¿Te imaginas una rubia en un convento? Pues si algunos no lo saben, existe una orden muy especial de monjes benedictinos (la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia) que desde hace más de un siglo se dedica a producir cerveza en los monasterios y compiten en el mercado con las marcas más famosas.
“La Trappe”, que significa “la doble” en holandés, es una de las cervezas trapenses más famosas mundialmente. La bebida se produce en la Abadía Notre-Dame de Koningshoeven de los Países Bajos.
El monasterio fue fundado el 5 de marzo de 1881 por monjes trapenses franceses que se refugiaron en este país luego de dejar Francia.
La cerveza de Koningshoeven es conocida desde 1885, pero el nombre nació recién en 1980 y hace honor a la abadía de Notre-Dame de la Trappe, la casa madre de la orden en Francia.
Inicialmente, los monjes elaboraban cerveza sólo para cubrir las necesidades del convento y la de los pobladores del lugar.
Posteriormente, se dedicaron a la producción industrial de la bebida, pero nunca olvidaron el lado humano y religioso de su trabajo.
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La Abadía de Koningshoeven produce otras cervezas además de La Trappe. Cada una tiene una historia y una tradición monástica diferente. Entre ellas, la Tripel (1980), La Trappe Quadrupel (1991), la Witte Trappist (2003), La Trappe Bockbier (2004), La Trappe Oak Aged y La Trappe Isid’or (2009), La Trappe PUUR (2010), La Trappe Jubilares (2013).
Actualmente, existen 11 monasterios de la Orden Cisterciense que se dedican a la producción y venta de “cervezas trapenses” en el mundo. En Bélgica se encuentran seis monasterios (Rochefort, Achel, Orval, Westmalle, Vleteren Oester y Chimay), en Holanda hay dos (La Trappe y Zundert), en Austria (Engelszell), Estados Unidos (Spencer) e Italia (Tres Fountains Abbey) sólo existe uno en cada país. La abadía italiana fue la última en incorporarse al grupo (2015). Todas las cervezas llevan la marca que autentifica el producto monástico: “Authentic Trappist Product” (ATP: Produto Trapista Auténtico).
Y si bien llama la atención saber que los monjes produzcan cerveza, vale la pena recordar que cada cervecería monástica destina fondos para obras de caridad, es parte de la tradición religiosa, y permite a los monjes no sólo mantenerse económicamente, sino también seguir existiendo como orden religiosa.
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