente como el volumen de la catástrofe generada.
Segunda lección: todos critican; nadie actúa
Como explica el mismo Kerviel, tras el estallido de la crisis financiera mundial la reacción del mundo político y económico se ha reducido a críticas y condenas. El trader explica que sucede algo parecido con la crisis ecológica: “todo el mundo comprende que corremos hacia la catástrofe pero no somos capaces de movilizar la energía suficiente que permita un cambio colectivo y reformas profundas”.
Kerviel reconoce sus faltas y responsabilidad, pero sería de niños pensar que con la condena del “chivo expiatorio” habremos resuelto el problema.
Tercera lección: El Papa presenta el camino
Kerviel ha escogido un medio católico para ofrecer su entrevista pues considera que en estos momentos este Papa es la única autoridad moral que con palabras y acciones es coherente para sacar las lecciones que deja la crisis ética, causa de la crisis financiera mundial.
El trader hace examen de conciencia y reconoce también que su fe vacila ante la inminencia de la cárcel. Ahora bien, Francisco es para él “la imagen de un faro que muestra un camino, la única forma de moralizar el sistema y de acabar con la insoportable relegación de la persona al segundo lugar”.