Cada año, en el novenario de preparación a la fiesta de la Natividad de Cristo, que inicia el 16 de diciembre y culmina el 24, se celebran, en todos los rincones de México, las tradicionales posadas.
Familias y barrios, amigos y compañeros se reunían en torno a una piñata con letanías, cantos y juegos, sin faltar la piñata en forma de estrella que, llena de dulces, naranjas, cacahuates y colaciones, hace las delicias de los niños.
Como muchas otras tradiciones mexicanas, las posadas fueron –junto con las pastorelas—elementos introducidos por las órdenes religiosas en el siglo XVI para evangelizar a los naturales de México, aprovechando, incluso, elementos propios de sus culturas y de sus creencias religiosas.
Las posadas, por ejemplo, podrían haber sido introducidas en la cultura náhuatl para sustituir las fiestas del solsticio de invierno dedicadas al dios Quetzalcóatl, "la serpiente emplumada", una de las principales deidades de los mexicas.
En estas fiestas, durante nueve días, se trataba como rey a un esclavo, haciéndolo bailar y cantar por toda la ciudad, y a la media noche del último día se le sacrificaba sacándole el corazón, mientras todo el pueblo se congregaba en los patios de los templos, iluminados por enormes fogatas; al otro día se ofrecía un banquete.
Tradiciones cristianizadas
En 1587 el superior del convento de san Agustín de Acolman, fray Diego de Soria, obtuvo del Papa Sixto V un permiso que autorizaba en la Nueva España la celebración de unas Misas llamadas "de aguinaldo", en las que se intercalaban pasajes de la Navidad. Posteriormente se les agregaron luces de bengala, cohetes, villancicos y, un poco después, la piñata.
Con el tiempo las posadas pasaron a celebrarse en las casas, con el rezo del rosario y una serie de letanías. Hoy queda poco de eso, y a cualquier fiesta previa a la Navidad en México suele llamársele, equivocadamente, posada. Sin embargo, lo que hace que una fiesta de posada sea tal, es la petición de alojamiento para María y José; puede faltar la piñata o cualquier otro elemento, pero no el acompañamiento de los Santos Peregrinos en su noche de Belén.
Contrario a lo que sucedió entonces, tras que el posadero se rehúsa a recibir a María y a José, el canto de quienes piden posada, acompañados de una vela encendida, y la explicación que da San José de su esposa y del Hijo que va a nacer, los posaderos, es decir, los que están dentro de la casa, dejan pasar a los de afuera, y juntos cantan la letanía final.
¿Quieres cantar una posada?
A continuación presentamos el texto para la petición de posada. No está bien establecido el número de paradas que deben hacerse antes de que las puertas se abran a la Sagrada Familia, pero aquí lo preparamos para tres. Si las familias decidieran una sola estación, habrán de cantarla toda de un solo tirón (omitiendo el «Ya se va María muy desconsolada...), divididos los participantes en dos grupos: unos afuera de la casa, con los Peregrinos, y otros adentro:
Afuera de la casa
En el nombre del Cielo
os pido posada
pues no puede andar
mi esposa amada.
Adentro
Aquí no es mesón,
sigan adelante;
yo no puedo abrir,
no sea algún tunante.
Afuera
No sean inhumanos,
dennos caridad,
que el Dios de los Cielos
se los premiará.
Adentro
Ya se pueden ir
y no molestar
porque, si me enfado,
los voy a apalear.
Afuera
Posada te pide,
amado casero,
por solo una noche
la Reina del Cielo.
Adentro
Pues si es una reina
quien lo solicita,
¿cómo es que de noche
anda tan solita?
Afuera
Venimos rendidos
desde Nazaret.
Yo soy carpintero
de nombre José.
Adentro
No me importa el nombre,
déjenme dormir,
porque ya les dije
que no hemos de abrir.
Afuera
Mi esposa es María
es Reina del Cielo,
y Madre va a ser
del Divino Verbo
Adentro
¿Eres tú José?
¿Tu esposa es María?
¡Entren, Peregrinos,
no los conocía!
Afuera
Dios pague, señores,
vuestra caridad,
y los colme el Cielo
de felicidad.
Adentro
Dichosa la casa
que alberga este día
a la Virgen Pura
la hermosa María.
Al entrar cantan todos
Entren, Santos Peregrinos,
Peregrinos,
reciban este rincón.
Aunque es pobre la morada,
os la doy de corazón.