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Jóvenes y debate sobre el aborto

March for Life 005 – es

Jeffrey Bruno

L'Osservatore Romano - publicado el 30/01/14

Las nuevas generaciones, más libres de las ideologías de los años 60, se asoman sin prejuicios a los temas éticos y defienden más la vida

Algo está cambiando en el mondo en el frente del aborto: el España el Gobierno ha decidido permitirlo sólo en caso de violación o de graves malformaciones, mientras en Estados Unidos más de veinte estados restringen las posibilidades de poner fin a un embarazo, y en la Cámara se ha votado una norma que prohibe el aborto después de la semana 20. Y hace pocos días la marcha por la vida que se ha celebrado en la capital ha visto desfilar, a pesar del frío polar, a muchos jóvenes.

Como ha observado The Washington Post, el nuevo movimiento antiabortista – contra toda previsión – conquista cada vez a más jóvenes. Son jóvenes que aún no habían nacido en el momento de las grandes batallas de los años Setenta y piensan libremente, sin verse influenciados por esa ola ideológica que entonces hizo de la “interrupción del embarazo” un problema de derechos, un paso fundamental para la emancipación femenina.

En cambio los jóvenes americanos están descubriendo el derecho a la vida y se apasionan, en Francia el Gobierno propone una ampliación de la posibilidad de abortar, privando la elección de cualquier vínculo moral: se ha cancelado, de hecho, toda referencia que la vincule a un contexto dramático, a una condición de “malestar extremo de la mujer”. Y sobre esta modificación – más bien formal, porque hace ya años que esta cláusula no era ya respetada – se ha reabierto la batalla: también aquí, adultos y ancianos por el aborto, mientras que muchos jóvenes se declaran contrarios.

Estos conflictos superan la tradicional oposición política entre derecha e izquierda, convirtiéndose en una confrontación de generaciones. Los viejos partidarios del aborto, además, no tienen ganas de admitir que la legalización ha sido un fiasco hacia sus propios objetivos: al defender el “derecho al aborto”, de hecho, habían prometido que la legalización, acompañada por una machacona campaña anticonceptiva, habría hecho innecesario el recurso a esta práctica. No ha sucedido nada de esto. Al contrario, hoy se calcula que en Francia una de cada tres mujeres ha abortado al menos una vez, mientras que la transformación lingüística – con el uso de la expresión “interrupción voluntaria del embarazo”, es decir, el intento de hacer del aborto una intervención médica más – sólo ha conseguido teñirlo de una ligereza superficial.

Pero el problema más grave que la legalización del aborto ha abierto – y que nadie quiere afrontar – es el conflicto con los derechos humanos, como recuerda el Papa Francisco en la Evangelii gaudium: “esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno”.

Con la legalización del aborto, como ha escrito el sociólogo francés Luc Boltanski, después de dos mil años se ha planteado nuevamente el problema de cuál es la definición de ser humano, con la correspondiente crisis de esa idea que está detrás de la Declaración de los Derechos del Hombre de 1948. La irrupción del aborto en la esfera de la legalidad, de hecho, reabre una diferencia entre “seres humanos en la carne” y “seres humanos confirmados por la palabra”; sólo a estos últimos de les concede vivir, mientras que los primeros se encuentran otra vez en la condición en que una vez estuvieron los esclavos: son “una humanidad no confirmada”. Boltanski, que razona fuera de las pasiones ideológicas y religiosas, concluye que “la condición del feto es la condición humana”.

Entonces es posible – y augurable – que, al poner en discusión el aborto, la reapertura del debate sobre la definición y la dignidad de todo ser humano vuelva a encender el interés y la escucha hacia la postura de la Iglesia, hasta hace poco tiempo considerada anticuada y conservadora.

Por Lucetta Scaraffia, artículo publicado originalmente en L’Osservatore Romano

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