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Venezuela: los indios Yanomamis están muriendo de enfermedad

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Aleteia Team - publicado el 27/01/14
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Los salesianos alertan sobre la grave situación de esta etnia amazónica

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En días pasado circuló un informe que dejó perplejo al país: durante el año 2013 las muertes de indígenas Yanomami del Alto Orinoco incrementaron de manera alarmante. Sufren malaria, diarreas y neumonías. Sorprende que esto ocurra en un país cuyo gobierno se proclama defensor de las etnias y comunidades más desasistidas de Venezuela, justamente aquellas donde la misión católica, representada en los abnegados salesianos y salesianas quienes desde hace décadas están allí, sembrados junto a ellos, lleva adelante una admirable epopeya en esta tierra de misión.
 
En 1836, cuando el Padre Claudio García visitó San Fernando, había que ir “armado de trabuco y puñal, porque en Río Negro asesinan hasta a los sacerdotes”. Hubo algunos que murieron de esa manera, otros ahogados pues no había baños en la misión y era necesario asearse en los caudalosos ríos. Casas de palma, iglesia en ruinas, nidos de bachacos, deposiciones de murciélagos y bancos carcomidos.

Algunos misioneros llegaban sin saber castellano; otros visitaban caseríos para llegar a los cuales empleaban 15 días para subir y 8 para bajar. Tomaban un rollo de alambre, hacían una huerta, sembraban todo lo que podían y esperaban…Criaban pollos, gallinas y cochinos. Ellos mismos construían sus casas y prestaban atención de salud a los indígenas quienes, poco a poco, se acercaban a la misión. Un día tocaron la campana y aparecieron dos niños. Al rato, fueron a llamar a otros y la iglesia se convirtió en un gallinero. Desde esa tarde comenzaron el Oratorio todos los días.

A los cinco meses, el pueblo cambió: necesitaron un colegio porque el número de muchachos era mayor cada día. Nunca abandonaron la tarea de apostolado. Hoy, el Vicario Apostólico de Puerto Ayacucho es salesiano, Mons. José Angel Divasson y atienden escolarmente a más de mil niños en las distintas misiones apostólicas.
 
Hoy, padecen junto al pueblo Yanomami el drama que los enluta. Antes de fin de año (2013) un informe terrible impactó a la opinión pública: los Yanomami están muriendo por falta de atención médica.
 
Así comenzaba el informe de las comunidades indígenas venezolanas: “Hoy 20 de diciembre de 2013, nosotros el pueblo Yanomami del municipio Alto Orinoco del estado Amazonas, queremos manifestar nuestra gran preocupación por el elevado número de muertes que ocurrieron en este último año 2013. Hemos tenido grandes problemas en nuestros diferentes sectores y comunidades Yanomami de dicho municipio debido a la malaria, las neumonías y diarreas. Nosotros no entendemos por qué si en nuestros sectores contamos con diferentes centros de salud como los ambulatorios rurales tipo I y tipo II, en la realidad es como si no existiera nada, porque por distintos motivos no se están dando respuestas a los problemas de salud de nuestras comunidades. Para nosotros esta es una situación muy grave y alarmante, por eso es importante dejar saber nuestra situación de salud”.
 
Esto fue lo que el Padre Luciano Stefani nos dijo para los lectores de ABC de la Semana…
 
– ¿La situación descrita en el informe “Horonami”, de la organización Yanomami es consecuencia de qué?
 

Desde hace muchos años el gobierno asumió la atención a la población indígena Yanomami. Son años en los cuales se ha producido un aumento demográfico justamente porque ha disminuido la mortandad infantil. Hay un centro de salud en cada lugar en que funcionan las misiones: La Esmeralda, Ocamo, Mavaka, Platanal y Mavakita. Antes, toda esta zona indígena dependía de la misión. Logramos capacitar muchachos para que fueran enfermeros.  En La Esmeralda, hasta el año pasado, funcionó una escuela técnica donde una de las menciones era precisamente enfermería. Hacían estudios de atención a los casos de malaria y de primeros auxilios. Por muchos años hemos egresado este tipo de técnicos medios.
 
