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El arzobispo de Acapulco, Carlos Garfias Merlos, se ha ganado un lugar importante en la opinión pública mexicana sobre todo tras su participación en el apoyo a los damnificados por las tormentas “Ingrid” y “Manuel” el año pasado, y por su denuncia de la violencia que sufre su arquidiócesis, así como por la atención misericordiosa de la Iglesia a las víctimas de esa misma violencia.
Ahora ha publicado una reflexión sobre la mejora del sistema carcelario tanto en el Estado de Guerrero –donde se encuentra Acapulco—como en el sistema penitenciario de todo México, a raíz de los hechos de violencia que se han producido al interior de los penales.
El reino de la impunidad
México ocupa el séptimo lugar mundial en población penitenciaria total con 280 mil reos encarcelados, aunque es el lugar 65 en el mundo en tasa de reos con un promedio de 206 reos por cada cien mil habitantes. La impunidad en el país es gigantesca: se calcula que solamente uno de cada cien delitos es el que acaba en la cárcel.
Todo esto ha generado que en el interior de los penales mexicanos exista sobrepoblación, pues el país solamente cuenta con 418 centros penitenciarios, “lo que constituye un factor de alto riesgo para que se cumplan las funciones sociales que tienen de rehabilitar a los internos, dice en su artículo difundido por la página de la Conferencia del Episcopado Mexicano, monseñor Garfia Merlos.
En un análisis que los obispos mexicanos hicieron en el año 2010 de la situación de violencia en el país, señalaban que “enfrentamos la crisis del sistema penitenciario que no re-socializa ni readapta a los internos y en muchos casos promueve la organización criminal”.
Y continuaba afirmando que la “sobrepoblación y la corrupción carcelaria están motivando que los reclusorios también sean cotos de poder del crimen organizado, desde los cuales se planean y dirigen acciones delictivas”.
Desde entonces se ha verificado que muchas de las extorsiones telefónicas que sufren los mexicanos –sacerdotes incluidos—provienen de los penales del país, a través de teléfonos celulares introducidos clandestinamente y con amplia participación de los custodios.
Pastoral de construcción de la paz
En este sentido, apenas el martes 14 de enero de 2014 se anunció que los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación permitirán el rastreo y la geolocalización de los celulares, como medida para –entre otras cosas—inhibir la capacidad de extorsión de los reos que supuestamente están recluidos para readaptarse.
Sobre el tema, los obispos mexicanos reclamaban en 2010, dice monseñor Garfias Merlos, que los penales, en lugar de servir a la readaptación social se convierten en verdaderas universidades del crimen.
“Dos cosas preocupan, tanto: la incapacidad del sistema penitenciario para rehabilitar a los internos y la cooptación de los reclusorios por el crimen organizado, convirtiendo los reclusorios en espacios de alta inseguridad generada por las organizaciones criminales”, escribe monseñor Garfias Merlos.
El propio arzobispo de Acapulco urgió a las autoridades a atiendan estas situaciones y mejoren las condiciones de vida de los internos. “Sería conveniente revisar el mismo sistema penitenciario para hacerlo eficaz y más humano. Como Iglesia nos comprometemos a acompañar, a través de la pastoral penitenciaria a quienes purgan condenas en las cárceles”, dijo.
En la práctica, la arquidiócesis de Acapulco diseñó un proyecto pastoral de construcción de paz en el Centro Regional de Rehabilitación Social ubicado en Acapulco.
Con este proyecto pastoral –terminó diciendo monseñor Garfias Merlos—“queremos contribuir a la humanización de este reclusorio. Sabemos que un compromiso de la atención a las víctimas de la violencia está en evitar que sigan surgiendo victimizadores y logremos formar constructores de paz”.