La herida más grande de nuestro mundo no es el relativismo, sino la soledad
En la recientemente publicada entrevista al Papa Francisco del periodista Andrea Tornelli en La Stampa, el Papa nos dice que la Navidad “nos habla de la ternura y de la esperanza”, porque “Dios siempre abre las puertas, no las cierra nunca”. Por eso nos dice: “no tengan miedo de la ternura”.
¿Y qué ocurre cuando los cristianos se olvidan de la esperanza?, se pregunta a sí mismo el Papa: “Cuando los cristianos se olvidan de la esperanza y de la ternura se vuelven una Iglesia fría, que no sabe dónde ir y se enreda en las ideologías, en las actitudes mundanas. Mientras la sencillez de Dios te dice: sigue adelante, yo soy un Padre que te acaricia. Tengo miedo cuando los cristianos pierden la esperanza y la capacidad de abrazar y acariciar”.
El periodista le pregunta al Papa por la relación entre Navidad y un mundo en el que también hay mucho sufrimiento y miseria. La respuesta del Papa es nítida y tremenda: “Lo que leemos en los Evangelios es un anuncio de alegría (….) No hacen consideraciones sobre el mundo injusto, sobre cómo pudo nacer Dios en un mundo así (…) La Navidad no fue una denuncia de la injusticia social, de la pobreza, sino un anuncio de alegría. Todo lo demás son conclusiones que sacamos nosotros. Algunas correctas, otras menos y otras más ideologizadas. La Navidad es alegría, alegría religiosa, alegría de Dios, interior, de luz, de paz”.
Pero donde el Papa desborda es cuando contesta a la pregunta por el sufrimiento de los niños, que para él es la pregunta religiosa por excelencia: “Me viene esta imagen: en cierto momento de su vida, el niño se despierta; no entiende muchas cosas, se siente amenazado, empieza a hacer preguntas a su papá o a su mamá. Es la edad del por qué.
Pero cuando el hijo pregunta, luego no escucha todo lo que le tienes que decir y te acorrala con nuevos por qué. Lo que busca, más que una explicación, es la mirada del papá que le da seguridad.
Frente a un niño que sufre, la única oración que me viene es la oración del por qué. ¿Señor, por qué? Él no me explica nada, pero siento que está viéndome. Entonces puedo decir: Tú sabes por qué, yo no lo sé y Tú no me lo dices, pero me ves y yo confío en Ti, Señor, confío en tu mirada.
Este Papa nos está descubriendo algo: La herida más grande de nuestro mundo no es el relativismo, sino la soledad, y por tanto la crisis que padecemos no sólo una crisis de valores, sino una crisis de Dios.
La Navidad es ternura
Manuel Bru - publicado el 26/12/13
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