– ¿Desde cuando están ustedes en esas tierras?
 
Desde el año 1934, cuando fue confiado a los salesianos este trabajo de misión por la Santa Sede. El trabajo entre los Yanomami, es decir, en el Alto Orinoco, léase Ocamo, Mavaka, Mavakita y Platanal, allí llevamos 70 años.
 
– ¿Cuántos son ustedes allí?
 
En este momento somos 24 salesianos esparcidos en todo el Estado Amazonas. En la comunidad de La Esmeralda hay hermanas que llevan un bachillerato. El año pasado había una escuela técnica. En el proceso, tenemos que ser flexibles allí porque una vez que se agota la necesidad hay que cambiar de acuerdo a las urgencias de educación en la zona. Hay también hermanas en Ocamo. Forman una comunidad apostólica que atienden tres misiones: Mavaka, Mavakita y Platanal.

El equipo lo forman tres salesianos y cuatro salesianas. Hay laicos y voluntarios que colaboran aportando su tiempo y su preparación para este proceso de formación integral. Aparte de la escuela, ellos se ocupan de la catequesis y además atendemos la salud cuando falla el Estado. Hay bastante trabajo: en esta zona funcionan 19 escuelas de lengua. Ofrecemos desayuno y almuerzo a mil alumnos en este momento. Es territorio Yanomami, son todos de esa etnia, la única zona de Venezuela donde hay una única etnia. Eso es muy interesante.
 
– ¿Las relaciones con ustedes?
 
Hay armonía. Ellos saben que estamos allí para ayudarlos. También existen buenas relaciones con los médicos que envía el gobierno. Cuando les falta gasolina, la misión tiene gasolina. Si el motor fuera de borda está descompuesto, nosotros les prestamos uno. Igual ellos con nosotros: ellos tienen internet y la misión se vale del suyo. Pero la responsabilidad fundamental de la salud es del Estado. Nosotros ayudamos en cuanto podemos.
 
– ¿Qué ha fallado al reportarse tantas muertes?
 
Pienso que  se deriva de una falta de atención constante, sostenida, de recursos e insumos necesarios para enfrentar los casos de paludismo y diversas epidemias que se presentan a veces. Por otra parte, creo que en el mes de diciembre pasado, época de vacaciones, muchos médicos y enfermeros se ausentaron y los salesianos se encontraron solos. Viene fallando esa atención pero se notó, sobre todo, en el mes de diciembre.
 
– ¿Una vez que el informe se hizo público, cual ha sido la reacción de las autoridades?
 
Aún no tengo la resonancia, pero se que la información ya llegó al Ministerio de Salud y ellos están en conocimiento de lo que ha pasado, de lo que está pasando y de las dificultades que se enfrentan en el lugar. Sin embargo, hay que decir que la distribución de insumos y medicinas no sólo no es constante, sino que es insuficiente. Hay problemas colaterales: la alimentación es deficiente para los mismos médicos y enfermeras, falta el combustible. Uno de nuestros sacerdotes misioneros estuvo en un fuerte militar el año pasado en Caracas, por todo un mes, esperando permiso para llevar la dotación de combustible y poder volver a la selva. Hay que tener en cuenta que los muchachos indígenas se mueven con transportes escolares y ellos requieren de gasolina para moverse pues van por el río. Viajan en bongos o lanchas “voladoras” que no andan sin combustible.
 
– El personal médico tal vez deserta por la falta de recursos…
 
Es probable, pero la consecuencia es que sufren los nativos que se enferman y no tienen la debida atención.

 
– ¿Cuán difícil es el acceso a esas regiones?
 
En este momento es muy complicado. No hay transporte fijo. Antes habían avionetas que iban y venían, uno separaba un puesto y se trasladaba con cierta facilidad. Cuando comenzaron las llamadas “rutas populares” del gobierno, estas compañías de aviación, que cobraban, prácticamente perdieron el trabajo. Ahora se acabaron las rutas populares, así que no hay como hacer. Esto es una verdadera dificultad.
 
