No abandones tu misión, por más insignificante y costosa que parezca: Dios mismo te espera en tu día a día
Campaña de Cuaresma 2025
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Nosotros nos cansamos en seguida y dejamos de lado nuestros sueños. Nuestras grandes ideas, nuestros proyectos magníficos sobre el papel, caen ante las primeras dificultades.
Como escuchaba el otro día, no se trata de pensar en construir el muro más grande que nadie haya construido, sino en poner el ladrillo que ahora me toca poner de la forma más perfecta que pueda hacerlo.
Lo que hemos logrado en la vida se podrá analizar cuando hayamos cumplido nuestros días en la tierra. Si nos cansamos a la primera de cambio, si desistimos impacientes al poco tiempo, nunca lograremos nuestros objetivos, lo que anhelamos.
Decía una persona: «El éxito en la vida se compone de un 1% de inspiración, y un 99% de transpiración». Buenas ideas sin esfuerzo se quedan en bonitas intenciones. Sin sacrificio, sin esfuerzo, sin renuncia, no llegaremos nunca a la meta.
Hay personas que esperan, que mantienen la lámpara de su vida encendida, que no desisten de sus sueños, que creen en las promesas y perseveran con un corazón sencillo y paciente.
¡Cuántas veces en nuestra vida la pereza o la dejadez nos alejan de la voluntad de Dios! Nos cansamos de no encontrar a Dios en nuestra vida rutinaria y queremos buscarlo entonces en lo extraordinario.
Sin embargo, Él se empeña en saludarnos en lo cotidiano de nuestra vida. Esperando grandes milagros nos olvidamos del sonido de su voz que susurra en el silencio.
Decía un misionero: "Tu vida ordinaria es la vida ordinaria de Dios. Es ahí donde Dios se te da y es de esa manera, tan común y tan simple en sus formas, como Dios te va dando a conocer su voluntad. Tendemos a buscar esa irresistible fascinación de lo espectacular y aparatoso, de lo extraordinario y fuera de lo común, haciendo del milagro casi un ideal. La encarnación es un Dios que se hace carne de niño, la redención se realiza en el aparente y estrepitoso fracaso de una cruz, el gran prodigio de la Eucaristía gravita sobre un poco de pan y un poco de vino".
Tu santidad será más real cuanto más crezca hundida y escondida, como grano fecundo, en la tierra árida y dura de tu vida cotidiana. Ahí estás llamado a impregnar todas las cosas, personas y circunstancias de una profunda visión de fe, capaz de atisbar, en todo y en todos, ese susurro de cielo que es Dios presente en tu vida. Descubre y renueva el valor de ese pequeño día a día de tu vida que resultará tanto más extraordinario cuanto más sepas llenarlo de Dios».
¡Cuántas veces, esperando la manifestación gloriosa de Dios, nos perdemos a ese Dios que habla en el susurro de lo cotidiano! Dios nos busca en nuestros quehaceres, en nuestra vida común, en el ruido de nuestro día a día. Ahí está, oculto, presente, vivo. Está a nuestro lado sin llamar la atención, esperando, anhelando.