La fe no puede desconectarse de lo que pasa en el mundoSeguimos en Latinoamérica, nos vamos más al sur, mucho más, a Temuco, la capital de la región de la Araucanía al sur de Chile, donde la cadena de volcanes de los Andes llega al extremo.
Un sacerdote mayor, experimentado, muy pausado, como si pensara mucho antes de decir una frase, lo que le daba una imagen de profundidad y, a la vez, al auditorio, o por lo menos a mí, que no estaba acostumbrado a él, la inquietud, curiosidad y prisa por saber cuál era la idea o frase siguiente. Con ese sentido lacónico, nos dijo en su homilía que iba a hacer poca exégesis y comparación de los textos leídos de la Sagrada Escritura y que quería llevarnos a las consecuencias directas de esos textos para nuestra vida real, y concretamente para la semana próxima.
El mismo nos comentó que, con frecuencia, los curas hacen prédicas muy elevadas e instructivas sobre los textos de la Biblia pero, que el fiel asistente necesita saber que relación tiene esa acción litúrgica semanal de la misa dominical, con la vida real, porque si no se queda con la idea de que hay un mundo intelectual, teórico, espiritual pero, separado, sin conexión con la cruda realidad; el cristiano, nos decía, debe asistir a la misa para encontrar soluciones y respuestas respecto a como cristianizar la familia, el matrimonio, la profesión, la vida social, las amistades; tiene que saber como actuar con las drogas, el alcohol, la homosexualidad, el divorcio, el aborto, las discotecas. ¿y qué pasa con los impuestos, los matrimonios separados, los gastos lujosos, la fidelidad al matrimonio,… una lista interminable de asuntos que tejen la vida real de un cristiano. Si la palabra de Dios no da respuesta a esos temas, los cristianos están a la sombra de una fe desconectada de la vida real.
Los cristianos necesitan salir de la misa dominical con metas y propuestas muy concretas para aplicar a su vida de esa semana. Si Cristo nos ha dicho que para ser su discípulo hay que tomar la cruz de cada día, quiere decir que tenemos que ser buenos esposos en las pequeñeces del día, buenos padres con las insignificancias de los hijos, buenos trabajadores en el cumplimiento correcto, buenos amigos en la lealtad, serenos ante la presión y el estrés de la jornada. Asistir a Misa los domingos se traduce en cientos de situaciones diarias reales a vivir cristianamente.
Amigo de la madre Teresa de Calcuta
México es un enorme país lleno de contrastes: adelantos y miseria, riqueza y pobreza, bondad y malicia; se puede decir eso de cualquier país pero, en el caso de México parece que se extreman los contrastes, quizás por el carácter fuerte de sus mujeres y hombres.
Pude conocer en el centro de ese enorme país a un sacerdote realmente emprendedor, con una gran capacidad para liderar a los pobres de esa región y ponerles en marcha organizando multitud de pequeños proyectos productivos y de comercialización que les ayudaba a salir de la miseria y a ser protagonistas de su propio desarrollo.
A este joven sacerdote emprendedor, con empuje contagioso tuve la oportunidad de escucharle una de sus escasas prédicas de la palabra de Dios en la parroquia porque, todo hay que decirlo, al ser un gestor, un agente social, no lo quedaba casi tiempo para preocuparse de su vida de piedad ni de la de sus fieles parroquianos. Nos explicó y, a mi me encantó el sucedido, que la Madre Teresa de Calcuta aconsejaba a las personas adineradas que se le acercaban a ofrecerle ayuda para la India u otro país necesitado, que no hacía falta que se fueran tan lejos, que en las ciudades y barrios ricos en los que viven, hay vecinos, muy cercanos, próximos (prójimos), se encuentran personas necesitadas a las que pueden ayudar, sin llamar la atención, sin que se note, sin que la mano derecha se entere de lo que hace la izquierda (Mt 6).
Los párrocos son personas muy solicitadas, no solo para las necesidades morales sino, también para cualquier necesidad y emergencia que surge en su comunidad; el sacerdote, que tiene un gran corazón, instintivamente se pone manos a la obra a resolver esos problemas; pero no es ese su papel, para eso hay instituciones sociales y, en todo caso, el sacerdote debe enfocar a sus feligreses para que se encarguen de resolverlos; como dijeron los Apóstoles a los primeros fieles: “No es conveniente que nosotros abandonemos la palabra de Dios para servir las mesas. Escoged, hermanos, de entro vosotros, a siete hombres…” (Hechos 6,1-5)
Han pasado bastantes años y no se que habrá quedado de los microproyectos de este sacerdote pero, lo que sí sé es que los fieles que han aprendido de su párroco a orar y meter a Dios en sus vidas, han recibido el mejor patrimonio y la más brillante iniciativa que una persona puede recibir. Muchas personas pueden tener perfil de agente social pero, no muchos tienen el perfil sacerdotal para dedicarse a sanar almas.
Mañana publicaremos: El gruñón de Cali