– Y eso que este gobierno se promociona como defensor y protector de los indígenas…¿cómo puede ser ese aislamiento?
 
Nos preocupa constatar el divorcio entre la teoría y la realidad.
 
– ¿Quiénes elaboraron ese informe?
 
Nosotros tenemos contacto con más de 20 agrupaciones y cada una de ellas tiene su organización ancestral, pero también su lado moderno. Hoy, forman parte de los consejos comunales por la facilidad de ser bilingües. A lo largo de todos estos años, los niños que han llegado a nuestras escuelas no saben nada de español, pero poco a poco lo aprenden sin dejar de hablar su lengua. Se defienden, hablan en público y hasta escriben en nuestras revistas salesianas. Es por eso que el grupo Yanomami  elaboró el informe donde denuncian las muertes por falta de atención médica y recursos varios. Esos informes no los hace el misionero sino el propio representante de la comunidad indígena. Tienen conciencia de que  son importantes para el país y para el gobierno. A fin de cuentas, son quienes defienden la frontera con su presencia.
 
– Queda claro que los únicos que no se van, que no se cansan y trabajan aún sin recursos suficientes son los salesianos…
 
Nos turnamos. Si uno tiene que venir de la selva por enfermedad o cualquier otra eventualidad, enviamos a otro que lo suple y hace su trabajo. Nunca abandonamos.
 
– Difícil adaptarse a tal entorno, a pesar de ello, no quieren dejar la zona, les gusta. Cuando vienen a la capital uno los ve contando los días para volver a la misión…
 
Es que la mayoría de los salesianos que están allí, lo están por vocación. Y los que no la tienen propiamente aceptan ir con gusto mientras pasa la contingencia.
 
– Llegar allá no es fácil…
 
No lo es en absoluto. Tienen que ir en bongos.  De vez en cuando funciona un transporte que lleva de Ayacucho hasta La Esmeralda. La ruta es, desde Caracas, por avión (1 hora) o por tierra (13 o 14 horas) hasta Puerto Ayacucho.

Una vez allí, si los militares tienen algún vuelo, se les pide la oportunidad y hay que ponerse en una lista para volar. Si no, intentamos con estas embarcaciones, que son lanchas grandes de 24 puestos, donde cada uno tiene su asiento y su salvavidas. Se invierte todo el día en el agua a través de río Orinoco: de Samariapo (el puerto) se pasa delante de Isla de Ratón, luego San Fernando de Atabapo, Santa Bárbara y La Esmeralda. Allí nos paramos. Hay aeropuerto, base militar y centro de acopio. Nuestra misión atiende hasta La Esmeralda. Más allá hay bastante territorio hasta la frontera que confiamos a los misioneros javerianos.
 
– ¿Cuáles indígenas llegan a La Esmeralda?
 
Un poco de todas las etnias. En el entorno no hay otro centro de estudios que tenga bachillerato. Así que nos llega de todo: piaroas, goajiros, maquiritares, unas 5 o 6 étnias en total. Para nosotros, salesianos, que tenemos un carisma especial para tratar con niños y jóvenes, es un verdadero espectáculo verlos llegar  a través del río, tantos niñitos desnudos en sus canoas, con su uniforme (pantalón corto y camisa azul) dobladito en su mano para no ensuciarse y, una vez en tierra, se visten para entrar a la escuela.
 
– ¿Cómo era la vida de los primeros salesianos en la selva?
 
Vivían en un caney de paja sin paredes, ni siquiera llegaban a churuatas. En los palos transversales colocaban su ropa, sus sotanas. Ha pasado mucho tiempo. Nosotros respetamos la manera de ser y vivir de los indígenas y ellos se acercan voluntariamente a participar en un programa de estudios el cual, aparte de la educación formal, incluye un programa de formación  que dura siete años, solo al cabo de los cuales son bautizados. Es como un catecumenado. Hemos aprendido su idioma, elaborado diccionarios Yanomami-Español y muchas clases se imparten de las dos lenguas.

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