Pidamos a Dios coherencia, y fuerza para mostrarnos tal como somos
En Dios somos quienes somos, somos quienes estamos llamados a ser. Se caen las máscaras y las mentiras. Desaparecen los subterfugios que usamos tantas veces para no mostrarnos como somos ante los hombres. Porque nos da miedo el rechazo, que conozcan toda nuestra verdad.
Hoy queremos pedirle a Dios que nos ayude a vivir en la verdad, dejando las mentiras de nuestra vida. En Jesús sólo hay verdad y luz. Sus palabras explican sus hechos. Sus hechos dicen más todavía que sus palabras. Nunca en una persona han estado tan unidos sus acciones y sus palabras.
Nosotros muchas veces hablamos de más. Decimos lo que no vivimos. Hablamos del amor, de Dios, de la familia y después no somos capaces de ser coherentes en nuestro día a día. Nuestros hechos desmienten nuestras palabras bonitas. Los que nos miran no nos creen porque en la práctica muchas veces no somos de Cristo, aunque hablemos de Él. No confían, porque no ven obras, no ven amor, no ven a Dios.
Creo que tenemos que pedirle a Jesús que nos enseñe la coherencia, la armonía entre lo que decimos y lo que hacemos, la verdad más plena. Se ama con las manos, con los pies, con hechos concretos.
Y por otro lado, ¡qué importante es decir palabras cuidadosas, no herir! ¡Qué importante hablar con palabras llenas verdad! Que nuestras palabras consuelen y sean honestas, que nuestras palabras reflejen el amor de Dios.
Jesús habla de Dios y todos lo entienden porque lo ven actuar. Creen en Él. Habla de un Dios de misericordia que todos ven en su forma de curar con compasión, en su forma de abrazar y perdonar.
Habla de un Dios cercano y todos pueden creerlo porque lo ven caminando entre ellos, comiendo y compartiendo su vida. Habla de un Dios de todos y ven que Él acoge a cualquiera, cura a cualquiera, habla con cualquiera. Habla de un Dios que mira el corazón. Todos sienten que Jesús los mira por dentro, en su verdad, en lo más hondo de su océano. A los ojos de Dios somos lo que somos, sin tapujos, no tenemos donde escondernos.
Hoy suplicamos que podamos ser como somos, ante todos los hombres, sin miedo al rechazo, sin tener que ocultarnos. Porque Dios nos ama como somos y eso nos da fuerza para mostrarnos en nuestra verdad. Nos ayuda a comprender lo valiosos que somos, a entender que nuestra vida es un don para muchos.