Reflexiones del padre Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede, un año despuésMañana se celebra el primer aniversario de la renuncia al ministerio petrino de Benedicto XVI. Un gesto de época que fue acogido con inmensa sorpresa en todo el mundo y no sólo en la Iglesia. En el momento de la renuncia muchos observadores admitieron que no se habían preparado para una decisión de tal magnitud.
Para una reflexión sobre la renuncia del Papa Benedicto XVI, un año después, Alessandro Gisotti entrevistó al padre Federico Lombardi, director de la Sala de Prensa Vaticana y de Radio Vaticano.
Padre Lombardi: Eran siglos que no se tenía una renuncia por parte de un Papa y, por lo tanto, por parte de la mayoría de las personas se trataba de un gesto inusitado y sorprendente. En realidad, para quien acompañaba más de cerca a Benedicto XVI, se entendió que había detrás una reflexión sobre este tema, y lo había dicho ya explícitamente en su conversación con Peter Seewald, hacía algún tiempo – mucho tiempo antes.
Y entonces, era un tema sobre el cual rezaba, reflexionaba, valoraba, hacía su discernimiento espiritual. Es aquel que nos ha notificado luego y que nos ha ofrecido como un resumen sintético el día de su renuncia, con aquellas palabras breves pero densísimas que explican de modo absolutamente adecuado y claro los criterios en base a aquello que había decidido. Lo que yo digo – y dije entonces – es que me parecía un gran acto de gobierno, es decir, una decisión tomada libremente que incide verdaderamente en la situación y en la Historia de la Iglesia.
En este sentido es un gran acto de gobierno, hecho con una gran profundidad espiritual, una gran preparación desde el punto de vista de la reflexión y de la oración; una gran valentía porque, efectivamente, tratándose de una decisión inusitada, podían haber problemas o dudas sobre “qué” habría significado, como reflejo, como consecuencia para el futuro, como recepción por parte del pueblo de Dios y del público.
La claridad con la cual Benedicto XVI se había preparado a este gesto y, diría, la fe con la cual se había preparado, le ha dado la serenidad y la fuerza necesaria para llevarlo a cabo, andando con valentía y con serenidad, con una visión verdaderamente de fe y de esperanza en el Señor que acompaña continuamente a su Iglesia, encuentro con esta situación nueva que él vivió en primera persona, durante semanas, y luego la Iglesia vivió con la sucesión y la elección del nuevo Papa, como todos sabíamos. Por lo tanto, se verificó plenamente este sentido de acompañamiento de la Iglesia en camino por parte del Espíritu del Señor.
– Precisamente respecto a este último pasaje: muchos, hace un año, se preguntaban cómo habría sido la inédita convivencia entre dos Papas. Hoy se ve que tantos miedos – quizá más de los “expertos” que del pueblo de Dios – eran exagerados…
Sí… desde este punto de vista, me parecía absolutamente claro que no había ningún temor. ¿Por qué? Porque la cuestión es que el papado es un servicio y no un poder. Si se viven los problemas en clave de poder, entonces es claro que dos personas pueden tener dificultad en convivir porque puede ser difícil el hecho de renunciar a un poder y convivir con el sucesor.
Pero si se vive todo exclusivamente como servicio, entonces una persona que ha cumplido su servicio frente a Dios y, en plena conciencia pasa el testigo de este servicio a otra persona que con actitud de servicio y en plena libertad de conciencia lleva a cabo esta tarea, entonces el problema no existe absolutamente. Existe una solidaridad espiritual profunda entre los Servidores de Dios que buscan el bien del pueblo de Dios en el servicio del Señor.
– El Papa Benedicto se despidió subrayando que continuaría sirviendo a la Iglesia con la oración: esta es una contribución extraordinaria que ha dado, y está dando todavía, ¿verdad?
