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El misterio de la familia brota del corazón mismo de Dios

Holy Family – es

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SIC - publicado el 30/12/13

Homilía del Arzobispo Vincenzo Paglia en la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona

La fiesta de la Santa Familia nos une hoy de manera particular a Nazaret, donde Jesús vivió treinta años con los padres, y Loreto, donde se conserva su casa. El papa Francisco-que dentro de poco nos hablará en directo-ha querido que en el día de hoy destacara la importancia que la familia tiene para todos nosotros, y no sólo para nosotros, sino para toda la humanidad .

Como sabéis, el Papa ha decidido celebrar un Sínodo extraordinario sobre la Familia el próximo mes de octubre. Quiere que todas las comunidades cristianas dediquen una mayor atención a las familias. No se pueden dejar solas las familias, sobre todo las que pasan más dificultades. Y también hay que ayudar a nuestros jóvenes para que entiendan la belleza de casarse y formar una familia. La fiesta de hoy nos dice que también Jesús necesitó la familia. Esta-la familia-es la cuna de la vida y de la misma sociedad. Todos sabemos por experiencia directa que la soledad nos hace vivir mal, y que nuestra existencia sólo encuentra su sentido en el amor. Podríamos decir que ni siquiera Dios no está bien solo. Él es una familia formada por tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Son tres personas diferenciadas una de otra, pero se estiman tanto que son una sola cosa. Sí, el misterio de la familia brota del corazón mismo de Dios. Y quizás podríamos decir aquel gran creyente y gran artista que era Gaudí pudo concebir esta extraordinaria Basílica de la Sagrada Familia bueno y escrutando el misterio de la Santísima Trinidad.

La Palabra de Dios que hoy se nos ha anunciado nos habla de la Santa Familia de Nazaret. Son muchas las reflexiones que nos sugieren. Quisiera detenerme en dos consideraciones. La primera es referida a los niños. El Evangelio nos dice que los niños-empezando por Jesús-necesitan un padre y una madre para poder nacer y crecer. Desgraciadamente a veces los adultos olvidan esta verdad tan obvia, quizás porque quieren satisfacer sus deseos sin tener en cuenta la necesidad que tienen los más pequeños de tener un padre y una madre cerca. Es difícil crecer en la salud del cuerpo y del corazón sin tener una familia. Sólo hay que ver los numerosos niños abandonados, sin afecto y compañía! La familia por sí sola – lo sabemos – no es suficiente. Es necesario que las familias se encuentren entre ellas y se ayuden. Esto mismo es lo que ocurrió con aquella joven familia. Ya en Belén acudieron los pastores y después los magos. Es indispensable que también hoy se vuelvan a crear lazos más amplios. Podríamos decir que cada familia necesita que lleguen pastores que lleven alegría y magos que lleven regalos.

La Navidad vuelve nuevamente este año para decirnos que acogemos a Jesús, que acogemos a los hijos, que estemos atentos a los pequeños. El Evangelio de la Navidad es como el ángel del que habla el Evangelio, que le pide a José que tome con él el niño y la madre. Aquel ángel nos dice también a nosotros que tengamos cuidado de los pequeños y de los débiles, de aquellos que corren el peligro de caer en manos de los muchos Herodes que quieren robar el alma y el corazón de los pequeños. Miramos a María y José, que cuidan de Jesús, e imitamos-los. Hay que nosotros, los mayores, tengamos cuidado de los más pequeños, no sólo de los que tenemos cerca, sino también de los que no forman parte de nuestras familias.

Aquel Niño de Nazaret representa a todos los niños. Todos son nuestros hijos, todos necesitan que los quieran y los ayuden. La Iglesia, que es la familia de Dios, debe sentirse madre de todos los pequeños para que crezcan en el amor. Hay también una segunda consideración. Si bien es cierto que Jesús necesitó a María y a José, también es cierto que ellos necesitaron a Jesús. Sin él, aquella familia ni siquiera habría empezado. ¿Qué significa eso para nosotros? Significa que no es suficiente un amor circunscrito entre dos personas. En la familia el amor es una energía que genera hijos, que nos hace salir de los límites de nuestro recinto, que nos impulsa a superar nuestros límites. El amor que se debe vivir en nuestras familias no queda limitado a las paredes de casa. Jesús nos enseña cómo amar. Por eso Jesús era el verdadero tesoro de la Familia de Nazaret. María y José se fijaban en cómo amaba Jesús y se dejaban guiar por el amor de Jesús. ¿Os acordáis cuando María y José encontraron a Jesús en el templo, entre los doctores de la ley? Jesús explicó a sus padres cuál era la misión que tenía. Y ellos la comprendieron. Por otra parte, en los Evangelios del nacimiento de Jesús, tanto en Mateo como en Lucas, María y José siguen a un ángel. No hicieron lo que les dio la gana. Hicieron lo que les dijo el ángel.

Queridos padres, queridos niños, todos tenemos un ángel, como lo tuvieron María y José. En cada casa hay un ángel que nos habla y nos protege. ¡Cuántos ángeles pensó Gaudí para esta Basílica! ¡Escuchemos al ángel! Y ya sabéis que el ángel es, en primer lugar, el Evangelio. Sí, aquel que escucha el Evangelio es como si escuchara al ángel. ¡Qué importante sería que en cada familia se leyera el Evangelio! Fijaos, es lo que pasaba en Nazaret, porque también María y José escuchaban cada día a Jesús. Si escuchamos cada día el Evangelio también nuestras casas serán Nazaret.

Queridísimas familias, Jesús es vuestro centro. Él os habla y os enseña a amar. Obedezcamos, pues, al Evangelio de hoy que nos exhorta a “tomar con nosotros al niño” y a su madre. Sí, tomemos a Jesús con nosotros y sabremos vivir juntos, en familia con los demás, sabremos –como leemos en el Eclesiástico– honrar al padre y a la madre ancianos y sabremos abrir el corazón a todo el mundo.

El Evangelio de la Navidad quiere darnos los sentimientos de Jesús. El apóstol Pablo nos lo recuerda: “Revestíos, pues, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros, y perdonándoos mutuamente”. Sí, hagamos espacio en nuestros corazones y en nuestras familias a los sentimientos que nos da la Navidad. Que la familia de Nazaret sea el icono que miramos para hacer que nuestras familias sean más firmes en el amor y construyan con más fuerza un mundo de justicia y de paz.

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