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Día Noveno de la Novena de Navidad: Un Niño nos ha nacido

NATIVITY

Pascal Deloche | GODONG

Fray Nelson Medina, OP - publicado el 24/12/13

Por fin llega el esperado acontecimiento: Dios está con nosotros

Bienvenida. Señal de la Cruz.

Oración para todos los días

¡Dios de Bondad! ¡Dios Poderoso, Sabio y Compasivo! Nos hemos reunido en tu Nombre, en primer lugar para darte gracias por el caudal de tus beneficios. En todo vemos resplandecer tu majestad, que no riñe con la piedad con que cuidas tus creaturas, y admiramos tu poder, que no se opone a la ternura de tus manos. ¡Gracias por esta tierra y por los cielos!; gracias, Padre, por lo que vemos y también por lo que supera a nuestros ojos. Gracias por lo que entendemos pero sobre todo gracias por tu amor, que desborda a todo entendimiento. Nada reveló tanto tu amor como que nos siguieras amando después de que te dimos la espalda. Somos raza y pueblo de pecadores, pero al final no resultó vencedor nuestro pecado. Por encima de nuestros males venció tu bondad y el camino que hallaste para rescatarnos es tan admirable que sólo podemos exclamar: “¡Feliz la culpa que nos mereció tal Redentor!” Padre Dios, hoy te agradecemos el habernos dado en un solo Bien todo lo bueno; el habernos dado en tu propio Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, el remedio de nuestras desgracias y la fuente misma de toda gracia. Concede, te suplicamos, que quienes hacemos con fe esta novena tengamos el corazón abierto al Evangelio, los ojos abiertos al Misterio y las manos abiertas a nuestros hermanos, pues a todos nos has llamado a ser tus hijos. ¡A ti sea la gloria y la alabanza por los siglos de los siglos! Amén.

Lectura del Santo Evangelio según san Lucas, capítulo 2, versículos del 1 al 20

Y aconteció en aquellos días que salió un edicto del Emperador Augusto, para que se hiciera un censo de todo el mundo habitado. Este fue el primer censo que se levantó cuando Cirenio era gobernador de Siria. Y todos se dirigían a inscribirse en el censo, cada uno a su ciudad. También José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, por ser él de la casa y de la familia de David, para inscribirse junto con María, desposada con él, la cual estaba encinta. Y sucedió que mientras estaban ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito; le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.En la misma región había pastores que estaban en el campo, cuidando sus rebaños durante las vigilias de la noche. Y un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor. Mas el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí, os traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Y esto os servirá de señal: hallaréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y de repente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes El se complace. Y aconteció que cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: Vayamos, pues, hasta Belén y veamos esto que ha sucedido, que el Señor nos ha dado a saber. Fueron a toda prisa, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Y cuando lo vieron, dieron a saber lo que se les había dicho acerca de este niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron de las cosas que les fueron dichas por los pastores. María atesoraba todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón. Y los pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como se les había dicho.

Consideración para el Día Noveno

La escena bellísima del texto bíblico de hoy nos invita al asombro, la gratitud, la esperanza y la alegría. ¡Cómo se cumple aquí lo que bien dijo Nuestro Señor, que muchos quisieron ver lo que vemos y no lo vieron, y muchos quisieron escuchar lo que nosotros escuchamos y no lo escucharon! (Véase Evangelio de San Mateo 13, 17). Sentimos asombro, porque en su exquisita sencillez nos deja dicho todo. Y es tan grande lo que vemos y tan espléndido el regalo de bondad que se nos anuncia que sólo la Biblia misma nos puede dar palabras para expresar nuestro estupor: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo Unigénito, para que quien crea en él lo perezca sino que tanga vida eterna” (Evangelio de San Juan 3,16). Nos llenamos de gratitud, “porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús, quien se dio a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo.” (Carta a Tito 2,11-14) Nos embarga la esperanza, porque, como dice san Pablo, “¿Qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con El todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.” (Carta a los Romanos 8,31-33) Hoy es un día de grandísima alegría, porque, como dice san Pablo a los Colosenses, hemos sido “fortalecidos con todo poder según la potencia de su gloria, para obtener toda perseverancia y paciencia, con gozo, y damos gracias al Padre que nos ha capacitado para compartir la herencia de los santos en luz.” (Colosenses 1,11-12) ¡Feliz, Feliz Navidad para todos!

Gozos

 Desde antiguo los patriarcas aguardaron tu venida; hacia ti miran los siglos esperándote, Mesías. ¡Que no queden en suspenso nuestros brazos, que te ansían! ¡Ven, Jesús, te suplicamos, dale vida a nuestra vida! Fue David un hombre grande que reinó por muchos días; en su tiempo los judíos conocieron paz y dicha. Pero tiempos aún mejores anunció una profecía. ¡Ven, Jesús, te suplicamos, dale vida a nuestra vida! ¿Qué será el rumor de alas en los cielos que se agitan? Hace poco se ha sabido la bellísima noticia: ¡el Arcángel ya le ha hablado, y ha aceptado ya María! ¡Ven, Jesús, te suplicamos, dale vida a nuestra vida! Con el sí de aquella Virgen pura y pobre, tan sencilla, ha brillado aquí en la tierra celestial sabiduría; que los sabios de este mundo canten, pues, y bien repitan: ¡Ven, Jesús, te suplicamos, dale vida a nuestra vida! El remedio necesario para nuestra rebeldía, y la fuente de la gracia que perdida parecía: todo viene de tus labios de tus manos y fatigas. ¡Ven, Jesús, te suplicamos, dale vida a nuestra vida! San José ruega en silencio caminando con María; van buscando la posada que parece tan esquiva. Nuestra casa ya se ha abierto para darles la acogida: ¡Ven, Jesús, te suplicamos, dale vida a nuestra vida! Ya los valles se levantan ya se abajan las colinas. Ya la noche va pasando ya la luz viene de prisa. Ya la casa se ha llenado: se ha reunido tu familia. ¡Ven, Jesús, te suplicamos, dale vida a nuestra vida! Con amor, cuanto podemos, nos unimos a María; con José ya te imploramos que no atrases tu venida. Bien postrados ya nos tienes, todo aguarda tu visita, ¡Ven, Jesús, te suplicamos, dale vida a nuestra vida!