Sí…un pequeño recuerdo personal: sobre todo en los primeros tiempos del Pontificado, cada vez que había una audiencia y yo pasaba a saludar al Papa, me daba un Rosario, porque sucede a menudo que se de una imagen, un Rosario, una medalla…Y cada vez que el Papa me daba un Rosario decía: “Incluso los sacerdotes se deben acordar de rezar”. Esto no lo he olvidado, porque manifestaba así, de manera sencilla, su convicción y su atención al lugar de la oración en nuestra vida, incluso y particularmente en la vida de quien tiene tareas de responsabilidad en el servicio del Señor.
Benedicto XVI ciertamente siempre ha sido un hombre de oración, durante toda su vida, y deseaba – probablemente – tener un tiempo para vivir esta dimensión de la oración con más espacio, totalidad y profundidad. Y este es ahora su tiempo.
– Por otro lado, a la vida de oración del Papa Benedicto no le faltan momentos de encuentro, incluso con el Papa Francisco, como sabemos. ¿Qué puede decir sobre esta dimensión de vida oculta, pero no aislada, de Joseph Ratzinger?
Creo que sea justo darse cuenta que vive de modo discreto, sin una dimensión pública; pero esto no quiere decir que viva aislado, encerrado como en una clausura estricta. Lleva a cabo una actividad normal para una persona anciana – una persona anciana religiosa: por lo tanto, una vida de oración, de reflexión, de lectura, de escritura en el sentido que responde a la correspondencia que recibe; de coloquios, de encuentros con personas que son cercanas a él, que encuentra con gusto, con las cuales considera útil tener un diálogo, que le piden consejo o cercanía espiritual.
Entonces, la vida de una persona rica espiritualmente, de gran experiencia, en una relación discreta con los demás… Lo que no hay es la dimensión pública a la que estábamos acostumbrados, siendo el Papa, es decir, estar en pantallas de televisión, frente a la atención de todo el mundo. Esto no hay; pero por lo demás, es una vida normal de relaciones. Y entre estas relaciones, existe la relación con su sucesor, la relación con el Papa Francisco que, como sabemos, tiene momentos de encuentro personal, de diálogo…uno hay ido a casa del otro y viceversa.
Y luego están las otras formas de contacto que pueden ser el teléfono o los mensajes que se mandan: una situación de relación completamente normal, diría, y de solidaridad. Me parece que es muy bello para nosotros, cuando tenemos esas raras imágenes de los dos Papas juntos y que oran juntos – el Papa actual y el Papa emérito: es un signo muy bello y alentador, de la continuidad del ministerio petrino al servicio de la Iglesia.
– Por último: padre Lombardi, Ud. ha seguido a Benedicto XVI durante su pontificado. ¿Qué le ofrece el Papa Benedicto, personalmente, espiritualmente, desde el 11 de febrero pasado?
Pues yo siento mucho la presencia del Papa Benedicto XVI, como una presencia espiritual fuerte que acompaña, que serena…Yo pienso en las grandes figuras de los ancianos de la Historia de la Iglesia y de la Historia Sagrada; en particular, todos pensamos – por ejemplo – en Simeón, que acoge en el Templo a Jesús y que mira con alegría su destino eterno y también el futuro de la comunidad que continúa caminando sobre esta tierra.
Todos nosotros sabemos el gran valor de tener con nosotros a los ancianos, ancianos ricos de sabiduría, ricos de fe, serenos: son verdaderamente una gran ayuda para quien es más joven, para ir adelante mirando con confianza y con esperanza el futuro. Esto para mí – y creo que para la Iglesia – es Benedicto XVI: el Gran Anciano, sabio, digamos incluso: santo, que nos invita con serenidad – porque es también bello cuando se le ve: da verdaderamente una impresión de gran serenidad espiritual. Ha conservado su sonrisa habitual, en los momentos bellos en que lo encontrábamos – y que nos invita a seguir adelante en el camino, con confianza y con esperanza.
Artículo procedente de Radio Vaticano y traducido por Claudia Soberón (Aleteia)