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Aleteia Team - publicado el 08/01/14

Texto completo de la catequesis pronunciada en la plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas ¡Buenos días!

            Hoy comenzamos una serie de Catequesis sobre los Sacramentos y la primera está relacionada con el Bautismo. Además, por una feliz coincidencia el próximo domingo celebraremos la fiesta del Bautismo del Señor.
El concepto de “sacramento” está en el centro de la fe cristiana y nos vincula a un evento de gracia, en el cual Dios se hace presente y actúa en nuestra vida. El Concilio Vaticano II, al inicio de la Constitución sobre la Iglesia, afirma: “la Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (Lumen Gentium, 1). Esto significa entonces que los siete Sacramentos toman forma en la misma Iglesia, la cual, como sacramento universal, prolonga en la historia la acción salvífica y vivificadora de Cristo. Es Él el que, con la fuerza del Espíritu Santo, continuamente regenera a la comunidad cristiana y la envía al mundo a llevar a todos la salvación con palabras y con gestos, con la predicación y los Sacramentos.

1.         El Bautismo es el Sacramento sobre el que se funda nuestra misma fe y que nos inserta como miembros vivos en Cristo y en su Iglesia. Junto a la Eucaristía y la Confirmación forma la llamada “Iniciación cristiana”, que constituye un único gran evento sacramental que nos configura al Señor y hace de nosotros un signo vivo de su presencia y de su amor.
Pero puede nacer en nosotros una pregunta: ¿verdaderamente es necesario el Bautismo para vivir como cristianos y seguir a Jesús? ¿No es, en el fondo, un simple rito, un acto formal de la Iglesia para darle un nombre al niño o a la niña? Es una pregunta que se puede suscitar, ¿no? Por esto, es iluminador lo que escribe el apóstol Pablo: “¿No sabéis que los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Por medio del bautismo, por tanto fuimos sepultados junto a Él en la muerte para que, como Cristo fue resucitado de los muerto por medio de la gloria del Padre, así nosotros podamos caminar hacia una vida nueva” (Rm 6,3-4). ¡Por tanto no es una formalidad! Es un acto que toca en profundidad nuestra existencia. No es lo mismo, un niño bautizado o un niño no bautizado: no es lo mismo. No es lo mismo una persona bautizada o una persona no bautizada. Nosotros, con el bautismo, somos sumergidos en la fuente inagotable de vida que es la muerte de Jesús, el más grande acto de amor de toda la historia, y gracias a este amor podemos vivir una vida nueva, nunca más a merced del mal, del pecado y de la muerte, sino en comunión con Dios y con los hermanos.

2.         Muchos de nosotros no tenemos el mínimo recuerdo de la celebración de este Sacramento, y es obvio, ya que muchos fuimos bautizados poco después de nacer. Ya he hecho esta pregunta dos o tres veces en esta plaza: ¿Quién de vosotros sabe la fecha de vuestro bautismo? Que levanten la mano. ¿Quién la sabe? Pocos, ¡eh! Pocos. Pero es importantes, es importante conocer cuál fue el día en el que fui sumergido, en la corriente de salvación de Jesús. Y me permito daros un consejo. Más que un consejo, un deber para hoy. Hoy, en casa, buscad, preguntad la fecha de vuestro bautismo y así sabréis bien cuál fue el día tan bello del bautismo. ¿Lo haréis? (La gente responde: sí). ¡Eh, sí! Porque es conocer una fecha feliz, la de nuestro bautizo. El riesgo de no saberlo es el de perder el recuerdo de lo que el Señor ha hecho en nosotros, la memoria del don que hemos recibido. Entonces terminamos por considerarlo solo como algo que sucedió en el pasado, y ni siquiera por nuestra voluntad, sino por la de nuestro padres, por lo que no tendría ninguna incidencia en el presente. Debemos despertar el recuerdo de nuestro Bautismo: despertar el recuerdo del Bautismo. Estamos llamados a vivir nuestro Bautismo todos los días, como una realidad actual en nuestra existencia. Si conseguimos seguir a Jesús y permanecer en la Iglesia, incluso con nuestros límites, nuestras debilidades y nuestros pecados, es por el Sacramento en el que nos convertimos en criaturas nuevas y somos revestidos de Cristo. Es por la fuerza del Bautismo, de hecho, que, liberados del pecado original, se nos inserta en la relación de Jesús con Dios Padre, que somos portadores de una esperanza nueva porque el Bautismo nos da esta esperanza nueva: la esperanza de ir por el camino de la salvación, toda la vida. Y esta esperanza que nada ni nadie puede apagar, porque la esperanza no defrauda. Recordadlo: es verdad, esto. La esperanza en el Señor no defrauda nunca. Gracias al Bautismo somos capaces de perdonar y de amar también a quien nos ofende y nos hace daño; que podamos reconocer en los últimos y en los pobres el rostro del Señor que nos visita y se nos hace cercano. Y esto, el Bautismo, nos ayuda a reconocer en el rostro de las personas necesitadas, en los que sufren, también de nuestro prójimo, el rostro de Jesús. Es gracias a esta fuerza del Bautismo.

3.  Y un último elemento, que es importante. Y hago la pregunta: ¿una persona puede bautizarse por sí misma? [La gente responde: ¡no!] No oigo: [La gente grita más fuerte: ¡no!] ¿Estáis seguros? [La gente responde: ¡Sí!] No se puede bautizar: nadie puede bautizarse a sí mismo. Nadie. Podemos pedirlo, desearlo, pero necesitamos siempre de alguien que nos confiera este Sacramento en el nombre del Señor. Porque el bautismo es un don que viene concedido en un contexto de solicitud y compartición fraterna. Siempre en la Historia, uno bautiza al otro, al otro, al otro… es una cadena. Una cadena de gracia. Pero, yo no me puedo bautizar solo: tengo que pedir a otro el Bautismo. Es un acto de fraternidad, un acto de filiación en la Iglesia. En su celebración del Bautismo podemos reconocer los rasgos más genuinos de la Iglesia, la cual como una madre continua engendrando nuevos hijos en Cristo, en la fecundidad del Espíritu Santo.

Pidamos por tanto de corazón al Señor poder experimentar cada vez más, en la vida de cada día, esta gracia que hemos recibido con el Bautismo. Al encontrarnos, que nuestros hermanos puedan encontrar verdaderos hijos de Dios, verdaderos hermanos y hermanas en Jesucristo, verdaderos miembros de la Iglesia. Y no olvidéis la tarea de hoy, ¿eh?, que era: buscar, preguntar la fecha de mi Bautismo. Y como se la fecha de mi nacimiento, saber también la fecha de mi Bautismo, porque es un día de fiesta. Gracias.

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