Oración a la Santísima Virgen María

Con las palabras que te saludó el Mensajero del Cielo, el Santo Arcángel Gabriel, nosotros te saludamos hoy, María Santísima, y te decimos: “Llena de Gracia.” Tú eres la muy amada y muy amorosa. En ti Dios escribió su Palabra de Salvación para todos los pueblos, y de tu fe admirable somos deudores todos, porque tu docilidad al Espíritu Santo hizo posible el milagro que no volverán a contemplar los siglos: la Encarnación del Hijo Único de Dios. Con gran confianza nos acercamos a ti, dulce doncella de Nazareth, y con gran alegría nos unimos a tus sentimientos de ternura en la espera del Nacimiento de Cristo. Eres amable y pura; sencilla y valiente; buena amiga, buena esposa y buena madre. Acepta hoy nuestro ruego, te suplicamos, y conviértete en nuestra guía y maestra en la contemplación del misterio del Niño Dios. Danos de tu mirada para reconocer y adorar al Dios que se abaja, el Dios que busca a sus ovejas descarriadas, el Dios que se humilla con caridad y nos levanta con misericordia. Danos de tu fortaleza para seguir los pasos de este Niño Prodigioso, también cuando sus palabras nos parezcan difíciles o cuando tengamos que verle afrentado en la Cruz. Tu ejemplo nos anima y tu plegaria nos fortalece. ¡Ruega por nosotros y junto a nosotros! ¡Llévanos a la obediencia del Evangelio, Santísima Virgen María, Madre del Amor Hermoso! Tres Avemarías y un Gloria.

Oración a San José

San José, reunidos en oración recordamos tu vida y tu misión, y te saludamos con admiración y profunda gratitud. Hombre de Dios, modelo de virilidad y de liderazgo, heredero humilde y grande de la Casa del Rey David, obrero de la causa del Reino de los Cielos: recíbenos y danos tu abrazo de amigo y de hermano en la fe. San José, con amor intenso y puro cuidaste de María y de Jesús, los grandes tesoros de Dios Padre en esta tierra. Supiste hacer bien tu tarea; llevaste a buen puerto la barca, guiaste con mano diestra tu hogar y supiste permanecer sencillo y discreto, obediente en todo a la voz interior de tu Dios, a quien amaste y serviste con ardor y generosidad hasta la hora santa de tu muerte. San José, ¡cuánto nos enseña tu manera de ser esposo y de ser padre! Necesitamos hoy de la delicadeza y la fortaleza de tu alma santa para valorar a la mujer, sea doncella o madre, y para defender la vida humana, especialmente cuando está más amenazada o es menos valorada. San José, Padre Virginal de Jesucristo, Custodio de la Vida en el Espíritu Santo: ¡ruega por nosotros! Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oración al Niño Jesús

Jesús, tu Nombre dulce y poderoso, eleva el corazón a la esperanza. ¿Qué no podemos esperar de Dios, que nos ha dado todo en ti? ¿Qué no podemos esperar de ti, que te has dado en sacrificio por nosotros? Bien oculto en las ropas de la humildad entraste a este mundo y bien desnudo de todo orgullo saliste de él. Así nos vestiste con tus virtudes y nos desvestiste de nuestras miserias. Nos diste tu carne limpia de niño y aceptaste las llagas pavorosas de nuestro antiguo pecado. ¡Niño Dios, hermoso sobre toda hermosura! ¡Niño Dios, espejo limpísimo del amor del Padre por la humanidad! ¡Niño Dios, luz de pureza que has llegado en medio de la noche para vencer a fuerza de amores a las espesas tinieblas del egoísmo y la vanidad! ¡Niño Dios, candor incomparable, humildad suprema, adorable Salvador! Niño Dios, ante ti nos postramos de buen grado, siguiendo el ejemplo de los pastores humildes y de los sabios venidos de Oriente. ¡Niño del pesebre! ¡Cuántas lecciones nos das sin decir una palabra! En tu silencio eres Maestro, y en la impotencia de tu pobre cuna eres más fuerte que todos nosotros. Padeces frío pero traes el fuego; lloras pero brindas consuelo; callas pero enseñas a los sabios; sufres pero en ti reside toda alegría y todo gozo. Jesús Niño, con amor te suplicamos por todos los niños y niñas del mundo, especialmente por los que no pudieron nacer. Tú que bien sabes de pobreza, migración forzosa y exclusión social, compadécete de los niños y niñas que viven tu drama cada día, tal vez sin conocerte ni poder saludarte. Inspíranos también las palabras y acciones que defiendan la vida humana de camino en esta tierra y de cara a la bienaventuranza eterna. Tu rostro, Jesús, que una vez ofendimos, ahora debe ser contemplado con indecible gratitud; tu palabra, que una vez rechazamos, ahora debe ser atendida y puesta por obra; tu Corazón, que una vez lastimamos, ahora debe ser rodeado de amor y alegría, de adoración perfecta y rendida obediencia. Jesús: grandes y sin medida son los méritos de tu infancia. Por ellos te suplicamos nuestra propia conversión así como la propagación del Evangelio a todo lo creado. ¡Que la Buena Noticia de la Navidad alcance a todos porque tú quieres que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad! Tú vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Publicado originalmente en el sitio www.fraynelson.com

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