El relato del Pontífice sobre su familia y la amistad con el padre Enrique Pozzoli que lo bautizóL'Osservatore Romano publicó un inédito de Jorge Mario Bergoglio, escrito en honor del sacerdote salesiano (amigo salesiano de su familia) Enrique Pozzoli, del que recibió el bautismo el 25 de diciembre de 1936. Del texto surgen algunos detalles sobre su abuela Rosa, la madre del padre de Papa Francisco, que tuvo mucha influencia sobre su vocación.
El 25 de enero de 1929, Mario Bergoglio y sus padres, se lee en el texto inédito, “llegaron en el Julio César, pero debían haber viajado en el barco anterior, el Princesa Mafalda, que se fue a pique”.
“¡Usted -escribe Jorge Mario Bergoglio al salesiano que le pidió un recuerdo del pare Pozzoli- no imagina cuántas veces he agradecido a la Divina Providencia! Papá trabajaba en el Banco de Italia en Turín y Asti. La abuela, doña Rosa Margarita Vasallo de Bergoglio (la mujer que más influencia tuvo en mi vida) trabajaba en la naciente Acción Católica: tenía conferencias por todas partes (hace poco tiempo tuvo una que fue publicada en un folleto, celebrada en S. Severo de Asti sobre el tema: ‘San José, en la vida de la núbil, de la viuda y de la esposa’)”. Parece, revela en el texto el futuro Papa Francisco, que mi abuela dijese cosas que no gustaban a la política de entonces”.
Estamos en la primera década de la era fascista, y la acción de las camisas negras era particularmente generalizada, tanto que la abuela Rosa también la sintió.
“Una vez -relata Bergoglio en su escrito sobre el padre Pozzoli- le cerraron la casa done tenía que hablar, y entonces lo hizo en la calle, subida a una mesa. Conocía al beato Pier Giorgio Frassati y trabajaba junto a la profesora Prospera Gianasso (que tuvo mucha influencia en la Acción Católica Italiana)”.
“Pero no creo -destaca Bergoglio- que la situación política fuese el motivo de la emigración a Argentina (Ni siquiera tuvo que tomar el aceite de ricino). Un hermano de mi abuelo ya vivía en Paraná y la empresa le iba bien. Llegaron para trabajar en esta empresa de pavimentación, empresa familiar donde trabajaban 4 de los 5 hombres Bergoglio. Papá era hijo único y comenzó a trabajar como contable, viajando a Paraná, Santa Fe y Buenos Aires”.
Así el sacerdote amigo de la familia me ayudó a convencer a los míos
“Era el 12 de diciembre de 1955. Papá y mamá celebraban los 20 años de matrimonio. La fiesta, que consistió en una Misa, sólo mis padres y los cinco hijos, en la parroquia San José de Flores.
El celebrante fue el padre Pozzoli. Terminada la Misa, papá nos invitó a desayunar en la pastelería ‘la Perla de Flores’ a una cuadra de la basílica. Papá pensaba que no aceptaría, pero el padre Pozzoli, que sabía de qué se iba a hablar, aceptó sin dudar.
En la mitad del desayuno se planteó la cuestión”. Así lo cuenta el futuro Papa Francisco, en el texto inédito publicado por L’Osservatore Romano, un episodio singular de su juventud: la vez que pidió ayuda a un salesiano amigo de la familia para convencer a los suyos de que le dejasen ir al seminario.
Estamos en 1955, “recuerdo todavía la escena”, recuerda el entonces religioso jesuita.
“El padre Pozzoli intervino de forma decisiva en la historia de mi vocación”. De hecho “en casa no estaban muy convencidos: eran católicos practicantes pero preferían que esperasen algunos años, estudiando antes en la universidad. Ya que entendí a quién le llegaría finalmente el conflicto, fui al padre Pozzoli (el salesiano amigo de la familia, que bautizó a Jorge Mario el 25 de diciembre de 1936, ndr.) y le conté todo. Examinó mi vocación. Me dijo que rezase y que dejase todo en las manos de Dios. Naturalmente en casa surgió la idea: ¿Qué opinará el padre Pozzoli? Y con la mejor cara del mundo, dije ‘sí’, confiesa el futuro Papa Francisco en la memoria sobre el religioso italo-argentino Pozzoli conservada en el archivo salesiano de Buenos Aires.
En la conversación de la pastelería, el padre Pozzoli “dijo que la universidad está bien, pero que las cosas se toman cuando Dios quiere que se tomen. Y comenzó a hablar sobre historias diversas de vocación sin tomar partido y al final nos contó la suya propia”.
“Naturalmente -reveló el entonces padre Bergoglio- no terminó diciendo que me dejasen ir al seminario ni exigiéndoles una decisión”.
Y continúa el relato el futuro Pontífice: “Entré en el Seminario en 1956. En agosto de 1957 enfermé de pulmonía. Casi muero. Después me operaron del pulmón. El Padre Pozzoli me visitó durante mi enfermedad. Durante el segundo año de seminario, maduró mi vocación religiosa”. Así “una vez que me curé, en noviembre, no volví al seminario sino que quise entrar directamente en la Compañía. Hablo con el padre Pozzoli, que examina mi vocación y me dice que vaya hacia delante”.
Por Salvatore Izzo