Menos mal que sus fieles le donaron un 4x4 para transitar por caminos imposibles
No se pierda esta Misa internacional para aquellos que necesitan sanación. Llevaremos sus intenciones al altar – sin coste.
De haber sabido que algún día fuera a escribir estas líneas, hubiera tomado nota de lo que aprendí con cada uno de ellos pero, por desgracia no tuve esa premonición y ahora tengo que confiar a mi escasa memoria lo que en ella se ha quedado grabado e intento recuperar, como si de un viejo y usado disco duro se tratara. Por respeto a su discreción, no menciono nombres, en la mayoría de los casos porque no los sé, o se me han olvidado.
Debía ser en torno a la fecha de un cuatro de agosto, fiesta del Cura de Ars, patrono de los sacerdotes, que tuve la suerte de escuchar a un elegante y culto cura francés, la historia de San Juan Bautista María Vianney, además precisamente en un lugar no muy lejano a la zona de actuación de este asombroso cura de Ars: en la deliciosa ciudad de Annecy, próxima a la frontera suiza. Es una ciudad que por la belleza de su emplazamiento entre grandes montañas y un lago, tiene un gran atractivo para el turismo de interior, turismo de alto standing.
También el sacerdote era de alto standing, por su elegante forma de desenvolverse y de hablar. En su homilía de la misa nos recordó que, conforme narran los Hechos de los Apóstoles, ya desde el inicio los cristianos tienen un mínimo de organización, una estructura básica de presbíteros y diáconos que se irá añadiendo a la estructura original de los Obispos como continuadores de las Apóstoles.
De la misma manera y, siguiendo los consejos de San Pablo y la experiencia de la vida, se va enraizando el celibato (presbíteros y diáconos que no se casan) como requisito para los dirigentes de esa elemental y primitiva estructura cristiana. Es decir que desde el principio hemos tenido nuestros curas. Aunque el celibato se reglamentara al final del siglo III en el Concilio de Elvira, era una práctica que se implantó poco a poco y, por ello, los Concilios, desde entonces hasta ahora, la recogieron y legislaron como conveniente.
Un cura de montaña
Varios cientos de Km más al sur, en la vertiente española de los Pirineos, hay muchos pequeños pueblos abandonados pero quedan, diseminados entre las grades montañas, grupos de habitantes en pequeñas comunidades que ni siquiera podrían llamarse pueblos. Para el Obispo de esa Diócesis no fue fácil designar un sacerdote encargado de pastorear a los feligreses montañeses. Trabajar allí supone la incomodidad del frío y la nieve durante muchos meses al año, el riesgo de trasladarse por unos caminos de tierra con desprendimientos y, sobre todo, el aislamiento social con comunidades desconectadas entre si y del resto del mundo.
En mis excursiones por esas montañas tuve la suerte de conocer al joven sacerdote designado para esta labor que, curiosamente era uno de los de confianza del Obispo. Aunque era algo pequeño de estatura, era fuerte, vigoroso, muy optimista y con buena preparación intelectual. Cada semana o dos regresaba al Obispado de la capital local para recuperar su vida social normal y colaborar con el Obispo. El resto del tiempo lo pasaba de pueblo en pueblo, subiendo y bajando montañas, por caminos impracticables; menos mal que unos fieles le habían donado un vehículo 4×4 que le permitía hacer todos esos trayectos con mayor seguridad. La Misa dominical de esos pueblos era rotativa, es decir no todos los domingos; los que podían se trasladaban al pueblo vecino de turno o se esperaban a que les tocase. La alegría con que ese sacerdote realizaba esa labor era admirable. Claro, además, se manejaba en el dialecto local.
Me ha alegrado mucho cuando el Papa Francisco ha criticado los vehículos lujosos de algunos sacerdotes. He visto alguna vez, sacerdotes con vehículo 4×4 apropiado para ricos y mafiosos de la droga pero no para las necesidades ni la imagen que debe dar un sacerdote que debería emplear vehículo digno y proporcionado a su responsabilidad social y sus cargos representativos, cuando los tenga.
Mañana publicaremos: el cura y el conductor del camión